La batalla de los prejuicios

22 1 0
                                    

El suave rayo de sol que se filtraba a través de las cortinas iluminó lentamente la habitación.Valentina parpadeó, sintiendo una mezcla de confusión y calidez. A su lado, Diego dormía plácidamente, su rostro sereno y relajado, ajeno al mundo que lo rodeaba. Un brazo lo había envuelto a ella, descansando suavemente sobre su cintura.

Contuve la respiración, sintiendo el latido acelerado de su corazón .Había pasado la noche en casa de Diego, y había mentido a mi madre sobre una pijamada. Una risa nerviosa escapó de mis labios al recordar cómo había llegado allí, pero el sonido se ahogó en la tranquilidad del momento.

Con cuidado, me moví un poco, intentando liberarme de su abrazo sin despertarlo. Sin embargo, el brazo de Diego se ajustó automáticamente, manteniéndome cerca . En ese momento, todo lo que importaba era el susurro de su respiración y la sensación de estar a su lado . De repente, senti que Diego comenzaba a despertar. Sus párpados se entreabrieron lentamente, revelando unos ojos aún somnolientos que buscaban la luz del día.

—¿Qué hora es? —murmuró, su voz rasposa y llena de sueño.

—Deben ser las 8 —respondí con una sonrisa.

—¿Dormiste bien? —preguntó él, estirándose como un gato, dejando escapar un pequeño y encantador bostezo.

—Sí... y tu ? —sentí como mis mejillas se ruborizaron.

—La verdad, mejor de lo que esperaba. No puedo recordar la última vez que dormí tan tranquilo.

Sentí que mi corazón se aceleraba. Esa simple afirmación me hizo pensar en lo especial que había sido la noche anterior.

—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó Diego, mientras se pasaba una mano por el cabello desordenado.

—Bueno, debería volver a casa antes de que mi madre se despierte —respondí sintiendo un nudo en el estómago al pensar en la mentira que había dicho.

De acuerdo, pero primero, ¿te gustaría desayunar algo?.

—Solo si prometes que no me dejarás escapar tan fácilmente —bromee.

Salí del cuarto hacia la cocina, no pude dejar de pensar en que había pasado la noche con Diego , como desperté con su cuerpo pegado al mio y su mano en mi cintura abrazándome, se sintió tan real , como si ambos compartiremos el mismo sentimiento.

Diego ya estaba en la cocina, preparando el desayuno. Vestía un pantalón negro que se ajustaba perfectamente a su figura, y la falta de camisa dejaba al descubierto su espalda ancha y musculosa, que se movía con gracia mientras revolvía la mezcla en la sartén.

No pude evitar observarlo por un momento, admirando la forma en que se concentraba en la tarea . Cada movimiento era un recordatorio de lo atractivo que era. El aroma del café recién hecho y el sonido del aceite chisporroteando llenaban la cocina, creando un ambiente cálido y acogedor.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté acercandome.

Diego se volvió hacia ella, y su mirada se iluminó al verla.

—Solo si quieres cortar algunas frutas. Pero si prefieres, puedes quedarte ahí y disfrutar del espectáculo —bromeó, guiñándole un ojo.

Me parece un buen trato.

—El desayuno esta terminando , aquí tienes huevos revueltos con espinacas y queso , acompañados de tostadas , hecho por el mismísimo Diego Baggins —anunció con una sonrisa dejando el plato encima de la mesa.

—¡Esto está delicioso! —exclamé, disfrutando de la combinación de sabores.

Diego se sentó frente a ella, observando con satisfacción cómo disfrutaba de su creación.

El destino de dos corazones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora