Pasé el resto de la noche dando vueltas en la cama, la mente invadida por las palabras de Adrian y por el inusual giro que había tomado el día. A pesar de ser impulsiva por naturaleza, siempre he tratado de mantenerse alejada de problemas que no podía controlar. Pero esta situación con Adrian era diferente. Había algo en él que me intriga, algo más allá de su actitud arrogante y su apariencia intimidante.
Finalmente, con los primeros rayos de sol asomando por la ventana, decidí levantarme. Sabía que no podía dejar que esto se quedara rondando en mi cabeza todo el día, así que opté por enfrentarlo de la única manera que conozco: de frente.
Me pongo lo primero que encuentro, unos jeans y una camiseta cómoda. No tengo tiempo para arreglarse; necesito respuestas. Cogí su bolso y salí del apartamento, sintiendo la frescura de la mañana en su piel. Sabía dónde podía encontrar a Adrian a esta hora; era conocido por su rutina matutina en el gimnasio. Valdría la pena coger 2 metros para quitarme las dudas.
Al llegar al gimnasio, sentí una mezcla de nervios y adrenalina. No es habitual en mi irrumpir en el espacio personal de alguien, pero si algo he aprendido a lo largo de los años, era seguir sus instintos. Entré en el gimnasio, el sonido de las pesas y las máquinas de cardio llenando el aire, junto con el aroma del sudor y la determinación. Nunca me había gustado estos lugares, tan cerrados y cargados.
Lo vi casi de inmediato. Adrian estaba levantando pesas en una esquina, sus músculos tensándose con cada movimiento. El cabello negro, ligeramente mojado por el sudor, caía desordenadamente sobre su frente y sus músculos, y sus ojos estaban fijos en su reflejo en el espejo. Era alto y musculoso, con una presencia que no pasaba desapercibida. Cada uno de sus movimientos era meticuloso y controlado, reflejando una disciplina que no pude evitar ladear la cabeza inconscientemente. Noté que me había quedado fijamente mirando a Adrian y cualquiera que me viera pensaría de todo menos que estaba cuerda .
Tomé un respiro profundo y caminé hacia él, mi corazón latía con fuerza. Adrian me vio acercarme por el espejo y bajó las pesas, girándose lentamente hacia mi. Una ligera sorpresa cruzó su rostro, seguida de su habitual expresión estoica.
—Olivia, no esperaba verte aquí —dijo, tomando una toalla y secándose la frente.
—Lo sé. Necesitaba hablar contigo y no quería esperar hasta más tarde —respondí, tratando de mantener la voz firme, aunque el corazón aún me latía con fuerza.
Adrian me observó por un momento, sus ojos oscuros escudriñándome como si intentara descifrar mis intenciones. Luego asintió lentamente.
—Muy bien. Hablemos afuera.
Salí del gimnasio y esperé a que se duchara y se cambiara. Estuve durante 20 minutos dando vueltas. Traté de calmarme sentándome, aunque estar cerca de él parecía hacer que mi pulso se acelerara aún más. Adrian salió por la puerta del gimnasio y se detuvo cerca del banco en el que estaba, se cruzó de brazos, mirándome con expectativa. Que yo estuviera sentada y el de pie me hacia parecer tan pequeña.
—¿Qué es tan urgente, Olivia? —preguntó con una mezcla de impaciencia y curiosidad.
Me mordí el labio, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Yo no era alguien que me intimidara fácilmente, pero la intensidad de Adrian me hacía sentirme fuera de su elemento.
—Estuve pensando en tu propuesta —comencé a decir, sin apartar la mirada de sus ojos—. Y necesito saber más. No puedo decidir sin entender en qué me estoy metiendo.
Adrian soltó un leve suspiro y se pasó una mano por el cabello negro, despeinándolo aún más.
—Ya te dije, es un proyecto que requiere discreción y confianza —dijo, su tono ligeramente frustrado—. Necesito a alguien que pueda manejarlo sin hacer preguntas innecesarias.
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De odio y lujo
RomanceOlivia es llamada para trabajar en una fundación dirigida por Adrian, un hombre con un pasado turbio que lo ha vuelto reservado y controlador. Desde que comenzó a trabajar con él, Olivia ha sentido una atracción innegable hacia Adrian aunque sabe qu...