Capítulo 8. Cruce de emociones

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Aquel beso... Fina nunca había experimentado nada igual. Era como si el tiempo se hubiese detenido entre ellas dos, como si todo lo demás hubiera dejado de existir. No había miedo, ni dudas, solo el roce de los labios de Marta sobre los suyos y una extraña sensación de pertenencia. "Que no termine nunca" pensó, perdiéndose en la suavidad inesperada de aquel contacto, en la calidez que parecía emanar del cuerpo de Marta, envolviéndola.

Pero el aire se les agotó y se separaron apenas unos centímetros, lo justo para respirar. Fina abrió los ojos lentamente y se encontró con la mirada de Marta. Estaban tan cerca que podía ver cada detalle de sus ojos. Era la primera vez que los veía así de cerca... Esos ojos azules, vidriosos, como cristal puro, ahora tenían un brillo alrededor de la pupila, un reflejo extraño y fascinante. La luz del lugar los hacía parecer casi iridiscentes, como si guardaran una vida propia.

Un escalofrío le recorrió. No de miedo, sino de algo más profundo, un estremecimiento que le hizo temblar ligeramente. Sentía como si aquel brillo, aquel resplandor, le atravesara, llegando hasta lo más hondo de su ser. Era un impacto... casi abrumador, pero había algo reconfortante en ello. Casi acogedor.

Pero entonces, la brusca reacción de Marta la hizo sobresaltarse. Marta dio un paso atrás, alejándose apenas a un palmo y sacudiendo su cabello con cierta elegancia, aunque su rostro dejaba entrever una especie de angustia, como si quisiera despejarse de un pensamiento incómodo. Su expresión cambió, endureciéndose, y la calidez de su mirada se transformó en dos esferas de hielo cristalizado.

Fina se sintió confusa. Con la respiración aún acelerada, intentaba entender qué había pasado. ¿Por qué ese cambio repentino? Marta la miraba con esos ojos tan distintos a los de cualquier humano, pero había algo en ellos... algo que parecía contenerse, una lucha interna.

Marta apartó la mirada por un segundo, como buscando respuestas en el vacío. Cuando volvió a mirarla, Fina vio en su rostro una mezcla de emociones, difícil de descifrar.

– ¿Marta...? -susurró, con la voz apenas audible, temerosa de romper ese silencio tenso que parecía alargarse entre ambas. – Te llamas así, ¿no? Así es como le oí llamarte a... -tragó una bocanada de aire, intentando no recordar a aquel hombre tan sádico y aterrador. – A aquellos hombres, con los que hablaste.

Marta parpadeó, como si su mente volviera al lugar donde estaban. Sus labios, esos labios que segundos antes habían estado tan cerca de los suyos, se separaron lentamente para hablar.

– Esto... esto no debería haber pasado -murmuró con una voz que intentaba sonar firme, pero que Fina notó vacilante. – Y... sí, puedes llamarme así. -pareció dudar. – ¿Entendiste algo... de la conversación?

El rostro de la arcánea cambió de expresión, tornándose sorprendido e incluso, a Fina, le resultó un tanto analítico. Como si le estuviese estudiando con la mirada.

– No. -murmuró. – Es un idioma... extraño. No lo entiendo.

Marta no dijo nada más. Asintió con una expresión tranquila, como si se hubiese quedado satisfecha con aquella respuesta.

Fina sintió una presión en el pecho. No sabía si había hecho algo mal, si había cruzado un límite invisible... Pero la sensación de aquel beso, de la cercanía de Marta, seguía viva en su piel y en sus pensamientos.

Observó los ojos de Marta una vez más, buscando respuestas en ese brillo cristalino. Y aunque Marta trataba de esconderlo tras su frialdad habitual, Fina creyó ver una chispa de algo más, algo que quizás la arcánea no se atrevía a admitir ni siquiera ante sí misma.

– Tenemos que salir de aquí. -dijo Marta, rompiendo el breve silencio que se había formado entre ambas. – Es demasiado peligroso, para ti, que pases más tiempo aquí dentro.

El Núcleo de la Realidad #Mafin (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora