capítulo 10.

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POV LISA



Con los mismos nervios desde hace media hora antes de tomar el coche en la facultad, me encontré llamando a la puerta de Jennie, una situación que por lo visto a esas alturas me resultaba familiar.

— Adelante, profesora —  dijo con gesto inofensivo al abrir la puerta y hacerse a un lado, con los ojos clavados en el suelo.

Pasé y eché un vistazo a mi alrededor inquieta cuando cerró la puerta de atrás de mí. No tenía ni idea de lo que se suponía que debía hacer.

— Jennie. — Me di cuenta de que no sabía lo que iba a decir a continuación.

— Llámeme señorita Kim — ordenó en voz baja, y levantó la vista hacia mí mientras jugueteaba con uno de sus mechones alborotados.

A todas luces, Jennie estaba retándome con una especie de juego y quería que participara. Yo ignoraba las reglas, pero deseaba participar.

— Siento muchísimo mi insolencia en clase, profesora. ¿Qué puedo hacer para conseguir que me perdone? — preguntó.

— Pues, uhm, no lo sé — respondí con impotencia.

Jennie me acarició el pecho en sentido descendiente y se puso a toquetear el inicio de mi pantalón con la vista levantada hacia mí.

— Por favor, déjeme demostrarle lo arrepentida que estoy. Haré cualquier cosa que me pida.

¿Cualquier cosa que le pida? Oh, Dios, pretende que le diga qué hacer.

Las pulsaciones me retumbaron en los oídos cuando levantó la mirada hacia mí y sus perfectos labios color de rosa esbozaron una coqueta sonrisa. ¿Acaso era consciente de la magnitud de lo que pedía? Hasta ese momento yo nunca había llevado las riendas de la situación con ella, ni con ninguna mujer, mejor dicho. Ella siempre tomaba la iniciativa, pero ahora me tocaba a mí. Me había quedado anonadada y paralizada de terror.

Se me da horrible este juego. ¿Por qué le atrae alguien tan aburrida e insegura como yo?

Oh, Dios, soy patética. Me he quedado pasmada mirándola fijamente, como una imbécil.  Seguramente pensará que he sufrido un aneurisma. Dí algo de una vez. Ya. ¡Sí, dí algo ya, idiota, antes de que cambie de opinión!

— Be-béseme — tartamudeé.

Su sonrisa se acentuó, lo cuál hizo que se le iluminara la cara. Noté un extraño hormigueo en la boca del estómago; a lo mejor no había sido buena idea tomar marisco en el almuerzo.

— Sí, profesora. — se alargó un poco y me dió un casto beso en la mejilla — ¿Eso cuenta? ¿Le he demostrado lo arrepentida que estoy?

— Puede, uhm, puede que sea preciso ser un poco más convincente — dije con vacilación.

Por favor, bésame otra vez.

— Por supuesto — convino, y en esta ocasión pegó sus labios a los míos.

Me besó el labio inferior, luego el superior, y coló la lengua en mi boca cuando la entreabrí. Estrechó los brazos alrededor del cuello y yo sostuve su estrecha cintura mientras el beso cobraba intensidad. Al despegarse de mí, estuve a punto de retenerla. No estaba satisfecha, pero como buena persona dejé que se apartara.

— ¿Hay algo más que desee? — preguntó, pasando las yemas de los dedos por los botones de su blusa.

— ¿Y si se abre la blusa?

Accedió sin titubeos y me relajé aún más. Retiró la blusa de sus hombros, dejando a la vista un sujetador de encaje blanco. Caí en la cuenta de que era la primera vez que se desnudaba a petición mía y, por alguna razón, fue increíblemente excitante.

Amor Absoluto. jenlisa g!p. (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora