Llegué a la fundación temprano al día siguiente, lista para comenzar a investigar los documentos que Adrian me había dado. Había pasado la noche pensando en lo que había visto: números que no cuadraban, registros incompletos y algunas transferencias de dinero que parecían más que sospechosas. Sentía que estaba a punto de descubrir algo importante, y mi naturaleza impulsiva me empujaba a querer resolver el misterio cuanto antes.
Entré en la oficina con paso decidido, dejando el bolso sobre la mesa y encendiendo el ordenador que Adrian había preparado para mi el día anterior. El silencio de la mañana llenaba el espacio, dándole una calma momentánea antes de la tormenta que, de alguna manera, sabía que vendría.
Adrian llegó unos minutos más tarde, con el cabello todavía húmedo por la ducha y la camisa arremangada hasta los codos, mostrando sus antebrazos musculosos. Lo observé de reojo mientras se quitaba la chaqueta y la colgaba en el perchero, traté de no distraerme con lo bien que se veía.
—Buenos días —dijo él en un tono neutral, tomando asiento en el escritorio frente a mi.
—Buenos días —respondí, sin levantar la vista de la pantalla de la computadora.
El ambiente entre nosotros se notaba tenso, más que ayer. No se si era por la carga de trabajo o por la creciente atracción que sentía hacia Adrian. Había algo en él que me confundía, algo que me hacía querer desafiarlo a cada momento.
Durante la siguiente hora, trabajamos en silencio. Yo revisaba los archivos financieros, comparando notas y buscando discrepancias. Adrian, por su parte, estaba concentrado en su portátil, probablemente revisando correos electrónicos o redactando algún tipo de informe. De vez en cuando, yo sentía su mirada sobre mi, pero no dije nada.
Finalmente, me encontré con algo que me hizo detenerme en seco. Una transferencia de dinero significativa hacia una cuenta desconocida. Fruncí el ceño y me incliné más cerca de la pantalla, revisando los detalles. Nada en los registros sugería que este pago fuera legítimo.
—Adrian, mira esto —dije, rompiendo el silencio.
Él levantó la vista y se acercó, rodeando el escritorio para mirar por encima de mi hombro. Podía sentir el calor de su cuerpo a solo unos centímetros del mío, y tuve que concentrarse para no dejarme llevar por la distracción.
—¿Qué encontraste? —preguntó él, con el ceño fruncido mientras examinaba la pantalla.
—Esta transferencia —respondí, señalando la línea en la pantalla—. Son diez mil dólares a una cuenta que no aparece en los registros de la fundación. No tiene ninguna explicación en los archivos.
Adrian estudió los números por un momento, y luego su expresión se endureció.
—Eso no debería estar ahí —murmuró con voz tensa—. No autoricé ninguna transferencia de ese tipo.
Sentí un destello de irritación ante su tono. Se que no era mí culpa, pero la frustración comenzaba a acumularse. Había pasado horas revisando estos documentos, y la falta de información clara me estaba volviendo loca.
—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunté, tratando de mantener la calma—. No puedo resolver esto si no me das más detalles. Necesito acceso completo a los registros bancarios y a todos los archivos de la fundación.
Adrian se giró para mirarme con su mandíbula apretada.
—Te he dado todo lo que tengo, Olivia —respondió con un tono cortante y muy frío—. Si necesitas más, tendrás que averiguarlo tú misma. No puedo estar detrás tuya siempre.
Sentí un pinchazo en el pecho. Mi paciencia se agotaba rápidamente. Me levanté de la silla y lo enfrenté directamente, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Mira, Adrian, entiendo que estás frustrado, pero esto no es algo que pueda hacer sola —dije elevando un poco la voz—. Me trajiste aquí para ayudarte, así que necesito que confíes en mí y me des lo que necesito para hacer mi trabajo. No soy una maga que pueda sacar la verdad de la nada.
Adrian se enderezó, su expresión se volvió más fría, sus ojos oscuros centelleando con un desafío evidente.
—Estoy haciendo lo mejor que puedo, Olivia —respondió con firmeza—. No tienes idea de lo complicado que es manejar esto mientras trato de evitar que todo se derrumbe. Ni idea.
