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La oscuridad del Bosque Negro parecía más densa después del enfrentamiento en el que se habían envuelto, como si la sombra de Dol Guldur se hubiera extendido aún más en la vastedad de los árboles. 

La noche estaba en su punto más profundo cuando el grupo, liderado por Legolas, comenzó su camino de regreso hacia la seguridad del reino élfico. A pesar de haber escapado de la trampa que los orcos les habían tendido, había una inquietud en el aire, una sensación de que la amenaza estaba lejos de haber terminado, por eso mismo es que debían de salir de ahí, mucho antes de que fueran superados en número.

El silencio reinaba entre ellos mientras avanzaban con cautela, cada miembro del grupo se mantenía en alerta a cualquier sonido que pudiera indicar peligro.

Sin embargo, Legolas no podía evitar sentir que algo estaba mal. Había observado a Amarïe durante el combate, su valiente defensa y la poderosa conexión con la naturaleza que había salvado a todos. Pero ahora, algo en su andar parecía haber cambiado.

La notaba más lenta, más pesada en sus movimientos, como si el agotamiento la estuviera alcanzando de manera abrupta.

—Amarïe,— le llamó  Legolas suavemente, deteniéndose y girándose hacia ella. Su tono era casi inaudible, pero aún así estaba  cargado de preocupación. —¿Estás bien?

Amarïe intentó ofrecer una sonrisa, pero el gesto fue débil y vacilante, incluso bastante lejos de parecer lo que la heredera quiso brindar.

—Estoy... solo cansada,respondió, pero su voz traicionó el dolor que intentaba ocultar. Dio un paso hacia adelante, pero al hacerlo, su pierna falló, y cayó hacia el suelo con un jadeo de dolor.

Legolas reaccionó rápidamente, sujetándola contra su cuerpo, antes de que cayera por completo.

—¡Amarïe!—exclamó, la preocupación en su voz ahora fue imposible de ocultar.

  La sostuvo contra su pecho, notando cómo el calor de su cuerpo comenzaba a desvanecerse. Cuando bajó la mirada, vio algo que le heló la sangre casi por completo: un rastro de sangre oscura empapaba su ropa, revelando una herida que había permanecido oculta hasta ese momento.

¡Estás herida!Legolas examinó rápidamente la gravedad de la herida, su rostro fue palideciendo al darse cuenta de la profundidad y la seriedad del daño. —Debemos detenernos, ahora mismo. Necesitas atención, Amarïe.

   Amarïe trató de protestar, pero la debilidad en su cuerpo ya no le permitía mantenerse de pie.

No es nada... no quiero retrasarnos,—murmuró, pero su voz era apenas un susurro.

—No, no dirijas estas palabras hacia mí,—replicó Legolas con un tono firme, sus palabras que ya eran duras parecían estar aún más reforzadas por el temor que sentía al verla en ese estado. —No podemos continuar así. Debes descansar y recibir cuidados. Esto no es un simple rasguño, Amarïe.

AMARÏE- LEGOLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora