Capítulo 2: Noches de Verano

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El calor del verano en la costa era sofocante, pero la brisa del mar ofrecía un alivio bienvenido. La casa de playa, con sus paredes blancas y su terraza con vista al océano, era el refugio perfecto para escapar del estrés de la ciudad. Había venido solo, buscando paz y un respiro del trabajo, pero no esperaba que el verano me trajera algo más.

Desde el momento en que vi a Adrián, supe que algo en él me atraía. Sus ojos oscuros, la manera en que su cuerpo se movía con una confianza innata... Había algo en él que despertaba mi curiosidad y, si soy honesto, mi deseo. Pasábamos los días en silencio, saludándonos brevemente al cruzarnos en la playa, pero cada mirada duraba un poco más de lo necesario.

La tensión entre nosotros se acumulaba con el paso de los días, hasta que una noche, después de una fiesta en la playa, nos quedamos solos bajo las estrellas. La conversación era ligera al principio, pero había algo en el aire, algo eléctrico. No pude evitarlo, me acerqué más a él, hasta que nuestras piernas se rozaron.

Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese instante supe que él sentía lo mismo. Sin decir una palabra, me incliné hacia él y lo besé. Fue como prender fuego a una mecha; la chispa se convirtió en una llama que nos envolvió por completo. En la arena cálida, con el sonido del mar como fondo, nuestros cuerpos se encontraron en un frenesí de caricias y besos. La ropa fue desapareciendo, y lo que empezó como un simple beso se convirtió en una exploración apasionada de nuestros deseos más profundos.

La luna era nuestra única testigo mientras nos entregábamos completamente al placer. Cada movimiento, cada gemido, era una declaración de lo que habíamos reprimido durante esos días. Esa noche, en la playa, encontré algo que no había estado buscando, pero que me llenó de una manera que no creí posible.

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