Te vi hablando con el chico de cabello castaño y rizado, Miguel, el nuevo que parece estar ganando popularidad rápidamente. Desde donde estaba, pude ver cómo te reías y lo mirabas de esa manera que normalmente reservabas para mí, esa sonrisa que me solía derretir. En ese momento, sentí una oleada de celos y molestia que no pude ignorar.Así que él también está en el juego pensé con rabia contenida. Intenté calmarme, intentando convencerme de que no me importaba, pero la vista de Miguel abrazándote y tú correspondías sin pensarlo sólo aumentó mi irritación.
¿Sabes qué? a la mierda.
Decidí no perder más tiempo. Fui directamente hacia ustedes, con el enojo claramente reflejado en mi rostro. No intenté disimular nada; me viste acercarme y, por un instante, un sonrojo aparecía en tus mejillas, como si te sorprendiera mi reacción. No tuve tiempo de disfrutar ese detalle, porque al llegar a tu lado, empujé a Miguel con brusquedad, apartándolo de ti. Su expresión pasó de sorpresa a enojo, con una mezcla de incredulidad, como si esperara que le devolviera el golpe.
—¡Vámonos, Tory! —dije con firmeza, tratando de mantener la calma pero con una determinación inquebrantable. Te tomé de la mano sin darle opción a responder y te llevé rápidamente hacia el patio. El patio estaba vacío, aún era temprano, y el silencio nos envolvía, lo que me dio la oportunidad de despejar el aire.
—Gracias por salvarme de ese pesado —dijiste, mientras colocabas una mano en tu nuca, como si estuvieras avergonzada por lo sucedido. Sabía que tu expresión de falsa vergüenza no era más que una fachada; estabas disfrutando del drama y del control que tenías sobre la situación.
—Lo dice la chica que no tuvo problemas en abrazar a otro frente a su novio —respondí con una risa seca, tratando de ocultar mi frustración. Pero mi risa se apagó cuando te acercaste peligrosamente a mí, tomando mi cuello de la camisa con una intensidad que me sorprendió.
—Escucha, Robby... soy tuya y vos sos mío. Si te veo cerca de otra, voy a bailar el quadradinho en tu tumba , ¿entendido? —dijiste con un tono firme y una mirada que dejaba claro que no estabas jugando. Me quedé sin palabras, atónito por lo que acababas de decir. Sentí un calor subir a mis mejillas, y me di cuenta de lo cerca que estabas de mí, de lo cerca que estabas de mis labios.
Sin dejarme tiempo para responder, te acercaste aún más, y yo, impulsado por una mezcla de confusión e intensidad, me incliné hacia ti. Nuestros labios se encontraron en un beso suave, pero cargado de una tensión que nunca había experimentado. El beso era delicado, casi etéreo, con un vaivén que transmitía una conexión inesperada. Me sostuviste por los brazos mientras yo te acariciaba la cara, y todo se sentía intensamente romántico, encantador, casi como si estuviéramos en otro mundo.
En ese instante, mientras sentía el calor de tu piel y el suave roce de tus labios, me pregunté a mí mismo qué demonios estaba pasando. ¿Cómo habíamos llegado a esto? ¿Qué estaba significando todo esto para mí? El beso, tan inesperado y tan lleno de significado, me hizo cuestionar mis propios sentimientos y el juego en el que estábamos inmersos.
Espera, ¿qué está sucediendo aquí?