ღ Día 7: ¡Día libre! / Flores de cerezo (AU)

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12/09/2024

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Narradora Pov

Salir a correr era una de las rutinas más reconfortantes y tranquilizantes de la mañana. Ejercitarse, le ayudaba a despertar cada músculo de su cuerpo y así evitar el cansancio o estrés excesivo que muy pocas veces sufría.

Hoy, era un nuevo día en la ciudad de Japón. Las personas listas para el comienzo de un trabajo, transitaban por las vías peatonales en esa refrescante mañana; y los estudiantes de camino a la preparatoria y secundaria, tomaban del transporte público con naturalidad.

Japón, era conocido por ser uno de los mejores países con la mejor tecnología e innovación a nivel mundial, conservando asimismo una alta cultura de entretenimiento que incluía el anime, manga, pop, entre otras.

Su arquitectura, era otro de los aspectos más resaltantes ante la vista de cualquier extranjero; sus jardines botánicos, las suaves cascadas de la enorme naturaleza resguardada y cuidada en ciertas partes, eran también características igual de sobresalientes.

Y sin mencionar su manera indirecta de hablar y su comportamiento evasivo ante los problemas.

Muchos jóvenes universitarios, de secundaria y primaria, visitaban las cafeterías o biblioteca públicas para estudiar. Estos mismos establecimientos estaban bien equipados, al igual que los otros como 'Las salas de estudios o academias de estudios y los internets cafés', esto con el motivo de facilitar la concentración del estudiante gracias a su cálido y silencioso ambiente.

La sociedad, estaba divida en diferentes tipos de personas que en otros sitios, se les era considerado, como 'Personas de altos prestigios', o 'Personas con suerte', refiriéndose más a los Alfas.

La punta de la jerarquía.

Los Alfas eran gente que nacía con más posibilidades que los omegas; gracias a su gran desarrollo y sus capacidades físicas e intelectuales, los Alfas eran cotizados en su círculo. Por lo menos, en esta parte del país.

Claro, no todos se ganaban este respeto.

Caminando hacia un edificio, un Alfa, con una enrollada toalla en su cuello, tomaba bocanadas de aire mientras caminaba con naturalidad y una sonrisa tranquila en sus labios, hacía su departamento.

Encontrándose en la quinta planta, con vecinos ancianos, pero mayormente jóvenes con visiones futuras, algunas pequeñas fiestas eran planteadas en vacaciones con otras actividades igual de leves; siempre evitando crear molestias a las personas que también llevaban una vida.

Dentro de dos horas, el Alfa, que vivía en la antepenúltima planta, asistiría una vez más a sus responsabilidades, almorzaría un Yakitori de bento en la cafetería del mismo lugar y terminaría por volver a casa con más actividades que hacer dentro de una semana.

Esta rutina, era la que llevaba día tras días: se levantaba a las cinco, se despertaba con un poco de agua, se alistaba para correr, regresaba a las seis y media, se daba un baño, vestía, terminaba su rutina de cuidado de piel, preparaba la comida que comería dentro de esos minutos y la que llevaría; acababa de alistar los pocos utilices que utilizaría junto a su laptop, abandonaba el departamento, caminaba a la parada del tren, llegaba a su institución, hablaba y bromeaba con sus amigos, regresaba a su hogar por el mismo camino, a veces compraba algo en las tiendas y se encerraba a culminar con sus deberes, para después jugar a un solo videojuego hasta que fuera la hora de dormir.

Por supuesto, una vida normal para un Alfa más en la sociedad. Si no fuera porque ahora, cuando llegaba a casa, una persona más vivía.

Una persona que había conocido a través de una pantalla.

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