Capitulo 12: Sufrir por él.

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Era día de San Valentín, pero nada especial sucedía. Yo no tenía muy en claro que era lo que estaba pasando entre Gustavo y yo. Él tampoco lo hizo, y se sintió realmente bien. Al menos yo no había quedado como el idiota de la relación.

Si es que lo nuestra era una relación.

A la hora de nuestro descanso, Gustavo había ido a almorzar junto a Lety, quien a menos de un mes de su fecha de parto ya no podía ni mover un músculo sin quejarse. No los acompañé porque Santiago insistía en hablar conmigo, y aunque los últimos días solo me miraba con desprecio él seguía siendo mi mejor amigo.

Ese día le di una oportunidad.

Nos sentamos en la mesa con nuestro almuerzos, y realmente me sorprendí al ver que Álvaro se nos unía. Digamos que últimamente mi jefe prefería salir a esas horas con su pareja, el nuevo profesor de filosofía de la escuela cercana.

Ricardo, por su parte, no había dejado de asistir al lugar. Tal vez, a pesar de su corta edad y el hecho de que Álvaro solo lo veía como un hermano menor, aún tenía esperanzas.

—Sé que te extrañará mi interés por el tema. —comenzó Santi, e incluso con estas primeras nueve palabras yo ya sabía hacia donde planeaba llegar. —Pero necesito que nos expliques qué es lo que está sucediendo entre Gustavo y tú.

Me rasqué el cuello bastante nervioso, porque ni yo mismo lo sabía. Es decir, obviamente éramos algo, pero no encontraba palabras para definir

—Se besan todos los días, tienen citas, sujetan sus manos, se miran como idiotas y, no somos estúpidos, sabemos que tienen sexo al menos tres veces a la semana. —continuó Álvaro, y no pude evitar sentirme algo incómodo.Hablar con mi mejor amigo sobre estos temas eran un poco más sencillo, pero hacerlo con mi jefe era algo extraño.

—Pero cuando hablamos no te refieres a él como "mi novio" o algo parecido. Es solo Gustavo. —era la primera vez que Santiago hablaba sobre él sin mostrar odio o desprecio, lo cuál me alegró sólo un poco. —Además no se han regalado nada por San Valentín y cada vez que un cliente pregunta por tu novio te alejas diciendo que no tienes uno.

Todo lo que decía era cierto, y es que no quería comprometerme demasiado con él cuando en cualquier momento podía marcharse. El trabajo de mesero le daba mejores ingresos, y eso significaba que reuniría la suma indicada en cualquier momento.

Aceptar lo que éramos, pensaba yo, solo le habría dado entrada libre para que rompiera mi corazón.

—Yo solo. Solo. Solo...—treinta y cuatro veces intenté continuar, pero nunca parecía ser la repetición adecuada para hacerlo.

—¿Estás seguro de que tu lengua no sufre daños cuando haces eso? Es decir, necesitas usarla con Gustavo y... —Santi era así la mayoría del tiempo. No media sus palabras y decía lo primero que se le venía a la mente, lo cual podía ser gracioso o incómodo. Lo amaba por eso.

—¡Santi!—exclamó nuestro jefe antes de dar un ligero golpe en su brazo.

La diferencia de altura entre ambos, debe admitirlo, se me hacía gracioso.

—Sé que estás enamorado de él, Roberto. Jamás te había visto así por nadie. Si él te dijera que debes parar de contar lo harías, de eso estoy seguro.—Santiago decía esto mientras sujetaba mis manos y me miraba a los ojos, cosa que hacíamos desde pequeños.

Siempre nos contábamos lo que sucedía y hablábamos con franqueza. Aceptábamos al otro tal cual era y juramos una amistad eterna.

No entiendo que nos sucedió.

—Y si, Gustavo está loco, pero...

—¡Santi!—ese volvió a ser Álvaro, y mi mejor amigo se disculpó aunque no parecía querer hacerlo.

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