9 | LA OCTAVA CHICA

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Las chicas dejaron de insistirme desde la discusión, y tal como Gina me prometió antes de que ellas y James empezaran a comer, siempre me traía una bandeja con algo de comida, una bebida y algo de fruta.

Así fue durante las dos primeras semanas que se hicieron eternas en las que las chicas y James solían salir a jugar al jardín para asegurarse de que yo les veía desde mi habitación. También hicieron un par de acampadas y ocasionalmente podía ver cómo James vestía con ropa de chica. Unas veces se ponía sus bikinis y otras veces faldas o vestidos. Se comportaba como una chica más e incluso pude notar a la distancia que su pelo había crecido ligeramente en estos días.

En mi caso, al estar encerrado y por todo lo que sudaba por culpa del calor que sufría especialmente por las mañanas, cuando el sol daba directamente en mi ventana, noté que había perdido bastante peso y aunque siempre fui delgado y gracias a Gina podía comer e hidratarme correctamente, sí sentí que mi cuerpo se veía mas delgado de lo habitual y que al igual que James, mi pelo había crecido un par de centímetros.

Mi piel se sentía algo más suave que de costumbre y mi bello facial, aunque ya de normal era escaso, dejó de aparecerme con el paso de los días.

No comprendía muy bien qué estaba pasando con mi cuerpo, pero imaginé que tal vez todo se debía a la falta de vitamina D en mi piel por el hecho de no salir al exterior ni ejercitarme lo más mínimo.

Después de quince días encerrado en mi habitación sin que ninguna de las chicas ni James se interesaran lo más mínimo en mí, salvo Gina que cada día me daba de comer y me avisaba amablemente a pesar de todo lo que le dije en la pelea, comencé a sentirme realmente mal, mi pecho ardía y sudaba más de la cuenta, no solo por el calor si no porque con casi toda seguridad también tenía fiebre.

No quise recurrir a las chicas, ni avisar a nadie de que me sentía así y justo aquella mañana de sábado, de pronto se escuchó cómo se abría la puerta de la entrada de la casa.

Me puse en pie lentamente y me asomé a la ventana de mi habitación para observar cómo una limusina accedía a la carretera del jardín para detenerse frente a la puerta. De aquel lujoso vehículo se bajó Charles, el chófer que nos llevó a la mansión a James y a mí.

A lo lejos pude ver a las siete chicas que después de que Charles les abriera la puerta trasera de la limusina, se montaron en el coche. Una vez se habían montado todas la chicas, me pregunté qué había pasado con James, pero de pronto la mano de Gina desde la limusina se estiró para tomar de la mano a alguien más e invitarle a subir. Era James que llevaba su camiseta de tirantes favorita y unas bermudas vaqueras con unas chancletas de playa.

-¿A dónde coño van? - Me pregunté entre quejidos por el dolor que sentía en mi pecho mientras veía cómo Charles, de nuevo se montaba en la limusina y se ponía en marcha para abandonar la mansión.

¿En serio me habían dejado completamente solo allí?

Pensé que tal vez era el momento de vengarme de las chicas y buscar la forma de robarles la ropa para devolverles el golpe que me dieron a mí y tal vez con suerte, encontrar la mía. Tenía una oportunidad y no quería desaprovecharla.

Renqueante, salí de la habitación completamente desnudo y comencé abriendo la puerta a la derecha de mi habitación. Era la habitación de Amy y se encontraba abierta, la chica asiática había olvidado cerrar con llave, era mi oportunidad.

Entré en la habitación de Amy y allí encontré entre los cajones varios consoladores y vibradores, también abrí su armario y allí estaba toda su ropa. Saqué todo lo que había y poco a poco lo llevé a mi habitación.

Fui a todas las habitaciones y para mi sorpresa, todas estaban abiertas, así que a pesar de encontrarme tan mal, hice el esfuerzo y vacié por completo todos los armarios robándoles también todos los juguetes sexuales que tenían y sus mandos de aire acondicionado para dejarlas en la misma situación que me dejaron a mí.

El verano que me cambióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora