CAPITULO 17

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Sábado, 10 de Abril.

Cuando el despertador sonó, la mano de Camila salió de debajo del edredón y lo apagó. Después su cabeza volvió a esconderse bajo las cálidas sábanas. Me pregunto qué haría falta para mantener a Lauren en la cama, aunque sólo fuera durante una mañana. Bostezó y se levantó, girando la cabeza hacia el despertador. Las cinco de la mañana de un sábado. Nada puede ser peor que esto— Ughh, hoy toca gimnasio. Gracias Dios, hoy no vamos a correr.

Contempló la idea de volverse a acostar cuando Gremnlin se acercó a ella desde los pies de la cama y apoyó la cabeza en su estómago— Sí, lo sé, Gremn. Si no me gusta cocinar, no debería estar en la cocina. Vale, mensaje captado. Me levanto.

— Pero, al menos es tu día favorito de la semana. En unas cuantas horas los niños estarán aquí suplicándote que salgas a jugar, y así te podrán malcriar. — Gremnlin gruñó contento y su dueña le rascaba en la barriga— Yo, en cambio tengo dos entrevistas telefónicas concertadas con algunos de los viejos profesores de instituto de Lauren. Podría ser interesante, ¿no? —se imaginó a una adolescente Lauren, con unos brazos y piernas muy largas, alta y unos brillantes ojos verdes. Una sonrisa le vino a los labios.

Camila rascó a su perro detrás de las orejas, buscando la energía para quitarlo de encima y ponerse su chándal dispuesta a ir a ver sudar a Lauren, Bueno la verdad es que esa última cosa no le costaba ningún esfuerzo. Rió suavemente.

Su atención fue apartada de esa imagen debido a una gran agitación en el pasillo. Ni una vez desde que vivía ahí había oído algo así. Parecía como si el mundo fuera a acabarse. Camila saltó de la cama y se puse una bata sobre el pijama. Rápidamente se pasó las manos por el pelo, peinándose lo, y cogió sus gafas de la mesilla de noche.

El pasillo estaba lleno de agentes trajeados del Servicio Secreto. Asomó la cabeza y una mano la detuvo, hasta que el agente la reconoció y la dejó salir al pasillo.

Mezclados entre los agentes había miembros del personal médico. Estaban entrando y trayendo equipamiento médico hacia la habitación de Lauren. Por un momento, Camila podría haber jurado que su corazón se había detenido.

— ¿Qué...? —se aclaró la garganta y lo intentó otra vez— ¿Qué pasa? —se apretó más la bata al cuerpo y ordenó a su estómago que parara de revolverse en protesta a lo que estaba viendo.

— La Presidenta no va a salir hoy, Srta. Cabello. Puede volver a la cama si lo desea.

— No he preguntado si va a salir. He preguntado que, qué está pasando.

— No tengo la autoridad para decirlo, Srta. Cabello — Michale Oaks le dirigió una fría sonrisa. Habían dejado de pretender que se caían bien hacía mucho tiempo. — Y si la tuviera, le diría que no es de su incumbencia.

Un agente del Servicio Secreto golpeó a Michael en el hombro, y su atención se apartó de la biógrafa.

Camila intentó asomarse por encima de los agentes, pero no era lo suficientemente alta como para asomarse a la antesala de la habitación de Lauren. Cogió a otro agente que pasaba por allí — ¿Qué está pasando? ¿Está bien?

Se encogió de hombros y continuó su camino.

Unos ojos cafés iban de persona en persona, y oyó más agitación, voces de pánico que provenían de dentro de la habitación de Lauren. En ese momento lo único que pudo pensar fue...

Camila empezó a gritar con todas sus fuerzas. — ¡Emma! — Sabía que si algo le pasaba a Lauren, la niñera estaría con ella.

Los hombres de su alrededor se apartaron de ella como si estuviera loca. Y, por la mirada en la cara de Camila, muchos de ellos estaban seguros de que ese era el caso. Sin embargo, sabían que era mejor no tocarle un pelo. Por algo así, la Presidenta Jauregui los transferiría sin ningún problema al Polo Norte, a guardarle el culo a Papa Noel.

SEÑORA PRESIDENTA - CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora