CAPITULO 78

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Kath toma los documentos que dejó sobre un escritorio vacío, sin darse cuenta que olvido el sobre que le habían pedido entregarle a Leila y que precisamente es para Valentina.

—Y ahora todo esto es un problema.—Farfulla molesta lanzando los archivos sobre el escritorio de Leila y luego se sienta sobre el otro escritorio quedando entre Mari y Leila.

—¿Qué haces?—Se queja Leila.

—Y te sientas al lado de nosotras.—Murmura con molestia Mari.

Pero deja el tema ahí cuando se da cuenta de que Paola está acercándose.

—Ahí viene, actúa normal.—Le pide a Leila.

—Yo...—Balbucea nerviosa la chica.

—Ya se va.—Gruñe molesta al darse cuenta que no entraría a la sala grupal.—Ya, ya sé lo que vamos a hacer. La vamos a interrogar. Averiguaremos lo que hizo anoche.—Sigue hablando.—Tú eres la policía buena.—Apunta a Kath.—Y tú la mala.—Apunta a Leila.

—Espera, espera, yo no sé hacer interrogatorios, entraré en pánico. —Dice Leila. —Yo no puedo hacerlo.

—No puedo con esta ansiedad de todos modos. —Responde Kath. Mari se levanta molesta y las mira con seriedad.

—¡Inútiles!—Les grita.—Está bien, yo seré la policía buena y la mala.¿Está bien?—Les dice.—Leila, sígueme, serás la testigo.—Añade y luego sale de la sala grupal.

—Está bien, ¿testigo? —Murmura confundida.—¿Qué voy a hacer?

—Serás la testigo. —Responde la pelinegra

—No puedo hacerlo.

Mientras que Mari se acerca con cautela a la sala de descanso para encarar a Paola.

—¿Qué estás haciendo aquí?—Le pregunta, golpeando el mesón.

—¡Ay, Mari!—Replica Paola llevándose las manos al pecho.—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué gritas? Me asustaste.

—Querida, ¿te asustaste? No hay por qué temer.—Responde la rubia.—¿Por qué tienes miedo? No hay de qué tener miedo.—Se acerca a ella.—Déjame besarte.—Le da un beso en cada mejilla.—No hay de qué temer. Yo también me asusté. ¿Recuerdas lo que pasamos ayer?—Pregunta con cautela.—Algo sucedió, pero tú lo hiciste bien, no tomaste, así que no te dormiste. Qué suerte.

—No, querida. —Niega de inmediato Paola.—Sí, bebí un poco. Yo también lo bebí. Todas nos sentimos mal, realmente mal.

Leila se acerca a ellas con lentitud, para intentar alargar lo más posible la situación.

—¿De verdad? Mi testigo no dice eso. —Responde Mari señalando a Leila.

—Soy testigo. —Habla Leila acercándose a la barra de forma "amenazante". —No tomaste nada, te vi.

Mari se cruza de brazos y se gira para mirarla con una ceja alzada.

—Cuando fui con Leila para que me sirviera un poco de ponche, ya no quedaba nada para tomar. Pero encontré algo y me lo bebí.—Les miente.—Estaba muy mal también.

—¿Y lo disfrutaste? Lo tomamos porque sabía bien, ¿verdad?— Replica la rubia y mira a su amiga, quién asiente de inmediato.—¿Cómo sabía? ¿Te gustó? ¿Estaba bueno?

—Bueno, Mari. No me gustan las cosas tan dulces, pero estaba delicioso.—Responde Paola y Leila asiente dándole la razón.

—Buen provecho.—Responde Mari, realmente no le creía nada.

AMOR EN EL AIRE (Adaptación Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora