Capítulo 7

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Entré en la oficina al día siguiente con una nueva determinación. No había dormido bien, y el miedo constante de que alguien estuviera vigilándome me había dejado en un estado de agitación. Estaba empezando a cansarme de los juegos y de las medias verdades.

Adrian ya estaba en la oficina cuando llegué, revisando algunos documentos con el ceño fruncido. A pesar de la tensión evidente en su postura, no levantó la vista cuando entré. Dejé el bolso sobre la mesa y me acerqué.

—Necesitamos hablar —dije firmemente, cruzando los brazos sobre el pecho.

Adrian levantó la vista, sorprendido por mi tono. Seguro que había esperado que todavía estuviera inquieta por la llamada de Eli, pero en lugar de eso, estaba más determinada.

—Estoy escuchando —respondió con cautela, dejándose caer en la silla detrás de su escritorio.

Respiré hondo antes de hablar. Había pasado la noche pensando en lo que sabía sobre Adrian y en lo que no sabía. He decidido que no puedo seguir trabajando así. He dejado mi trabajo por esto, que menos que me diga la verdad.

—Alguien nos está siguiendo, Adrian —suspiré—- Y no es solo por la fundación. Hay algo más aquí. Algo que no me has contado —concluí—.

Adrian frunció el ceño, su expresión volviéndose más fría.

—Te dije que no sabía quién era —replicó con voz dura—. ¿Por qué sigues presionando esto?

Sentí que mi frustración crecía. Estaba cansada de que él evitara mis preguntas, de que actuara como si no tuviera derecho a saber nada sobre el o la fundación.

—Porque necesito saber en qué me estoy metiendo —exclamé, dando un paso más cerca de él—. No puedo seguir así, a ciegas. Si realmente quieres mi ayuda, necesitas ser honesto conmigo, completamente honesto —lo miré fijamente—. Te lo dije ayer Adrian, es la última oportunidad que te doy. Si después de esta conversación, decides que no, me marcharé. Sin más.

Me miró fijamente, sus ojos oscuros ardiendo de ira.

—Ya te dije todo lo que sé —respondió, apretando la mandíbula—. No sé quién está detrás de esto.

—Eso no es suficiente —insistí , sin retroceder—. ¿Qué estás escondiendo?

Por un momento, hubo un silencio tenso en la habitación. Adrian apretó los puños, claramente luchando por controlar su temperamento. Pude ver la ira brillando en sus ojos, pero no retrocedí. No podía permitirme el lujo de hacerlo. He llegado demasiado lejos para dar marcha atrás ahora.

—No estoy escondiendo nada —dijo finalmente, con voz tensa—. Pero parece que no puedes aceptar eso.

Sentí que la rabia se encendía en mi interior. Estaba harta de sus evasivas, de su constante necesidad de control. Definitivamente no puedo con el.

—Deja de tratarme como si fuera una niña —exclamé, levantando la voz—. No me importa quién eres o cuánto poder tienes.

Adrian se puso de pie de un salto, su silla golpeó contra la pared detrás de él.

—No estoy tratando de intimidarte, Olivia —espetó, su voz llenando la habitación—. Pero parece que no entiendes lo delicado que es todo esto.

—¡No, lo que no entiendo es por qué sigues evitando mis preguntas! —grité, avancé hacia él—. Si no tienes nada que esconder, entonces dime la verdad.

El aire entre nosotros era espeso, cargado de electricidad. Noté sus puños apretados, asomando los nudillo blancos. Estaba claro que tocar este tema le enfadaba. Por un momento, pensé que Adrian iba a perder el control. Pero en lugar de eso, simplemente me miró, y su expresión se volvió más fría y distante.

—Muy bien —dijo en voz baja, casi en un susurro—. ¿Quieres la verdad, Olivia? Aquí la tienes.

Se giró y caminó hacia un archivador al otro lado de la habitación, abriéndolo con un tirón brusco. Lo observé con cautela, con el corazón latiendo con fuerza. Adrian sacó un archivo grueso y lo arrojó sobre la mesa frente a mi.

—Ahí está —dijo con voz gélida—. La verdad. Todo lo que quieres saber.

Miré el archivo con desconfianza antes de abrirlo. Sentí un nudo formarse en su estómago. Dentro había una serie de documentos, fotos y recortes de periódicos. Y luego, vi algo que me hizo detenerme.

Una foto de Adrian, más joven, junto a un hombre que parecía familiar. Me acerque a mirar la foto más de cerca y me di cuenta de que era un artículo sobre un escándalo de corrupción empresarial. El hombre junto a Adrian era su padre.

—¿Qué es esto? —pregunté con una voz suave y confusa.

Adrian se cruzó de brazos, mirándome con una expresión cerrada.

—Eso es mi padre —dijo con dureza señalando la hoja que sostenía—. Hace años, estuvo involucrado en un escándalo de corrupción. Intentó usar la fundación de mi madre para lavar dinero.

Sentí que la habitación comenzaba a girar. Todo tenía sentido ahora. La razón por la que Adrian estaba tan decidido a limpiar la fundación, la razón por la que no confiaba en nadie... Excepto a mi.

—¿Y tú? —pregunté, mis ojos buscaban los de él—. ¿Estabas involucrado?

Adrian negó con la cabeza, su expresión endureciéndose.

—No, pero la gente asumió que sí. Perdí todo por eso: mi reputación, mi pareja, mis amigos, incluso a mi madre. Murió creyendo que yo estaba del lado de mi padre.

Me quedé en silencio, procesando lo que había dicho. Podía sentir la amargura en su voz, la rabia contenida. Pero también pude ver algo más, algo más profundo. Una herida que nunca había sanado.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —pregunté finalmente, su voz más suave ahora.

Adrian me miró con una expresión sombría.

—Porque no quería que me vieras como todos los demás —dijo en voz baja—. Como el hijo del hombre que destruyó todo. He pasado años tratando de limpiar ese nombre, de demostrar que soy diferente. Pero parece que el pasado nunca me deja.

Sentí un dolor agudo en el pecho. Sabía que esto lo afectaba, había estado cargando solo. Pero también sabía que tenía que ser honesta con él.

—No estoy aquí para juzgarte, Adrian —resoplé—. Pero no puedo ayudarte si no confías en mí. Si realmente quieres arreglar esto, necesitamos estar en la misma página.

Adrian asintió lentamente, sus hombros relajándose un poco.

—Tienes razón. Lo siento. Es solo que... —vaciló, buscando las palabras—. No estoy acostumbrado a confiar en la gente. Pero estoy tratando de cambiar eso.

Me acerqué a él, colocando una mano suave en su brazo.

—Lo sé —dije con suavidad—. Y quiero ayudarte. Pero necesitas dejarme entrar —le miré fijamente—. Ver la verdad.

Adrian me miró por un largo momento y luego asintió.

—De acuerdo. Pero necesitamos ser cuidadosos. Hay personas que no quieren que esta verdad salga a la luz.

Asentí, sintiendo que, finalmente, habíamos llegado a un entendimiento. Pero aún no podía quitarme la sensación de traición de encima. Adrian había mantenido esto oculto y creo que puede haber más mierda detrás de esto. 

De odio y lujoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora