El silencio de la noche en el palacio fue interrumpido por el suave crujido de una puerta al abrirse. Ramsés entró con cautela a la habitación de Isidara, su corazón palpitando con fuerza. Las luces del amanecer apenas iluminaban el rostro sereno de la joven mientras dormía, ajena al dolor que él había causado.
Ramsés dio un paso más hacia la cama, pero el leve ruido despertó a Isidara. Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando en la oscuridad. Al ver la silueta de Ramsés, se incorporó rápidamente, con el corazón latiéndole en el pecho, pero no de la forma cálida y reconfortante de antes. Esta vez, sentía una punzada de miedo y angustia.
Isidara:"¿Qué estás haciendo aquí, Ramsés?" —preguntó con voz entrecortada, sintiendo cómo una marea de emociones la invadía.
Ramsés:"Isidara, yo… vine a explicarte…" —comenzó, pero fue interrumpido por la mirada llena de dolor de Isidara.
Isidara: "¿Explicarme? ¿Después de todo lo que hiciste? ¿Cómo pudiste?" —su voz temblaba, y el tono acusador reflejaba un corazón destrozado—. "Me dijiste que me amabas, Ramsés. ¡Me lo dijiste! ¿Y ahora esto? ¿Acaso todo era una mentira?"
Ramsés sintió el peso de sus palabras como un golpe en el estómago. Dio un paso hacia ella, extendiendo una mano para tomar la suya, pero Isidara retrocedió, alejándose como si su tacto pudiera quemarla.
Ramsés: "No fue así… No fue mi intención hacerte daño.Lo juro por los Dioses, Isidara…"—su voz era un susurro lleno de desesperación.
Isidara: "¡No me jures nada! ¿Cómo puedo creerte después de esto? Me siento traicionada… ¡Engañada!" —sus ojos se llenaron de lágrimas, brillando con una mezcla de rabia y dolor—. "Te amo, Ramsés… Con todo mi corazón. ¿Por qué fuiste a ese lugar? ¿Por qué?"
Ramsés:"No significó nada, Isidara. Te lo prometo, solo fui porque… estaba confundido. Estaba asustado por lo rápido que están ocurriendo las cosas…"
Isidara:"¡Eso no lo justifica! ¿Y qué hay de mí? ¿Acaso pensaste en cómo me sentiría al saberlo? ¡Me dejaste sola, mientras tú… tú…!" —Isidara se ahogó en sus propias palabras, incapaz de seguir.
Ramsés se acercó una vez más, pero Isidara lo empujó con las fuerzas que le quedaban.
Isidara:"Te entregué mi corazón, Ramsés. ¡Todo lo que soy! Y tú lo has destrozado…" —las lágrimas corrían libremente por sus mejillas.
Ramsés: "No, Isidara… Por favor, no digas eso. No quiero perderte. No puedo perderte…"—su voz se quebró, mientras la angustia llenaba sus ojos.
Isidara lo miró, sintiendo como una parte de ella se rompía irreparablemente. Intentó mantenerse firme, pero el dolor era demasiado grande. El cuarto comenzó a girar a su alrededor, y una oleada de mareo la invadió.
Isidara:"No puedo… no puedo hacer esto…" —susurró antes de que su cuerpo cediera al peso de la tristeza, desplomándose en el suelo nuevamente.
Ramsés la atrapó justo a tiempo, su corazón latiendo frenéticamente.
Ramsés: "¡Isidara! ¡Isidara, por favor, despierta!" —gritó, desesperado, mientras la sostenía en sus brazos.
El caos estalló en el palacio. Los guardias corrieron en busca de ayuda, mientras las sirvientas y los médicos acudían apresuradamente. Ramsés no podía apartar los ojos del rostro pálido de Isidara, sintiendo que el mundo se derrumbaba a su alrededor.
Ramsés: "¡No puedes dejarme, Isidara! ¡No así!" —susurró, apretando su mano, temiendo que ella no lo escuchara.
La situación era crítica. El médico del palacio llegó corriendo, su rostro serio y concentrado. Con cuidado, tomaron a Isidara de los brazos de Ramsés y la colocaron en su cama. Ramsés se quedó a un lado, viendo cómo los demás intentaban reanimarla, pero el dolor en su pecho era insoportable.
Sacerdote:"Necesita descansar y alejarse de todo estrés emocional. Este desmayo es un signo de que su corazón y mente están bajo una enorme presión."
Ramsés: "Todo esto es mi culpa… Yo soy el responsable de su sufrimiento…" —murmuró, mirando a la frágil figura de Isidara, incapaz de evitar que las lágrimas llenaran sus ojos.
El médico y los sirvientes se retiraron, dejando a Ramsés solo con Isidara. La culpa lo consumía, y se arrodilló junto a la cama, tomando su mano una vez más.
Ramsés:"Lo siento tanto, Isidara… Si pudiera cambiar lo que hice, lo haría sin dudarlo. Pero no puedo… Solo puedo pedirte que me perdones, aunque sé que no lo merezco…"
Pero Isidara, aún inconsciente, no podía responderle. Ramsés se quedó allí, sosteniéndola, rogando en silencio que el amor que compartían fuera lo suficientemente fuerte como para superar esta prueba.
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ISIDARA Y RAMSÉS
FanfictionDe todas las princesas porque solo tú resististe? -Soy Isadara hija del sacerdote de Menfis y desde que nací siempre supe que estaba protegida por los dioses Dile a todos los Dioses entonces que protegan ahora nuestro amor -Ya lo protegen desde...