Capitulo 11:Contra mi mente, Contra Santiago y junto a gustavo.

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Cuando desperté la mañana del día siguiente, Gustavo aún estaba durmiendo a mi lado. Tuve que comprobarlo cinco veces más antes de caer en cuenta de que realmente se trataba de él y no cualquier conquista de un loco sábado por la noche.

Y es que no podía serlo, porque él se sentía mucho mejor que cualquier conquista de sábado por la noche.

Sus brazos rodeaban mi cintura y su cabeza se apoyaba en mi pecho. Sentía su respiración en mi cuello, sus latidos contra mi piel y un cosquilleo en el estómago que, al estar a su lado, jamás se marchaba.

Se veía tan pacífico entre mis brazos que no pude evitar admirarlo. Su cabello le cubría la mitad del rostro, una pequeña sonrisa ocupaba sus labios rosados y la paz que la cubría era casi palpable.

Era hermoso, y lo sé porque mi cabeza repitió este halago hacia él setenta y dos veces antes de que su voz me interrumpiera.

-¿Por qué no puedes estar en mis sueños también?

No me esperaba esa pregunta. Tampoco las lágrimas que vinieron un poco después.

Cuando sentí sus lágrimas frías en la piel de mi cuello estaba tan desconcertado que debí alejarme.

Lo vi tan frágil que incluso yo sentí la necesidad de llorar.

-¿Tuviste una pesadilla?-fue lo primero que pregunté. Sus lágrimas no desaparecían, así que me sentí obligado a detenerlas. No quería verla así luego del día anterior. Yo solo quería hacerlo feliz.

-No. Fue un buen sueño. -se negó él. Su voz ronca debido al sueño y la tristeza en sus palabras no eran una buena combinación en mi mente, así que lo abracé, buscando de esta forma algo de orden para él.

-¿Y por qué lloras... lloras... lloras...? -repetí la palabra seis veces, y en ningún momento él detuvo su llanto.

-No era real.-contestó.

Y ya no hubo necesidad de nada más. No continúe hablando ni le pedí que me explicara lo sucedido en su propio paraíso. Yo simplemente lo consolé, pues eso era lo que parecía necesitar.

Cuando sus lágrimas se detuvieron me agradeció con diez besos, su número favorito del día. Yo le di seis, pues necesitaba devolvérselos de alguna forma.

-No lo quiero en mis sueños, Rober. Te quiero a ti.-cuando lo dijo estaba mucho más calmado, tal vez demasiado. Su mirada estaba concentrada en mis dedos, con los cuales él había comenzado a jugar.

No pude evitar sentir una punzada de celos en mi pecho, pues yo no estaba en sus sueños. Estaba él, y yo no sabía quién era él.

-¿Quién es él?

Pero él no contestó.

El dolor en su rostro me decía que no estaba listo para contestar a esa pregunta, así que no insistí. Sabía que me lo diría cuando estuviera listo.

-¿Podemos salir de aquí? Debo saludar a la roca, a los pajarillos y a lety, a Roberto también, porque ella aún no puede ver el sol y no sabe cuándo debe despertar.

Me reí al escucharlo, pero no debido a sus palabras sino a su repentino cambio de ánimo. Gustavo antuña era de esas personas que no podían permanecer tristes más de un par de segundos. Tal vez era esa una de las razones por la cual yo estaba enamorado de él.

Él terminó de vestirse incluso antes de que yo empezara a hacerlo. Dijo que saludaría a sus amigos y que luego me invitaría a desayunar, propuesta ante la cual acepté.

-Por cierto. -me dijo antes de marcharse al colar su cabeza por la entrada de la tienda. No intenté cubrir mi cuerpo desnudo, pues él ya lo había visto todo.-Gracias por quererme ayer, Roberto. Nadie lo había hecho antes.

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