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Carlos no dejaba de mirar el techo, aferrándose a su mochila de emergencia como un salvavidas. Hubiera dado cualquier cosa porque los ronquidos de su esposo fueran la única razón de su insomnio, y no las noticias que rondaban su cabeza.

Los recuerdos seguían vívidos, cada detalle aferrado a su mente mientras corría por los pasillos del hospital, buscando a Hirving con una desesperación palpable. Abría puertas con prisa, sin detenerse, mientras las voces de los médicos se mezclaban en términos que apenas lograba entender. Hasta que, de pronto, una palabra se destacó entre el murmullo, rompiendo el caos con una claridad abrumadora.

"Su Omega se encuentra en cinta."

Debería haber sido motivo de celebración, pero la alegría se ahogaba en una preocupación insaciable: ¿Cómo afectaría el embarazo tras el ataque? ¿Y si la herida había puesto en riesgo la vida del cachorro? Acebedo no podía dejar de imaginar todos los escenarios posibles, cada uno más inquietante que el anterior, y cada vez que intentaba calmarse, su mente volvía a ese mismo punto, sin encontrar alivio.

—¿Estás bien? —preguntó Lozano

—Claro que estoy bien. —respondió Carlos con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora

Carlos tragó saliva, pero no podía sacudirse el nudo en su estómago. Una mezcla de miedo por el futuro y rabia por no haber podido proteger a su omega en el altercado lo mantenía en vilo. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Hirving herido regresaba a su mente.

La identidad del atacante seguía siendo una incógnita que lo atormentaba. Ese maldito había entrado en el departamento de su jefe como si nada, como si fuera intocable, y había lastimado a Hirving sin piedad. Carlos apretó los puños, la ira recorriendo su cuerpo, deseando con todas sus fuerzas descubrir quién era ese alfa para enfrentarlo, para hacerle pagar por lo que había hecho. El solo pensar en cómo Hirving había sido herido lo consumía, alimentando su rabia con cada segundo que pasaba sin respuestas.

—¿Aun deseas...Aun deseas tener una familia conmigo?

La ira de Carlos se detuvo en seco, transformándose en un nudo que comenzó a formarse en su garganta cuando escuchó la voz suave de Hirving. 

¿Acaso dudaba de que aún lo amaba? ¿Había soltado su aroma sin darse cuenta, intentando calmarlo? ¿Sería capaz de deshacerse de su cachorro solo por haberlo visto tan enojado? 

Giró la cabeza lentamente para mirarlo, y al instante se sintió aún más culpable. Los ojos de Hirving brillaban con una mezcla de culpa y tristeza que lo desarmaron por completo.

—Claro que sí—respondió sin vacilar , se acercó al borde de la cama, tomando la mano de Hirving entre las suyas—. Lo que más quiero en este mundo es formar una familia contigo.

Hirving sonrió complacido por su respuesta, pero ese gesto, lejos de reconfortar a Carlos, solo lo hizo sentir peor. Sintió una punzada en el pecho, como si esa frágil sonrisa fuera un reflejo de todo el dolor que su Omega intentaba ocultar, verlo  esforzarse por tranquilizarlo, cuando debería ser él quien le diera consuelo, lo llenó de una profunda sensación de impotencia.

—Deberíamos estar un poco más feliz....—dijo débilmente, aunque su expresión no ocultaba el cansancio.—Vamos a tener un cachorro...

—Después de lo que te hicieron... —dijo con la voz cargada de sinceridad, mientras apretaba los dientes, intentando contener las lágrimas—No puedo evitar pensar en lo que pudo pasar, en lo cerca que estuve de perderte... de perderlos a ambos.

Hirving apretó su mano suavemente, un gesto pequeño pero cargado de significado, atrayendo la atención de su Alfa.

—Amor, estamos bien. —Hirving apretó más la mano de Carlos, atrayéndolo hacia él—. Los médicos dijeron que todo va a salir bien. —Sonrió suavemente, con esa calidez que Carlos siempre había admirado—. Y vamos a tener una familia...

Perfecto [Mechoa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora