Baile de máscaras

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Por todo el reino corrió un comunicado que informaba sobre la nueva alianza con un poderoso país. Para celebrar aquella ocasión se llevaría a cabo un baile con una temática original: máscaras. Se prohibiría la entrada a cualquier noble que no tuviera una máscara puesta, las ordenes del rey fueron así de concretas.

Sería toda una ocasión porque estarían los ocho príncipes juntos después de tanto tiempo. La conmoción en el reino era inevitable, más aún cuando se confirmó la noticia de que el bello príncipe Geto estaría presente también. En el palacio se destinó el mejor salón para convertirlo en la pista principal que fue decorado con candelabros brillantes, largas cortinas de terciopelo y música suave de fondo. Entre los invitados obviamente se encontraban el rey, reina y sus hijos del país de la nueva alianza, pero también se incluía a todos los demás nobles que tuvieran alianzas con el rey, como una forma de celebrar los vínculos nuevos pero también los antiguos. 

El príncipe Geto estuvo alejado casi todo el día de su guardián. Por más que Gojo nunca lo perdió de vista, no pudieron tener un momento a solas como acostumbraban. Los sastres se encargaron de vestirlo con las mejores ropas, luego las nodrizas de la reina se encargaron de su cabello para que fuera recogido de la manera más prolija posible y además le proporcionaron una máscara especial. 

Entre tantas formalidades Geto comenzó a aburrirse, no podía hablar con su amigo y debía escuchar aburridas charlas sobre modales. Casi se durmió escuchando a las indicaciones de su padre cuando lo sorprendió un golpe suave en la espalda. Se volteó entre confundido y molesto, dispuesto a confrontar a la persona, pero acabó sonriendo al notar que se trataba de su hermano mayor. No solo él, sino todos los príncipes habían vuelto de las guerras y estaban allí para participar de la fiesta.

Geto, en todos esos meses sin sus hermanos, olvidó lo divertidas que podían ser las cenas con su familia, había pasado mucho tiempo desde la última vez que rio tanto por las anécdotas graciosas de uno de el más extrovertido, o las locas ocurrencias de otro más fantasioso. Hasta sintió envidia de aquellos tres mayores que anunciaron oficialmente su futuro matrimonio y contaban sus heroicas victorias de la guerra. El comedor real se llenó de risas, algo que no era usual en el castillo, por lo que hasta la servidumbre sonreía de felicidad al ver tanta armonía de la familia real. Gojo mantuvo su distancia, creyó que estorbaría si permanecía cercano al príncipe y tuvo razón, allí con los demás príncipes no tenía de que preocuparse por la seguridad del más bello de todos. Tras compartir la cena cada cual fue a su habitación para colocarse las máscaras a la espera de los invitados que puntualmente debían llegar a las ocho de la noche. 

El conjunto que Geto portaba era de color azul, resaltando la intensidad de su oscuro cabello y esa tez tan blanca como la misma nieve. Escuchó que golpeaban la puerta y abrió con ansias, esperando que se tratara de Gojo para poder contarle toda su felicidad...pero no, era otro soldado más que le avisaba que requerían su presencia en el salón principal porque ya habían llegado todos los invitados. El príncipe se descubrió decepcionado y echando de menos la presencia de su guardia, sin embargo accedió y caminó hasta allí. Luego de una presentación formal por parte del Rey, agradeciendo a los presentes por su presencia y conmemorando las buenas alianzas, propuso un brindis por la amistad y posteriormente el baile comenzó. De más está decir que todos los ojos fueron a parar en ese príncipe de largos y negros cabellos que casi nadie había visto en persona, tan solo se habían escuchado historias sobre él. Por más que tuviera una máscara era inconfundible, hubo quienes se sintieron intimidados por su belleza, quienes lo envidiaron, pero también hubo quienes lo desearon.

— Su alteza. Es un placer verlo por primera vez.

Una voz desconocida alteró todos los sentidos del príncipe, quien se apresuró a saludar con nerviosismo. Su ansiedad estaba por los cielos, había vivido tantos meses recluido del contacto con grandes grupos de personas que ahora se sentía ligeramente sofocado. No estaba su amigo para que calmara sus ansiedades. 

Más allá de la lealtad | satosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora