Capitulo 4: Una cita con Laura.

52 6 58
                                    

El viernes en el Porfiado Rock Café las cosas iban tal y como lo había planeado. Ricardo se arreglaba las viejas gafas de montura mientras intentaba coquetear con Álvaro, Santiago tomaba el pedido del odiado señor Cheng y yo me preparaba para mi cita con Laura.

Puede que el inicio no pareciera tan emocionado, pero todo era debido a los cálculos dentro mi cabeza y mis repentinos encuentros con Gustavo. En esos momentos juro que había comenzado a temblar y no podía dejar de sentir que me faltaba el oxígeno.

¡Iba a salir con la chica que tenía mi atención desde que era un adolescente!

Conté los tenedores, los cuchillos y las cucharas dos veces, repasé todas las tablas de multiplicar y escuché mi canción favorita cuatro veces, no logrando tranquilizarme de ninguna forma.

Había tenido muchas citas antes, eso era cierto, pero mi cita con Laura era más que eso.

La cita con Laura representaba una meta.

—¿Puedes dejar de hacer eso? Me haces sentir nervioso.—Pidió Santiago al terminar con el pedido del señor Cheng. Yo había estado contando el cambio sobre el mostrador, así que no noté su llegada.

—¿Crees que debería hablarle sobre mi obsesión por la perfección, los cálculos y esas cosas que tú llamas raras?

Usualmente no me importaba ninguna opinión, pero ese día aquel tema era lo único en lo cual mi mente parecía querer pensar.

—¿Quiéres una relación seria con ella o sólo sexo?

Fue fácil responder, pues ya había tomado mi decisión.

—Sólo sexo.—Contesté con facilidad.

No me importaba hablar demasiado alto. El sexo es tan natural como el bombeo de las sangre o la respiración, así que nadie debería avergonzarse de él.

—Entonces no existe necesidad.

—¿Y qué sucede si cambio de opinión y decido que el sexo no es suficiente?

—¿Planeas cambiar de opinión?

La respuesta era clara.

—No.

—Entonces no tienes nada por lo cual preocuparte.

Y acto seguido se marchó para tomar el pedido de Edward Miles, que amaba tomar su café mientras leía uno de mis libros favoritos. Decía ser mi más grande admirador, y esa era la razón por la cual nunca le atendía.

A veces hacía demasiadas preguntas, y yo odiaba responderlas.

Luego de contar el cambio una y dos veces más, miré mi reloj. Había estado esperando a Laura durante media hora, y mi cabeza comenzó a pensar que me había dejado plantado.

Para calmarme intenté resolver ecuaciones, pero cada vez que lo intentaba terribles escenas de Laura muriendo se reproducían dentro de mi mente. Al parecer esa era otra de las posibilidades a considerar, o eso era lo que mi perturbada mente creía.

Cada vez que escuchaba la campanilla de la entrada volteaba a mirar con la esperanza de que fuera ella quien atravesara la puerta, pero en cada oportunidad me decepcionaba más.

Luego de diez minutos no miraba hacía allí.

Las campanillas repiquetearon de nuevo, pero ya no les presté atención. No quería seguir contando las decepciones.

—¿Señor Luna?

Su respiración golpeando mi cuello me sorprendió de tal forma que gran parte del cambio fue a parar al suelo y todos los clientes del lugar voltearon a mirarme.

SEGUIRTE O PERDERTE [Titopo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora