Granos de Arena

63 10 36
                                    

–¿Sabes cual es la parte más divertida de un reloj de arena?– habló Daisy –Que no puedes detenerlo, no importa cuánto lo intentes. Un reloj de manecillas puedes solo poner tu dedo en medio y detendrás su curso, con un reloj digital solo debes quitarle las baterías ¿Pero uno de arena? Es imposible.

–Podrías solo romperlo– la miró Luigi.

–Exacto, como la vida misma. No puedes detenerla a menos que mueras.

–A veces creo que estás loca.

–A veces pienso lo mismo.

–Pero es una linda analogía ¿Crees que nuestra vida está sentenciada por relojes de arena?

–Creo que somos relojes de arena. Por eso somos tan frágiles y, al no saber nuestro tamaño y duración, nos volvemos celosos de los que parecen gozar de una ventaja en estos aspectos; pero al final solo tenemos miedo. Nuestra vida es bastante corta a comparación del universo, queremos gozar de ese momento tan efímero que nos frustramos al no obtener lo que queremos al instante, porque en realidad no sabes si tendrás tiempo en el futuro para lograrlo y eso da miedo.

–¿Miedo?

–Imagina pensar que naciste con un propósito pero nunca llegas a descubrirlo.

–¿Tú lo has intentado? ¿Detener un reloj de arena?

–Una vez, por diversión ¿Y tú?

–Creo que todos los días he tratado de detener el tiempo por lo menos una vez.

–No creo que eso esté bien, pero me alegra que no lo hayas logrado.

–¿Por qué?

–Porque, tal vez, no hubiéramos llegado a ser amigos.

–Tienes razón– le sonrió.

En el pasado era tan sencillo hacer ese tipo de declaraciones. Después de todo, las cosas eran ridículamente simples.

Sin embargo, ahora que las manos de Peach acariciaban sus mejillas mientras que sus labios jugaban con los suyos, tenía una urgencia por detener el reloj y tomarse un tiempo para procesar como cada decisión de su vida la habían llevado a esa situación.

Sus ojos estaban cerrados con fuerzas con la esperanza de poder desconectarse aunque fuera unos segundos para poder relajarse y encontrar un lugar feliz; incluso aunque este fuera falso.

"A veces creo que estás loca" escuchó la voz de Luigi resonar por su cabeza.

Inconscientemente recordó su tacto. Como su bigote llegó a rasparla, pero aún así lo sentía como una caricia.

Los labios de Peach eran fríos, pero su aliento era tibio. El de Luigi era mucho más caliente y en ocasiones dejaba escapar graves suspiros que la volvían loca.

Seguía besándola. Era extraño, pero de un momento a otro todo parecía haberse vuelto mucho más cómodo y mágico.

–Luigi– suspiró de repente.

Al instante, cayó en cuenta de sus palabras y se separó de golpe.

–Lo siento– la miró.

Peach ahogó una risa –¿Por qué? ¿Por estar pensando en alguien más mientras me besas?– acarició su cabello –No te preocupes, yo lo hago también.

–¿Cómo puedes decir esas cosas con tanta naturalidad?

–Dais, lo nuestro es solo una aventura que nunca escalará a nada más ¿Qué más da si alguien más está en nuestra cabeza?

Proyecto Peaisy 🌸Fungwarry Tales🌸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora