Fallo tras fallo

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El sol de la tarde entraba a la habitación de Pedro
Pablo, iluminando el lienzo donde trabajaba con concentración, su mano moviéndose con pinceladas firmes. La habitación olía a pintura, mezclado con un toque de humedad del reciente aguacero que había caído. Salomón, su hermano mayor, estaba recostado en la cama con los pies colgando, perdido en su teléfono, pasando historias y memes sin prestar demasiada atención a su alrededor. El sonido del ventilador hacía que el ambiente fuera más soportable en esa tarde calurosa.

Pedro Pablo seguía con el pincel en la mano, pero su mente estaba en otra parte. Sus pensamientos volaban entre las dudas y los deseos que le recorrían el pecho. Estaba listo. O al menos, pensaba que lo estaba. Había pasado meses junto a Bosco, construyendo una relación que le hacía sentir mariposas en el estómago cada vez que lo veía. Pero había algo más ahora. Algo que había estado creciendo dentro de él y que ya no podía ignorar. Quería dar un paso más con Bosco, estar más cerca, sentir esa conexión que a veces parecía estar al borde de estallar. Pero el miedo lo seguía a cada pensamiento.

¿Qué tal si Bosco no estaba listo? ¿Qué tal si todo lo que él sentía no era suficiente para Bosco? Pedro Pablo no era la persona más segura del mundo, y ese tipo de cosas lo aterrorizaban. Su mano, antes firme, empezó a temblar, dejando una pequeña mancha de pintura en el borde del lienzo.

—Chin, ya la regué—murmuró Pedro Pablo para sí mismo, soltando el pincel y frotándose la cara con las manos, como queriendo borrar de su mente todos esos pensamientos.

Salomón lo miró de reojo desde su lugar en la cama, dejando su teléfono a un lado.

—¿Qué traes, pepa? Te veo todo distraído . — Su tono era relajado, pero en su mirada había un dejo de preocupación.

Pedro Pablo se quedó callado por un momento, mirando al frente, sin saber si debía o no hablar de lo que le pasaba. Sabía que Salomón, siempre había sido su confidente, y a veces, con su manera brusca de hablar, lograba calmarle un poco las ansiedades. Finalmente, soltó un suspiro pesado.

—¿Sabes? He estado pensando... en Bosco. En nosotros, en lo que estamos haciendo, y en lo que no hemos hecho. —Pedro Pablo no sabía muy bien cómo decirlo, pero una vez empezó, las palabras comenzaron a fluir con más facilidad—. Siento que... ya estoy listo, ¿sabes? Como... para dar ese paso.

Salomón alzó una ceja, aunque no parecía sorprendido.

—¿O sea, para tener tu primera vez o qué?

Pedro Pablo asintió con la cabeza, sintiendo que su rostro se calentaba de la vergüenza. Hablar de eso con su hermano mayor no era precisamente lo más cómodo del mundo, pero era lo único que podía hacer en ese momento.

—Pues sí, pero... no sé, salo. Me da miedo. ¿Y si él no está listo? ¿Y si la riego?

Salomón soltó una pequeña risa y se pasó una mano por el cabello desordenado.

—Mira, carnal. Si algo he aprendido de la vida es que, si te andas preocupando por todo antes de que pase, nunca vas a hacer nada . Lo que tienes que hacer es hablar con Bosco. No tiene sentido que te estés torturando solo. Si estás listo, dile. Si no lo está, te lo va a decir, y ya. No pasa nada. No te lo tomes personal. Cada quien tiene su tiempo.

Pedro Pablo se quedó en silencio, asimilando las palabras de su hermano. Sabía que tenía razón.
Bosco a pesar de que no era de los más abiertos en cuanto a sus emociones con los demás sabía que con él si , y si algo no estaba bien, lo diría sin dudarlo. Pero había otra cosa que lo tenía nervioso, algo que ni siquiera sabía si debía mencionar.

—Sí, pero... también tengo miedo de mí. —La voz de Pedro Pablo bajó un poco—. No sé si lo que soy es suficiente. ¿Y si no le gusto tanto como yo creo? ¿Y si cuando llegue el momento... no sé,... me siento inseguro

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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