Flores amarillas

110 19 3
                                    

El bullicio del salón de clases se mezclaba con las risas y el murmullo constante de los compañeros. En la esquina, una chica hablaba entusiasmada sobre su novio.

—No saben lo que hizo —dijo con una sonrisa amplia, mostrando las fotos en su celular—. Me trajo un ramo enorme de flores amarillas, porque ya saben, es 21 de septiembre. Fue tan lindo.

Sus amigas suspiraron, algunas entre risas y otras con envidia.

La conversación en el salón seguía, pero Pedro Pablo ya no prestaba atención. Las palabras de su compañera sobre las flores amarillas se le habían quedado en la mente. Justo cuando pensaba que podría pasar desapercibido, la chica lo miró directamente.

—¿Y tú, Pedro Pablo? —preguntó con una sonrisa divertida—. ¿Bosco te regaló flores amarillas también?

Pedro Pablo sintió que el estómago se le encogía un poco, pero mantuvo la calma. Se encogió de hombros con una sonrisa ligera.

—No, la verdad es que Bosco no es de esos detalles —respondió con naturalidad—. No le gustan mucho esas cosas.

Aunque sus palabras fueron sinceras, al decirlas se dio cuenta de que, en el fondo, sí había tenido la ilusión de recibir algo especial. No lo había comentado con nadie, pero la idea de llegar a casa y encontrar a Bosco con un ramo de flores amarillas había estado rondando su mente todo el día. Sin embargo, él no era de pedir ese tipo de cosas.

—Ah, ya entiendo —dijo la chica con una sonrisa simpática, aunque luego volvió a hablar de su propio novio.

Pedro Pablo soltó un suspiro leve y dejó que la charla continuara sin él. Al terminar las clases, recogió sus cosas lentamente, con la mente todavía distraída por esa pequeña punzada de decepción.

Cuando llegó a su casa, saludó a su familia de forma rápida. Estaba por entrar a su habitación cuando noto que su hermano Salomón estaba alistándose para salir.

—¿Qué haces? —preguntó, mirando con curiosidad el ramo de flores amarillas que su hermano sostenía.

—Voy a llevarle estas flores a Gala —dijo Salomón con una sonrisa—. Ya sabes, es 21 de septiembre.

Pedro Pablo se quedó mirando las flores por un segundo antes de asentir, forzando una sonrisa.

—Qué bien —dijo en un tono neutro.

Subió las escaleras sintiéndose algo más abatido. "¿Por qué me importa tanto?" se preguntaba. Sabía que Bosco lo amaba, sabía que su relación no dependía de un ramo de flores. Pero ese deseo silencioso de que Bosco hubiera hecho algo para sorprenderlo no dejaba de resonar en su mente.

Entró en su habitación y dejó su mochila en el suelo. Sacó su teléfono y le envió un mensaje a Bosco: *"Ya salí de la escuela, ¿estás en tu casa? Quiero pasar a verte."*

Esperó unos minutos, pero no hubo respuesta. Eso le pareció raro. Bosco siempre contestaba rápido, especialmente si sabía que Pedro Pablo quería verlo. Se sentó en la cama, mirando el teléfono por un momento antes de decidirse a no quedarse esperando. Quería distraerse, así que agarró su cuaderno de dibujo y sus colores, y se fue al lugar donde se encontraba el mural que había hecho con Bosco, buscando algo de tranquilidad.

El tiempo pasó más rápido de lo que esperaba mientras dibujaba. El arte siempre lograba calmar su mente, aunque esa sensación de vacío seguía ahí. Al regresar a casa ya era de noche, pero cuando llegó, notó algo extraño. Las luces estaban apagadas y la casa estaba en silencio. ¿Dónde estaba su familia?

Abrió la puerta con cuidado, caminando hacia el interior. El silencio lo envolvía y le hizo sentir un pequeño nudo en el estómago. Cuando llegó a su habitación y abrió la puerta de su habitación, sus ojos se encontraron con una escena que lo dejó completamente sin palabras. El aire parecía detenerse por un segundo, y su corazón dio un vuelco tan fuerte que casi le dolió. Frente a él, la habitación estaba llena de ramos de flores amarillas, docenas de ellos, esparcidos por todos los rincones, como si el sol mismo hubiera decidido posar ahí por un instante.

ʟᴏᴠᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora