10. Una mujer

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Los días se pasaban lentos cuando el alma se encontraba atribulada.

No estaba más cerca de encontrar las respuestas que buscaba y cada vez que sentía que se acercaba a algo, solo permitía que más preguntas se quedarán sin respuesta.

En un vano intento de distraer sus acongojados pensamientos, pintó noches enteras. La preocupación le arrebatada el sueño y le daba vivida imaginación sobre horrores que sólo plasmandolos lograba desprenderse de ellos. Desde el suelo, con los ojos hinchados por la falta de una buena siesta y las mejillas sucias, contempló el oscuro paisaje de la ciudad, no habia colores.

La imagen es sombría y melancólica, sombras grotescas y formas bruscas. La delicada marca de la belleza se olvidó, las calles eran una representación de como estaba su ánimo, solitario y decaído. Debonnie suspiró y le dio un trago a la botella de champagne especial que había recibido como obsequio Gardien.

Era una fracasada, escondiéndose detrás de un hombre. Detrás de una falacia. Era una impostura.

Si el mundo supiera la verdad...

¿Era eso lo que deseaba? ¿Deseaba ser reconocida? Quizá sólo tenía estas lúgubres ideas por su incapacidad de ayudar a sus seres queridos. Emmeline desaparecida, Antón sin dar señales de vida, la casa de la baronesa dando un paso adelante, recordándole que la vida avanza con o sin ella.

Se quedó estancada, sin más propósito que pintar para nobles pretensiosos y absurdos. Ellos no buscaban el arte, querían el renombre de su alias. Eran unos snobs cualquiera, y quizá ella de estaba convirtiendo en uno de ellos.

Debería estar avergonzada.

—¿Qué has hecho de tu vida, Debonnie? —Se dijo a sí misma.

Miró sus manos sucias, enegrecidas por el óleo negro y azulado de los pinceles, iba a necesitar un buen baño después de esto.

Se puso de pie y entre trompicones  avanzó por su estudio hasta llegar al espejo frente a la tina de baño. Estaba hecha un desastre, se quitó el delantal y lo lanzó dentro de la tina. Se acercó a su mesa de diseños y volvió a observar los retratos de su familia, siempre había sentido fuerzas después de verlos, pero ahora solo sentía una inmensa melancolía.

Lo que daría por un abrazo.

Tomó su libreta, un lápiz y aunque tenía los dedos callosos y temblorosos por haber estado pintando toda la noche, empezó a trazar. Dibujar del material más simple, regresar a las primias de su gusto, simples líneas, simples formas. Dejó su mano moverse de forma libre e inconsciente por la hoja, su muñeca se movió como si tuviera mente propia y pocos minutos después empezó a notar que dibujaba a un hombre.

No tardó mucho en darse cuenta de que a quien estaba retratando. Se detuvo abruptamente analizando las líneas todavía inacabadas de su rostro y su respiración se detuvo en el proceso.

—Me está afectando el alcohol —Era su tercera botella esa noche—. No puedes estar aquí, Liam Wrestling.

¿Por qué se pronto sintió unas ganas irremediables de verlo? Sentía que lo necesitaba, recordó su voz conciliadora y actitud resuelta. Toda la personalidad de ese hombre era un anuncio ambulante de confianza y seguridad. Ojalá pudiera tener un poco de eso, ojala pidiera tener un poco de él.

Permitió a su mano proseguir con el dibujo hasta que un tiempo después tuvo el rostro bien definido de su tentación entre sus brazos. Le había dado una expresión de concentración asegurada. Como las ocasiones en que lo había visto poder atención detallada a algo. Los labios entre abiertos, los ojos bajos sumidos en el análisis, las cejas contraídas sobre sus parpados en señal de atención y el cabello sedoso perfectamente acomodado.

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⏰ Última actualización: Aug 30 ⏰

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