Había oído rumores sobre la fiesta de máscaras, un evento exclusivo y clandestino donde las personas podían ser quienes quisieran, sin miedo a ser juzgados. Cuando recibí la invitación, mi curiosidad fue más fuerte que mis dudas, y decidí asistir.
El lugar estaba lleno de personas que, como yo, se habían dejado llevar por la atmósfera de misterio y erotismo. Las máscaras ocultaban nuestras identidades, pero los cuerpos desnudos y los movimientos sugestivos contaban una historia diferente.
Mientras exploraba el lugar, mis ojos se encontraron con los de un hombre al otro lado de la sala. A través de su máscara, podía sentir su mirada intensa y directa. Sin decir una palabra, se acercó a mí, y con un gesto me invitó a seguirlo.
Nos alejamos del bullicio y encontramos una habitación privada. Allí, en la penumbra, las máscaras cayeron y lo único que quedó fue el deseo desenfrenado entre nosotros. Sin necesidad de palabras, nuestros cuerpos se encontraron en una danza de pasión, cada movimiento cargado de un erotismo que nunca había experimentado.
La idea de no conocer su nombre, de no saber quién era, solo aumentaba la intensidad del encuentro. Nos entregamos completamente al momento, dejando que el misterio y la excitación nos consumieran. Cuando finalmente nos separamos, supe que nunca olvidaría esa noche.
