Capítulo 3. Vidas contenidas

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Fina despertó sobresaltada y con la respiración agitada. Tenía el cuerpo cubierto de sudor frío. Sus ojos se abrieron de golpe, buscando desesperadamente una referencia en la oscuridad de la habitación que le confirmara dónde estaba. Tardó unos segundos en reconocer el familiar techo blanco, la lámpara de noche y el ligero ruido del reloj que marcaba las seis de la mañana. Se quedó inmóvil, tratando de recobrar el aliento y aclarar su mente.

Aún se encontraba atrapada por las imágenes confusas y aterradoras de lo que parecía haber sido una pesadilla. Pero ese sueño se sentía diferente, no era solo una secuencia de imágenes desordenadas y caóticas. Se sentía tan real como la vida misma, casi tan real o incluso más de lo que se sentía ahora. En definitiva, aquel desconcertante sueño la había dejado confundida y aturdida, con una incómoda sensación de que algo no estaba bien.

Cerró los ojos, intentando recordar los detalles del sueño. Había sido tan real, tan vívido, que por un momento pensó que no había sido un sueño en absoluto. Pero viéndose ahora en la calma de su habitación, parecía imposible que algo así pudiera haber sido real. Se forzó a respirar hondo y se sentó en la cama, intentando sacudirse esa sensación incómoda.

Justo en ese momento, la puerta de su habitación se abrió suavemente, apareciendo su padre. Isidro era un hombre mayor, de unos sesenta años, con el cabello castaño oscuro salpicado de canas y un bigote grueso que parecía haberse mantenido inalterable con los años. Sus ojos marrones le miraron con preocupación, una mirada que Fina conocía bien.

– Fina, ¿estás bien, hija? -preguntó con suavidad, acercándose a su cama. – ¿Tuviste una pesadilla?

Fina lo miró durante un instante, dudando si debía contarle lo que realmente sentía. Había algo en ese sueño que la había dejado profundamente perturbada, pero no podía explicar qué era. Sin embargo, no quería preocupar a su padre, que siempre había sido protector y atento con ella. Así que forzó una sonrisa, tratando de disimular su inquietud.

– Sí, fue un sueño muy extraño -admitió, bajando la mirada hacia sus manos. – Pero no tiene sentido darle vueltas, padre. Solo fue un sueño tonto.

Isidro le dedicó una sonrisa tranquilizadora, pero Fina notó que sus ojos la observaban con algo más que simple curiosidad.

– Los sueños pueden ser así a veces, hija. Pero lo importante es que ya ha pasado. Vamos a desayunar, ¿te parece? -le dijo con voz tranquilizadora. – Luego podríamos dar un paseo por Toledo, si te apetece.

La idea de un paseo sonaba bien, pensó que eso le ayudaría a distraerse de la sensación inquietante que aún la envolvía. Asintió con la cabeza, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a relajarse un poco.

– ¡Claro! Pero no olvides que tenemos que ir a la heladería nueva. -agregó, intentando sonar más animada.

Isidro sonrió y le tendió una mano para ayudarla a levantarse de la cama.

– ¡Por supuesto! No me lo olvidaría por nada del mundo -respondió, siguiéndole la corriente.

Durante el desayuno, todo transcurrió de manera normal. El delicioso aroma a café recién hecho, el crujir del pan tostado y las conversaciones entre padre e hija creaban una atmósfera familiar y reconfortante. Sin embargo, Fina no podía quitarse de la cabeza la sensación de que algo no iba bien. Cada bocado, cada sorbo, todo se sentía ligeramente... fuera de lugar. Como si estuviera viviendo aquello en tercera persona, viendo aquella escena ante sus ojos desde fuera, como una espectadora de su propia vida.

Más tarde, tal y como habían planeado, salieron de casa a pasear y disfrutar de un momento en familia. Caminando por las antiguas y hermosas calles de Toledo, Fina intentó evadirse de sus pensamientos, concentrándose en las sensaciones que le transmitía el entorno. Los pequeños placeres de la vida. El calor y energía del sol de la mañana sobre su morena piel, la suave brisa o los olores que inundaban aquellas calles, como el olor a pan recién horneado que salía de la panadería.

El Núcleo de la Realidad #Mafin (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora