Historias Breves desde el Corazón del Bosque

El bosque de la perdición

Llevaba días perdida en las profundidades de un bosque extraño. Una mañana decidí aventurarme por un camino peligroso que bordeaba un gran barranco. La superficie estaba cubierta por helechos de diversos tipos, que daban al paisaje un color vibrante. Recordé que en una clase me habían enseñado que los helechos eran indicadores de la salud del bosque; su presencia sugería que todo estaba bien. Y yo, sin considerar las advertencias sobre el bosque encantado, me había aventurado sola a investigar.

Ahora, me sentía más perdida que nunca, si eso era posible. La humedad en el aire cargaba el ambiente y se pegaba a mi piel, encrespando mi melena. Caminaba sin rumbo, sin un sendero marcado, solo helechos y árboles ancestrales que tapaban el cielo.

A medida que me adentraba, el bosque cambiaba. Los majestuosos y densos árboles se volvían desnudos y enfermizos. Las ramas se retorcían, formando un enrevesado entramado. Pedazos de cielo se colaban entre los huecos de las ramas, mostrando un firmamento grisáceo y lúgubre.

Los helechos que antes adornaban el suelo comenzaron a desaparecer, reemplazados por enormes raíces que emergían y arrasaban con todo a su paso, creando un laberinto natural. Al anochecer, la salida parecía más lejana que nunca; tendría que pasar la noche en aquel tétrico bosque, que ahora me parecía una trampa de la cual no podía escapar. Con la débil luz de la luna filtrándose entre las ramas, recogí todo lo que pude para construir un lugar donde pasar la noche.

Bajo uno de esos sombríos árboles, comencé mi labor. La corteza de los árboles parecía ideal para construir paredes y un techo. Encontré suficiente material entre las raíces del suelo. Mientras trabajaba, el tiempo pasaba lentamente y la oscuridad envolvía todo.

Pasaron los días y no logré encontrar un camino de regreso a casa. Lentamente, la esperanza de volver se desvaneció, y mi cordura también. Me estaba convirtiendo en la dueña y señora de aquel bosque encantado. Finalmente, acepté que aquel refugio, escondido en las profundidades de un bosque encantado, se acabó convirtiendo en mi hogar.