III

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Los destellos de las cámaras cegaban a Lionel; cada vez que alzaba la mirada, el brillo intenso de los focos lo obligaba a entrecerrar los ojos, mientras luchaba por mantener una expresión neutral. El clamor incesante de los reporteros, las preguntas que se lanzaban desde todas direcciones y la luz constante lo hacían sentir atrapado en una jaula de luminosidad y ruido.

París, con su elegancia y sofisticación, siempre le resultaba extrañamente incómoda, tal vez era la frialdad en el aire, o el desagradable olor que parecía impregnar cada rincón-Los rumores eran ciertos: los franceses rara vez se bañaban-. Había millones de cosas que hacían que la ciudad no se sintiera como un lugar acogedor para él, salvo por una sola. Era su pelo, su piel, su sonrisa. El solo concepto de su imagen logro arrancarle una sonrisa auténtica mientras sostenía la camiseta azul con el número 10 entre sus manos.

Se sentía como si tuviera 17 años otra vez, desorientado y más vulnerable que nunca. Cada palabra, cada movimiento, era como si todo fuera criticado. Apenas había soltado la mano del dueño del club cuando se retiró deprisa, encontrándose con Kun detrás de bambalinas, quien se extrañó al verlo tan pronto ahí.

—Che, ¿A dónde vas? —preguntó Kun, alcanzándolo con rapidez. —¿No irás a la fiesta?

—No tengo ganas... —respondió Lionel, con un suspiro de cansancio.

—Bue, allá tú... —dijo Kun, encogiéndose de hombros. 

Poco a poco, el bullicio se convirtió en ecos lejanos, pero eso no significaba que las interrogantes de Kun se hubieran detenido. Y es que todo había ocurrido en cámara rápida: Ver a su amigo levantarse con la desición de despedirse con lágrimas de cocodrilo del club de sus amores, tomar el primer huelo  a un país que huele a meados, y sabiendo que Lionel no firmaría ni por tres copas mundiales. Y como cereza del pastel, se mete en los negocios de producción de vino y lo convierte en su socio-no era queja, que va,  nadie se niega a una plata extra, y menos si la cara  era el recién campeón del mundo-, todo esto pareciera que Lionel se había levantado ya no con la pierna izquierda, sino directamente con las manos.

—¿Querés ir a por Pot-au-feu?—dijo Kun tratando de cubrir su garganta del frio parisino.

-¿Y eso que es? 

—Puchero —respondió sin darle demasiada importancia, mientras dirigía la mirada en buscando el auto que los llevaría a su nueva casa.

Lionel se llevó las manos a la boca, tratando de calentarlas. Quería evitar cualquier conversación innecesaria. Su mente estaba en otro lugar, intentando procesar todo lo que había cambiado en tan poco tiempo. ¿Valía la pena? Carajo, dolía hasta el alma, pero claro que sí lo valía.

—¿Es ese? —preguntó Kun, señalando Bentley lujoso. Lionel solo asintió con la cabeza y comenzó a caminar hacia el auto que los esperaba, sin decir una palabra más.

—¿Y que tal un bife? —sugirió Kun, mientras ambos se acercaban al vehículo.

Lionel asintió débilmente, queriendo dejar atrás la pesada atmósfera de la conferencia y sumergirse en la oscuridad tranquila del auto. 

—Che, responde algo boludo...

Apenas abrieron la puerta, cuando una figura emergió de las sombras del asiento trasero.

—¡Boo! —exclamó una tercera voz, haciendo que ambos hombres saltaran hacia atrás con un grito casi ensordecedor. La risa traviesa atravesó sus oídos inmediatamente, y poco a poco, Lionel comenzó a recuperar la compostura mientras la tensión se disipaba.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —dijo Lionel, recuperándose del shock

—¿Qué? No puede un viejo amigo darte la bienvenida a la ciudad del amor—respondió Neymar con una sonrisa traviesa, encogiéndose de hombros mientras se deslizaba fuera del auto. 

Perfecto [Mechoa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora