Capítulo 9. Al filo de la traición

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El silencio que se formó desde que intentó hacer que Fina cayese en la realidad, le resultaba excesivamente incómodo. Demasiado incómodo para ella, que estaba acostumbrada a pasar incontables horas a solas, incluso días, encerrada en aquella misma cabina de control. Pero ahora no estaba a solas y ese silencio estaba acompañado de una tensión casi palpable, la mirada tensa y perdida de Fina, le perturbaba demasiado.

– Oye... -murmuró, intentando romper aquel silencio.

Pero el sonido de unos golpes secos contra la puerta metálica de la cabina, hizo saltar todas las alarmas de Marta.

– Corre... escóndete. -susurró con entonación alarmada; mientras arrastraba a Fina hacia la habitación. – Escóndete dentro del armario y no digas nada. -le indicó con firmeza. – Pase lo que pase, escuches lo que escuches. No digas nada y... Por encima de todas las cosas, no salgas de tu escondite.

Fina apenas se inmutó. Su rostro se mostraba tan indiferente, que si no fuera porque era inequívocamente perceptible que era humana, cualquiera podría pensar que era una arcánea más.

Marta no reparó en ello, tampoco tenía tiempo para eso. Ahora su concentración estaba tras la puerta de la cabina y en descubrir quién estaba tras ella, golpeándola. Cerró la puerta de la habitación y se dirigió hasta la entrada.

"Que no sean las autoridades" -pensó, procurando contener su visible temor, mientras caminaba por aquel pasillo. "O peor... que no sea padre"

Respiró hondo, volviendo a ese estado de apatía en el que le habían enseñado a vivir. Guardando bajo llave todas las emociones que la albergaban. Y sin más dilación, abrió la puerta.

Frente a ella se encontró a dos guardias de las Autoridades. Eran dos personas arcáneas, apenas podía deducirse poco más, ya que el uniforme de las Autoridades hacia que todos los guardias pareciesen casi copias idénticas. Vestían una especie de mono grueso de color negro, con protecciones y sus cabezas estaban protegidas por un casco del mismo color; el cual solo permitía que se les viese parte de la mandíbula. El contraste que se producía entre los tonos de grises, que decoraban desde el Núcleo a toda la región, producía que cualquier agente de las Autoridades se distinguiese de cualquier ciudadano en un simple vistazo rápido.

En otro orden de cosas, más allá de la situación en la que se encontraba, a Marta no le resultó excesivamente alarmante la presencia de aquella patrulla. No era extraño que paseasen, de vez en cuando, por los Núcleos e incluso que visitaran alguna que otra cabina.

– Buenas. -dijo con normalidad, como si no tuviese a una humana escondida dentro de la cabina.

– Buenas, señora. -respondieron al unísono. - Estamos haciendo una partida de vigilancia y reconocimiento. -explicó uno de los guardias.

– Sabrá por las noticias que ha sido interceptado un miembro de la Resistencia. -prosiguió, su compañero. – Si viese, escuchase o percibiese algo fuera de lo normal. No dude en ponerlo en nuestro conocimiento. Toda la comunidad se lo agradecerá.

Tan solo unos días atrás, Marta hubiese escuchado aquella advertencia con otra perspectiva. Sin embargo, ahora comenzaba a percibir todo de una forma un tanto autoritaria, incluso, sospechosamente impersonal.

– Por supuesto. -respondió con el semblante apático, tal y como había aprendido a ser en aquella sociedad; que ahora empezaba a resultarle asfixiante. – Si percibo algo extraño, se los haré saber.

Ambos guardias asintieron, girando sobre sí mismos, dispuestos a proseguir con su trabajo. Pero tras pensarlo fría y calculadamente, Marta les detuvo.

– ¡Esperen! -exclamó, mostrándose ligeramente preocupada. – Está breve conversación, me ha hecho pensar en algo que lleva unos días preocupándome.

El Núcleo de la Realidad #Mafin (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora