capítulo 6.

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Pov Lisa




Pero no fue el caso. El viernes a primera hora de la tarde estaba hecha un auténtico manojo de nervios ante la perspectiva de ver a la señorita Kim en clase. Estaba sentada en mi despacho, cuando mi compañero y amigo Brian entró. Tomó asiento al otro lado de la mesa y me miro con extrañeza.

— ¿Estás bien? — preguntó.

— ¿A qué te refieres?

— Pareces... distinta.

— Oh — dije.

— ¿Te has cortado el cabello?

— No, es que me queda así cuando no me lo peino después de secarlo con toalla — expliqué, mientras me preguntaba por qué la conversación giraba en torno a mi pelo.

Hasta la fecha nunca habíamos comentado mi aspecto.

— Esta genial — señaló, sonriendo — ¿Tienes planes para este fin de semana? ¿Alguna cita?

— No, esta noche ceno en casa de mis padres y creo que el domingo Roséy yo iremos al gimnasio y luego comer.

Lo mismo de siempre.

— ¿Y tú?

— Jodie y las niñas quieren ir al zoológico, así que... — respondió sonriendo con impotencia — A veces hecho de menos estar soltero, tener todo el tiempo del mundo para mí.

Me encogí de hombros. Sabía lo mucho que Brian quería a su mujer y a sus hijas gemelas, y casi con toda seguridad, no lo decía enserio.

— Está sobrevalorado — le dije — Lo de estar solos.

El asintió.

— Pronto haremos algo. Solo tú y yo ¿Okey?

— Claro. — Sonreí sabiendo que probablemente eso no ocurriría.

Brian tenía una familia y pasaba las noches en casa. Tal y como debía ser. Yo no envidiaba a mi amigo, pero si deseaba mi propia versión de su vida.

Deseaba tener a una mujer con la que pasar las noches y los fines de semana, alguien a quien le importase y que me llamase por teléfono. Alguien de quien poder ocuparme y con quien compartir mi vida.

Ya no deseaba estar sola.

Tal vez debería probar suerte y dejar que Rosé por fin me concretara una cita a ciegas. La facultad parecía contar con una oferta insuficiente en cuanto a mujeres disponibles de más o menos de mi edad, y no tenía ni la más remota idea en qué otro lugar podría encontrar a una posible candidata dado de que no me atraían mucho los bares ni los pubs. Además, dudaba de que la mujer adecuada para mí frecuentase ese tipo de lugares. Yo necesitaba a alguien agradable y - quizá según el criterio de
Rosé - aburrida, aunque yo no lo pensaba, pero por lo visto yo misma era aburrida.

Absorta en mis pensamientos, casi olvidé mi nerviosismo, pero volvió multiplicado por diez cuando Brian se levantó y anunció que había llegado la hora de su clase de la tarde. Por mi parte, de camino al aula, noté las manos pegajosas de sudor y el corazón me latía con tanta fuerza que me preocupaba de que alguien a mi alrededor lo notara. Necesitaba recuperar el control. Aquí era la profesora Manobal, no la novata inepta que había sido en el dormitorio de la señorita Kim. Me encontraba en mi territorio, donde se me respetaba y no necesitaba directriz alguna. Teniendo eso en mente, la clase seguiría su curso habitual. Al fin y al cabo, era fundamental de que los alumnos tuvieran el menor indicio de que habíamos mantenido un encuentro íntimo.

Cuando llegué al aula, había unos cuantos alumnos al fondo y ni rastro de la señorita Kim. Me puse a sacar mis notas y el libro que íbamos a tratar ese día:

Amor Absoluto. jenlisa g!p. (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora