Miedo

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En toda la semana, la rubia no le habló. Aunque, siendo cien por ciento sinceros, Daisy tampoco hizo un esfuerzo para intentar arreglar su malentendido anterior. Sin embargo, el día jueves fue visitada por Peach y Zelda para llevarla a la inauguración.

Durante el trayecto, las mejores amigas caminaban con una conversación animada, mientras que la castaña iba unos pocos pasos atrás con la mirada baja.

El ambiente seguía siendo tan pesado como cuando había discutido con su compañera.

La verdad es que Peach siempre le había dado un poco de miedo. Su perfección era tan pulcra que parecía que si cualquiera manchara aunque sea un poco de esta, lo eliminaría de inmediato. Todo esto sin borrar su sonrisa de princesa inocente.

Al final, todos en el juego estaban de acuerdo en una cosa, meterse con Mario o Peach significaba un despido inmediato. Por lo que si llegaba a ofenderlos, debías encontrar la manera de compensarlos lo más rápido posible.

Pero Daisy no tenía la mente ni la energía para intentar solucionar este malentendido, por lo que se consideraba afortunada al no haberse encontrado con problemas.

Cuando llegaron al centro comercial, se encontraron con un gran grupo de chicas jóvenes esperando a que la tienda abriera. El trío de amigas se apresuró a ponerse unas gafas creadas por Miyamoto con las que serían irreconocibles para cualquiera.

–De acuerdo, este es el plan– habló Zelda –Daisy, tú irás por las chaquetas; Peach, eres la encargada de joyería; mientras tanto, yo me encargaré del área de vestidos ¿Todas seguimos con la mismas medidas, verdad?

–Noventa, sesenta, noventa– respondió Peach.

–Perfecto– sonrió –Vamos, entonces.

Las damas siempre deben ser recatadas, amables y delicadas, pero eso solo aplicaba cuando estaban frente a caballeros; entonces aquí no aplicaban estos adjetivos.

Los jaloneos, pisotones y uno que otro golpe no fueron sorpresa para las tres princesas; incluso en Highcrown solían pasar ese tipo de escándalos; pero el orfanato las había entrenado para siempre ser las ganadoras en estas peleas.

Daisy era experta en el combate físico, sin embargo, estaba consciente de que este no siempre era necesario; entonces, después de agarrar tres de las chaquetas más hermosas que jamás había visto, se encargó de escabullirse entre la gente y pagar lo más rápido que pudo; con el tiempo sobrante incluso logró comprarse un par de zapatillas.

Por su parte, Zelda tampoco golpeó a nadie, pero si alguien se metía con ella, no dudaba en ponerles el pie para hacerlos tropezar o en hacer uno que otro rasguño "accidental". Al final, pudo conseguir siete vestidos.

Del lado de Peach, prefirió simplemente espantar a todos con una sola mirada. No cabía duda de quién era la más intimidante de las tres.

Al pagar, salieron de la tienda y fueron a comer a un café dentro de la plaza para relajarse un rato.

–Necesito ir al tocador, compermiso– se levantó Zelda.

–Propio– respondieron las menores.

–Daisy- habló Peach –Me quedé pensando sobre lo que dijiste la semana pasada.

–Peach, de verdad, discúlpame. Nunca busqué ofenderte– respondió.

–No tienes de qué preocuparte. Dios, Dais, no soy un monstruo, deja de estar tan tiesa– rio con un poco de molestia.

–Lo siento– se relajó con una sonrisa nerviosa –Es solo que de verdad te veías muy enojada.

–Solo no me gusta que me acusen de algo que puede afectar el trabajo de todos– dio un sorbo a su taza –Por eso me gustaría hablar contigo. Estuve investigando y me encontré con que es común que las personas que acusan a otras de tener tendencias homosexuales son las que terminan teniendo esta clase de comportamientos. Entonces ¿Algo que me quieras decir?

Proyecto Peaisy 🌸Fungwarry Tales🌸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora