Capítulo 12: Etapa uno

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Las luces blancas impedían que mi vista volviera a la normalidad, todo era destellos que me hacían cerrar los ojos de nuevo

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Las luces blancas impedían que mi vista volviera a la normalidad, todo era destellos que me hacían cerrar los ojos de nuevo. Podía distinguir algunas figuras de blanco, y la voz de un hombre a mi lado.

—La fallida Unión —sentí que mi pecho estaba oprimido—,dejó cicatrices profundas, tanto físicas como emocionales, que se reflejan en la corrupción de su Llia.

El ardor se extendía a todo el cuerpo. Las figuras de a poco se volvían nítidas.

—Ahora, su Llia no funciona como debería, lo que le causa dificultades para conectar con otros y posiblemente represente un riesgo tanto para él como para quienes lo rodean.

Me levanté de golpe, el fuego en mi cuerpo me impedía quedarme quieto, las agujas en mi piel empezaron a salirse al mover mis brazos, quería escapar de las mujeres que intentaban controlarme. Sangre, aquellas sábanas empezaron a teñirse de rojo. La alerta de peligro en mi piel, recuerdos de alguien romperse sobre mí. Mis ojos comenzaron a arder y seguidamente, lloré.

—¡No fue mi culpa! —sollozo al detener mis movimientos—, solo quería ayudar...

No sé en que momento mamá había tomado el lugar de las mujeres, podía sentir su aroma y su mano en mi cabello. Mis manos se aferraron a ella.

—Por favor, ayuda... no fue mi culpa, no me dejen —fue lo último que logré decir.

Me desperté en medio de la noche, me cuesta respirar y cada bocanada de aire logra intensificar el dolor de mis músculos. El sudor de mi frente hizo que mi cabello se pegara a mi frente.

Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes volvían a aparecer. Me arrastraba a recuerdos que prefería enterrar. La oscuridad en la habitación no ayudaba. Una vez logré calmarme, me di la vuelta, incómodo entre las sábanas, mirando a la nada.

Cerré los ojos, tratando de forzar el sueño, pero en lugar de descanso, fue una pesadilla lo que vino nuevamente. Volví a ser aquel niño indefenso, intentando escapar de brazos ajenos. El crujido, ese sonido que me había quedado grabado para siempre, llenaba la habitación. Intenté gritar, pero mi voz se ahogó, igual que aquel día. Me desperté con el corazón latiendo frenéticamente, de nuevo.

Nada está bien.

Tristan no estaba en el cuarto, pero sabía que estaba cerca, algo me decía que si tuviera la fuerza para levantarme y abrir la fuerza, él estaría ahí. Lancé un suspiro tras ese pensamiento.

Me pasé la mano por el rostro, respirando hondo, tratando de calmarme. La sola idea de hablar con él me ponía tenso, aunque también tenía la urgencia de sentir su abrazo. Aún no entendía por qué me había abierto a él, no, quizás esté evitando confirmarlo.

Me sentía expuesto, vulnerable, y no quería enfrentar su mirada, ni su compasión o juicio, o lo que fuera que sintiera por mí.

Pasé la noche sin pegar un ojo, el cuerpo me pedía dormir, pero no lo lograba. Al levantarme tras escuchar la alarma, tomé un ducha y al juntar mis cosas para ir a clase, me detuve frente a mi puerta, no quería toparme con Tristan en la sala. Respiro hondo y sacó el aire, estoy pensando demasiado.

Althea: Sistema de compatibilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora