TRAUMA
Aquiles tenía ocho años y, como cualquier niño de su edad, solía fascinarse con juguetes brillantes y coloridos que veía en la tienda del barrio. Había uno en particular, un pequeño robot de colores metálicos de su personaje favorito de las caricaturas que veia, y que no podía sacarse de la cabeza. Cada vez entraban a la tienda, Aquiles se quedaba mirándolo, deseándolo intensamente, pero sabía que sus padres no podían comprarle ese juguete tan caro.
Un día, mientras acompañaba a su hermana Astrid a la tienda, la tentación fue demasiado fuerte. Sus ojos se posaron en el robot que tanto quería, y antes de darse cuenta, lo había tomado con cuidado y lo había metido en su mochila. Su corazón latía con fuerza, y una mezcla de emoción y miedo le recorría el cuerpo. No quería que lo descubrieran, pero tampoco podía resistirse a ese impulso.
Sin embargo, Astrid lo había visto. Cuando salieron de la tienda, ella lo miró con el ceño fruncido y le dijo—Aquiles, eso está mal. Voy a decirle a mamá y papá.
La amenaza cayó como una pesada losa sobre Aquiles. Todo el temor que había estado sintiendo se transformó rápidamente en ira. Él no podía dejar que su hermana lo delatara. Era injusto, pensaba, que como ella era niña era la consentida de la familia y siempre el compraban las muñecas que ella quería, mientras que a el solo le compraban un juguete de precio moderado en su cumpleaños.
—¡No! —gritó Aquiles, con los ojos llenos de rabia y miedo—. ¡No les digas!, ¡Este juguete es mío!
Astrid lo miró, firme en su decisión, y eso hizo que la furia de Aquiles aumentara. En un impulso que no pudo controlar, la empujó con fuerza. Astrid, sin estar preparada para el golpe, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, golpeándose la cabeza contra el suelo de concreto. El sonido del golpe resonó en el silencio de la calle, y Aquiles sintió cómo el mundo se detenía. Vio a su hermana tendida en el suelo, inmóvil, y un frío aterrador lo recorrió de pies a cabeza.
Sin pensarlo, Aquiles empujó a su hermana con todas sus fuerzas. Astrid, sorprendida, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Todo pasó en cuestión de segundos, pero para Aquiles, el momento se sintió eterno. Vio cómo Astrid caía y su cabeza golpeaba el borde de una mesa con un sonido sordo. El silencio que siguió fue aún más ensordecedor. Astrid no se movía.
La voz de un adulto cercano se escuchó, y en cuestión de segundos, todo se volvió caótico. Personas corriendo hacia Astrid, la llamada a una ambulancia, y Aquiles, paralizado, sin saber qué hacer, observando la escena como si fuera un mal sueño del que no podía despertar. Cuando sus padres llegaron al hospital, las palabras parecían perder todo significado. Astrid estaba en coma, y los médicos no sabían cuánto tiempo tardaría en despertar.
En esos días que siguieron, Aquiles no podía dejar de pensar en lo que había hecho. El juguete que había robado se convirtió en un símbolo de su culpa; lo escondió en el lugar más profundo de su armario, incapaz de mirarlo sin sentir una ola de angustia. El peso del remordimiento era abrumador. Sus padres no lo culpaban directamente, pero él podía sentir el cambio en sus miradas, el silencio incómodo en la casa. Nadie tenía que decirlo; Aquiles sabía que todo era culpa suya.
ESTÁS LEYENDO
DE MUCHACHO DE PREPARATORIA A CHICA UNIVERSITARIA (multiverso gender bender)
AcakEl sueño de Aquiles es ser Arquitecto pero al golpear al rencoroso director de su preparatoria sus sueños se viene abajo porque este mueve sus influencias para que no pueda entrar a la universidad publica. Como su familia no tiene dinero para ma...