Di un paso más cerca, impulsada por la frustración y algo más, algo que no podía identificar del todo.
—¡Pues hazlo mejor! —exclamé, sintiendo cómo mi temperamento se encendía—. Porque hasta ahora, parece que solo estás complicando más las cosas. Si realmente quieres salvar esta fundación, necesitas dejar de actuar como si fueras el único que sabe lo que está haciendo.
Por un momento, el silencio llenó la oficina, una tensión palpable colgando en el aire. Adrian me miró con una mezcla de sorpresa y rabia. No retrocedí. Estaba cansada de su actitud autoritaria y de su constante control.
—¿Qué has dicho? —dijo Adrian, su voz baja pero afilada. Se nota que no esta acostumbrado a que le contesten así.
—Lo que oíste —respondí, sin bajar la mirada—. No puedo trabajar así. Necesito que confíes en mí, o de lo contrario esto no funcionará.
Adrian me observó por un largo momento, su respiración acelerada, y luego dio un paso más cerca, tan cerca que pude sentir el calor de su cuerpo y el olor dulce de su colonia.
—No me hables así, Olivia —ronroneó con una intensidad que me hizo estremecerse—. No sabes lo que está en juego aquí. No sabes lo que esto significa para mí.
—Entonces explícame —repliqué, desafiándolo—. Dime qué está pasando realmente. Deja de mantenerme en la oscuridad y empieza a confiar en mí, o no podré ayudarte. Me has contado que esto es por tu madre, sí —bajé el tono a más suave— pero no sé mucho más. Necesito saber en qué momento empezó a pasar esto, quien crees que quiere joderte así... Algo más, Adrian.
Adrian me miró fijamente, sus ojos ardientes de frustración y algo más, algo que no podía identificar del todo. La cercanía entre ambos era casi abrumadora, y por un momento, me pregunté si me iba a besar o a empujar.
—No tienes idea de lo que estás pidiendo —dijo Adrian finalmente, su voz baja y cargada de emoción contenida—. Estás jugando con fuego, Olivia.
—Tal vez me gusta el fuego —respondí ella en voz baja, casi sin pensar.
El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Respirábamos con fuerza, nuestros cuerpos casi tocándose, la tensión era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo. Sentí que mi corazón se iba a salir, mi impulsividad me había llevado a este punto y no estaba segura de cómo iba a salir de ello. Se acercó más, y cogió una carpeta que tenía detrás sin dejar de mirarme a los ojos. Claramente esto era un aviso. El problema es que no tenía claro que tipo de advertencia me estaba dando.
Finalmente, Adrian dio un paso atrás, rompiendo el contacto visual y pasando una mano por su cabello oscuro, claramente frustrado. Solté el aire que estaba conteniendo durante unos segundos.
—Está bien, lo haremos a tu manera —dijo con un tono forzado—. Te daré acceso a todo lo que necesites. Pero te advierto, Olivia, esto no es un juego. Hay mucho en riesgo.
Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y algo que no podía identificar del todo. Sabía que había cruzado una línea, pero también sabía que había sido necesario. No podía dejar que Adrian me intimidara o me mantuviera a oscuras. Al final ha sido el quien quería que me encargara de esto.
—Gracias —respondí con firmeza—. Y no te preocupes, Adrian. Sé que no es un juego.
Adrian me miró por un largo momento, como si estuviera tratando de entenderme, y luego asintió lentamente.
—Muy bien. Entonces, manos a la obra.
Volví a mi silla, mi corazón aún latiendo con fuerza, y me preparé para sumergirme de nuevo en el trabajo. Pero mientras miraba el ordenador, no pude evitar preguntarme qué más había detrás de la fachada dura de Adrian, y si estaba preparada para descubrirlo.
ESTÁS LEYENDO
De odio y lujo
RomansaOlivia es llamada para trabajar en una fundación dirigida por Adrian, un hombre con un pasado turbio que lo ha vuelto reservado y controlador. Desde que comenzó a trabajar con él, Olivia ha sentido una atracción innegable hacia Adrian aunque sabe qu...