CAPÍTULO - 07

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Kaira.

¡Basta por favor!

El iris de su ojo derecho no se veía debido la hinchazón, la sangre salí de su nariz y boca y una que otra herida en la frente. Una hora más aquí, y su cara quedaría desfigurada al punto que ni siquiera su misma madre lo reconocería.

Rafael estaba sentado en una silla de metal, mojado y con una camisa azul desabotonada y rota en las mangas, con las manos atadas a la espalda de la silla.

— Preguntaré de nuevo, ¿A quién me vendiste?

Negó una y otra vez con la cabeza, escupiendo la sangre.

— ¡Señorita Wallace le juro que no la vendí, sería incapaz fui amigo de Gabriele!

Le hice una seña a Jay, suficiente para que otro puñetazo impactara en sus costillas.

Connor estaba en una esquina fumando un cigarrillo, Jayden al lado de la silla, monitoreando la máquina y los cables que estaban pegados a Leonel y el asiento de metal, Jay y yo estábamos en la parte más divertida.

No me sorprendía para nada la bajeza del señor de tez morena sentado y amoratado. Siempre he tenido presente que todos tienen un precio, el que menos esperas podría hacerte caer de un acantilado sin compasión alguna. Por esa razón siempre tenía un plan B, aunque no pareciera.

No me daba una gota de pena, la verdad quien las hace la paga. No puedes pretender ir por la vida haciendo el mal, creyendo que a la hora de pagar cuentas te vaya bien. Todos saben lo que hacen, y lo que causan haciéndolo así sea con buenas o malas intenciones.

El castaño de ojos cafés y nariz gruesa, me hizo una seña con la cabeza en espera de una señal para continuar. Asentí sin dejar de mirar al señor que se suponía me debía lealtad, escuchándolo quejarse una y otra vez de que ha perdido mucha sangre. En vano, el juego apenas comienza.

Puñetazo tras puñetazo fue dado de parte de Jay y parte mía, los nudillos comenzaron a dolerme exasperándome. ¿A qué maldita hora va a hablar este?

Es inútil, creo que entre los cinco millones habían cuatro y medio para mantener la boca cerrada. —Connor tiró el cigarrillo con una sonrisa, caminando en dirección a Rafael.

Empezó a removerse en la silla al verlo acercándose, Connor puede ser muy intimidante cuando se lo proponía, hoy fue ese día. Arrodilló una pierna, recostando su mano de la otra.

— Tienes dos hermosas princesas, sería una lástima cortar dos hermosas vidas por tus malas elecciones. ¿No es así chicos? —pregunté.

— Ya lo creo, "señorita Wallace." —contestó Connor— Yo que usted, señor Suárez, hablaría. No sabe de lo que es capaz la mujer con cara angelical y cabellera negra que está a nuestras espaldas.

No mentía.

— ¡No sé de qué me hablan por favor no toquen a mis hijas, se los suplico!

— Mucho habla habla y todavía no escucho lo que quiero.

Escupió sangre de nuevo, mirando a Connor aterrado. El hombre solo lo miraba y sonreía, metiéndole mas miedo a Rafael.

La música de afuera me desconcertó por un segundo, ya que estábamos en el sótano de Nightroom, el bullizo de afuera se escuchaba aquí. Era una lástima no poder bailar la canción que sonaba, y en vez de eso estaba perdiendo mi tiempo con este estúpido que al parecer, necesitaría más presión.

— Jayden, las pinzas por favor. Enseñémosle al vejete como se juega.

— Llegó mi parte favorita, señor Suárez no me preguntó, pero para serle sincero prefiero el juego de las pinzas que los del electrochoque. Mucha gente soporta un par de voltios, pero ver su sangre derramarse y dejar de sentir una de sus extremidades no tanto.

VENDETTA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora