08 (FINAL)

46 8 0
                                    


Te distingo entre la multitud del pasillo. Esa cabellera tuya destaca entre todos como si fuera una señal, y en un segundo ya estoy caminando más rápido, casi corriendo hacia vos. Lo notás, claro que lo notás, y te girás para mirarme.

Nuestros ojos se encuentran, y siento un golpe en el pecho. Esos ojos carmín que solían brillar con tanta fuerza ahora están apagados, hinchados, con rastros de lágrimas aún visibles. Las ojeras se notan a la legua. Me preocupás, Robby, más de lo que sabés. Mi corazón se acelera de la pura ansiedad.

De repente, te das vuelta y empezás a caminar más rápido. Me desespero. Salís al exterior, directo al lugar donde nos dimos nuestro primer beso. Me pregunto si te das cuenta de lo irónico que es. No me importa. Acelero el paso y al final te alcanzo. Te agarro del brazo con fuerza, jadeando, tratando de recuperar el aliento. Pero no te suelto, no esta vez.
—¡Tory, no! —decís, pero tu voz no suena dura; hay algo de miedo, algo de dolor.
—No, Robby, no te voy a soltar. —Mis manos se aferran a vos como si fueras la última cosa sólida en un mundo que se desmorona—. No voy a dejarte ir.

Tu mirada se suaviza un poco, veo esa lucha interna en tus ojos.
—Tory, no quiero hacerte daño... —decís, tu voz se rompe un poco, y siento que mi corazón se quiebra también.
—No me estás haciendo daño, Robby. Me hace daño estar sin vos. —Mis palabras son apenas un susurro, pero están cargadas de toda la desesperación que siento—. No quiero perderte. No después de todo lo que hemos pasado.

Tus ojos buscan los míos, y veo un destello de algo: esperanza, quizás.
—Yo tampoco quiero perderte —admitís finalmente, con una voz tan baja que casi no la escucho—. Pero tengo miedo, Tory. Miedo de que esto nos haga más daño que bien.

Me acerco más, mis manos suben hasta tus mejillas, limpiando las lágrimas que aún caen.
—No va a hacernos daño si estamos juntos. No si peleamos por esto. —Dejo escapar un suspiro, mis labios a milímetros de los tuyos—. Dejame estar con vos, Robby. Dejame intentarlo.

Veo cómo tus ojos se suavizan aún más, y entonces asentís, apenas, pero lo suficiente para darme esperanza.
—Quiero estar con vos, Tory... —murmurás—. Solo no quiero que terminemos rompiéndonos más.

Sonrío un poco, apenas, porque sé que es lo más cerca de una rendición que voy a obtener.
—No nos vamos a romper, Robby. Te lo prometo. Vamos a encontrar la forma de estar bien. Juntos.

Nos quedamos ahí, en ese lugar que lleva tantas memorias, y siento que algo cambia, algo se repara, aunque sea un poco. Tus brazos me rodean, y yo me hundo en tu abrazo.

Nos quedamos ahí, respirando el uno frente al otro. Tus brazos se aferran a mi cintura y los míos a tu cuello, como si ambos temiéramos soltarnos y que todo se desmoronara de nuevo. Siento tu corazón latiendo rápido contra mi pecho, y algo dentro de mí se calma solo por estar así, tan cerca de vos.

—Tory... —susurrás, tu voz llena de dudas pero también de algo que no puedo descifrar. Levanto la vista y te encuentro mirándome, tus ojos buscando algo en los míos.

—¿Qué pasa? —pregunto suavemente, aunque por dentro me tiemblan las piernas. Sé que estamos en el filo de algo, que cada palabra importa.

Dudás por un segundo, tu mirada baja a mis labios y luego vuelve a mis ojos.
—Te amo. —Lo decís de repente, como si esas dos palabras te hubieran estado quemando por dentro.

Me congelo. Mi respiración se detiene y siento una corriente eléctrica recorrerme. Las palabras quedan colgadas en el aire, y todo lo que puedo hacer es quedarme ahí, mirándote, como si intentara convencerme de que lo que escuché fue real.

—Robby... —mi voz apenas es un susurro, pero se rompe en el medio.

—Te amo, Tory. —Repetís, esta vez con más fuerza, como si quisieras asegurarte de que lo escuchara—. No sé cómo pasó, no sé cuándo empezó, pero es la verdad. No puedo evitarlo, no quiero evitarlo. Y sé que es complicado, y que ambos estamos hechos mierda, pero... —Tus palabras se quiebran un poco y te acercás más—. Te amo. Y eso es lo único que sé ahora mismo.

Mis ojos se llenan de lágrimas, y mi corazón da un salto en mi pecho. Algo en mí se rompe y se reconstruye al mismo tiempo.
—Yo también te amo, Robby —respondo finalmente, con un nudo en la garganta—. Te amo tanto que duele.

Te veo sonreír, una sonrisa suave, genuina, la primera en tanto tiempo. Y antes de que pueda decir algo más, antes de que pueda pensar siquiera, siento tus labios sobre los míos.

El beso es lento al principio, como si ambos estuviéramos probando el terreno, como si cada uno de nosotros estuviera intentando memorizar cada pequeño detalle. Pero pronto se vuelve más profundo, más desesperado, como si tratáramos de compensar todo el tiempo perdido, todos los momentos en los que nos negamos esto. Tus manos se enredan en mi cabello, y mis dedos se aferran a tu cuello, tirando de vos más cerca, más cerca de lo que jamás podría imaginar.

Siento tu respiración agitada contra mis labios, tu corazón golpeando contra el mío. Hay lágrimas en nuestras mejillas, pero no sé si son tuyas o mías. No importa. Nada más importa en este momento excepto el calor de tu cuerpo, el sabor de tus labios, la forma en que me estás abrazando como si nunca quisieras soltarme.

Finalmente, nos separamos, apenas, lo suficiente para recuperar el aliento. Apoyás tu frente contra la mía, y puedo ver que estás sonriendo, que yo también estoy sonriendo.

—¿Ves? —susurro, rozando tus labios con los míos—. Podemos hacerlo. Podemos estar bien.

—Juntos —decís, tu voz apenas un murmullo, llena de una calidez que me envuelve entera—. Siempre juntos.

Y nos besamos de nuevo, bajo el cielo abierto, en ese lugar que lleva tantas memorias. Y por primera vez en mucho tiempo, siento que todo va a estar bien.

Game [Keenry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora