Dias de Escuela Normales

Chicle

Dark estaba sentado en su pupitre, sumido en la interminable monotonía de la jornada escolar. El tictac del reloj de pared parecía burlarse de él, cada segundo se alargaba más que el anterior. Miró de reojo a Dawn, que leía tranquilamente un libro con las gafas delicadamente apoyadas en la nariz. Una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios a su pesar.

Intentando deshacerse de su inusual admiración, Dark dirigió su atención al paquete de chicles que sobresalía del bolso de Dawn. Recordó que ella le había ofrecido un poco hacía unos minutos y que él lo había rechazado con su habitual indiferencia.

Tras un momento de debate interno, Dark se aclaró la garganta, intentando sonar casual y despreocupado.

-Sabes, pensándolo bien, un chicle sería la perfeccion.

Dawn levantó la vista de su libro con un leve arqueo de ceja que denotaba confusión. Sin mediar palabra, rebuscó en su bolso y le tendió un chicle.

Un chicle sería la perfección.

Un chicle sería la perfección.

Por qué no podía decir simplemente que un chicle estaría bien? O, "Tomaré un chicle", como una persona normal?

No, no, no, no.

Aparentemente, para mí, el chicle tiene que ser la "perfección".

Por eso nunca tendré sexo.

Estoy condenado.

He sellado mi destino con esta absurda obsesión por el chicle.

Aquí es donde muere mi descendencia potencial, porque estoy demasiado obsesionado con lo "perfecto" que es un chicle.

Acabo de matar a mis propios hijos.

Todo por un estúpido chicle.

-Um, Dark? - Dawn murmuró, notando como movía su mano energeticamente contra su cuaderno, - Qué estás escribiendo?

-Mi testamento.