Todos alguna vez fuimos niños, no?
Angel había crecido en un pequeño hogar modesto, cuidado por sus abuelos desde que tenía memoria. Aunque la vida nunca les había dado mucho en términos materiales, sus abuelos se aseguraron de que nunca le faltara lo esencial: amor, atención y, sobre todo, una infancia tranquila y feliz.
Sus días transcurrían en medio de juegos simples y las historias fantásticas que su abuelo le contaba cada noche. Aunque no tenían lujos, Angel nunca sintió que le faltara algo. Para él, el mundo era un lugar lleno de posibilidades y aventuras, alimentadas por la imaginación que su abuelo cultivaba en él con cada cuento de caballeros y dragones.
Los fines de semana eran sus momentos favoritos, cuando su abuela preparaba sus comidas preferidas y el pequeño jardín detrás de la casa se convertía en su reino personal, donde podía correr y jugar libremente. Angel siempre encontraba alegría en las pequeñas cosas: en el sonido de las aves al amanecer, en las caminatas por el campo con su abuelo, o en el aroma a pan recién hecho que llenaba la casa por las mañanas.
Era una vida sencilla, pero llena de cariño. Aunque el mundo exterior podía ser duro y difícil, en su hogar, Angel siempre se sintió seguro, protegido por el amor incondicional de sus abuelos. Y aunque no tenían mucho, ellos le dieron todo lo que podían, asegurándose de que su infancia fuera buena y que siempre tuviera un lugar donde sentirse en paz.
Pero, esa paz, sería desmoronada con el tiempo a una corta edad...
Quince años habían pasado desde aquellos días de fantasía y magia. Los recuerdos de las historias de su abuelo, una vez tan vívidos y llenos de color, ahora se desvanecían como sueños al amanecer, relegados a un rincón olvidado de su mente. La realidad, fría y tangible, había tomado el lugar de la fantasía. Los días en los que Angel se aferraba a la esperanza de mundos lejanos y caballeros valientes se habían disipado, reemplazados por la rutina monótona de la vida moderna.
El zumbido constante de las computadoras llenaba el aire en la oficina, una sinfonía de teclados golpeados y teléfonos sonando que marcaban el paso del tiempo. Era un ambiente apagado, donde cada cubículo era una pequeña isla de trabajo ininterrumpido. En medio de todo esto, Angel estaba sentado frente a su monitor, con la mirada fija en el código que llenaba la pantalla. Trabajaba incansablemente, como si lo demás no importara, sumergido en un mar de tareas interminables.
Los años habían moldeado a Angel en una persona reservada, casi invisible para sus colegas. A menudo lo llamaban el "fantasma de la oficina", siempre presente pero rara vez visto o escuchado. Era eficiente, meticuloso, y no dejaba espacio para las distracciones. Sus únicos amigos en la compañía, Kobayashi y otro programador que le había enseñado mucho cuando llegó, a veces intentaban sacarlo de su burbuja, pero sin mucho éxito.
El collar de madera que su abuelo le había dejado, ahora gastado y más viejo que nunca, colgaba alrededor de su cuello, escondido bajo la camisa. Aunque su valor simbólico se había desvanecido con el tiempo, Angel nunca se había deshecho de él. Era una de las pocas conexiones que le quedaban con un pasado más simple, más feliz.
Pero ahora, esos días parecían lejanos, como si pertenecieran a otra vida. La oficina con sus luces fluorescentes y paredes grises era su mundo, un lugar donde la magia no existía, y los dragones no eran más que figuras de cuentos olvidados.
Angel tecleaba con una concentración inquebrantable, sumido en su trabajo, mientras el mundo exterior continuaba girando, ajeno a la batalla silenciosa que libraba contra la rutina diaria y el vacío creciente dentro de él.
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𝑂𝑟𝑑𝑖𝑛𝑎𝑟𝑦 𝐿𝑖𝑓𝑒. [𝑫𝒓𝒂𝒈𝒐́𝒏 𝒎𝒂𝒊𝒅 𝒇𝒂𝒏𝒇𝒊𝒄]
FanfictionAngel o también nombrado como Tenshi, es un joven programador atrapado en la monotonía de su vida diaria, trabajando en una empresa donde sus únicas conexiones son sus compañeros Kobayashi y Takiya. Su rutina es predecible y su vida personal es prác...