Telefono

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Pedro Pablo estacionó su bicicleta en la entrada de la mansión de los Villa Cortés, aunque ya había estado allí muchas veces, la sensación de nerviosismo que le invadía cada vez que cruzaba esa puerta nunca desaparecía del todo.

Respiró hondo antes de tocar el timbre.
Sabía que la casa estaría prácticamente vacía, salvo por Bosco, y eso lo hacía sentirse aún más consciente de lo que podría suceder.

Bosco abrió la puerta con una sonrisa amplia, y sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y picardía. El simple hecho de verlo así hizo que el corazón de Pedro Pablo latiera con fuerza.

—Hola, Bos —dijo Pedro Pablo con una sonrisa que no pudo evitar.

—Hola, Pedro Pablo —respondió Bosco, su tono un poco más bajo de lo usual, una mezcla de coquetería y algo más—. ¿Listo para la tutoría?

Pedro Pablo asintió, entrando en la casa. A pesar de que habían acordado que la tutoría era el propósito de la visita, ambos sabían que la tensión entre ellos era inevitable.

Bosco lo llevó a su habitación, un lugar que había visitado muchas veces antes, pero hoy se sentía diferente. Las cortinas estaban cerradas, dejando la habitación en una penumbra acogedora.

Pedro Pablo dejó su mochila en el escritorio y comenzó a sacar los materiales para la tutoría. Sentía la mirada de Bosco sobre él, y la anticipación crecía con cada segundo que pasaba.

—¿Qué tema vamos a repasar hoy? - preguntó Bosco, acercándose demasiado para ser casual.

—Calculo—respondió Pedro Pablo, tratando de concentrarse—. Estábamos viendo las ecuaciones, si no me equivoco.

—Oh, claro, ecuaciones ... —dijo Bosco, pero en lugar de sentarse en la silla junto al escritorio, se apoyó en la cama, mirándolo con una mezcla de diversión y deseo.—Aunque, sinceramente, no es lo que tengo en mente ahora.

Pedro Pablo levantó la vista, sintiendo cómo su determinación de mantener las cosas profesionales se derretía bajo la mirada intensa de Bosco. El deseo que había estado tratando de ignorar se hizo presente, apoderándose de él.

—Bosco... —comenzó, pero Bosco ya se había movido, acercándose y tomando su mano, tirando de él hacia la cama.

—Solo un descanso rápido antes de empezar, ¿vale? —sugirió Bosco, sus palabras acariciando los brazos de Pedro Pablo.

El calor entre ellos se incrementó rápidamente, y las manos de Bosco comenzaron a explorar el cuerpo de Pedro Pablo, desabrochando los botones y deslizándose la camisa  del rizado. Pedro Pablo correspondió, sus propias manos moviéndose sobre el torso de Bosco, acariciando su piel, sintiendo la fuerza bajo la suavidad.

Ambos se movieron instintivamente hacia el centro de la cama, sus cuerpos entrelazados mientras se despojaban de sus ropas, dejando a un lado cualquier pretensión de estudiar. Los libros y las notas quedaron olvidados en el escritorio mientras los dos se entregaban completamente el uno al otro.

El ambiente en la habitación se tornó denso, cargado de la electricidad que solo ellos dos podían generar. Los susurros se convirtieron en gemidos, y las caricias en movimientos más desesperados y urgentes. El mundo exterior dejó de existir, solo quedaban ellos, su conexión y el deseo que los consumía.

Justo en el climax del momento, cuando Pedro Pablo estaba a punto de perderse por completo en el placer, un sonido agudo rompió la burbuja que habían creado. Su teléfono, que había dejado sobre la mesa de noche, comenzó a sonar insistentemente.

Pedro Pablo intentó ignorarlo, pero el tono persistente de la llamada lo hizo fruncir el ceño.

—No lo atiendas... —murmuró Bosco, su voz ronca y necesitada, sin detenerse en lo que estaba haciendo.

ʟᴏᴠᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora