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-Mío -susurraba la suave voz del chico que tenía a Checo entre sus brazos.

Checo no estaba seguro de si era la segunda o la décima vez que escuchaba esa palabra, pero de alguna manera lograba que su lobo ronroneara, lo que inquietaba la pequeña, pero funcional, parte racional de su cerebro.

Cuando vio a ese extraño chico acercarse a él y a Max, no esperaba que se lanzara sobre él como un león hambriento a su presa, pero lo hizo. Los brazos pálidos del chico lo envolvieron en un abrir y cerrar de ojos, y sin pensarlo demasiado, Checo correspondió al desesperado y urgente abrazo.

Max, el novio del mexicano, intentó separarlos de inmediato, sacando a relucir su instinto alfa, pero el argentino simplemente gruñó. Con su voz de alfa dominante, alejó al holandés tan fácilmente como si solo hubiera soplado una hoja. Checo no intentó apartarse del alfa que decía ser suyo, no porque no quisiera, sino porque su lobo no le permitía alejarse de quien ahora restregaba su nariz en su cuello.

-Mío -repitió el argentino, lamiendo el lugar donde debería ir la marca de enlace.

-Alfa -gruñó el mexicano, cerrando los ojos y presionando el cabello del chico que tenía el rostro hundido en su cuello. El alfa gruñó de satisfacción ante ese simple gesto.

Un gruñido externo hizo que Sergio abriera los ojos de nuevo, percatándose del mal humor del piloto neerlandés. El mexicano intentó dar un paso atrás para alejarse del alfa que lo tenía aprisionado, pero no lo logró. Lo único que consiguió fue que el alfa sujetara su cintura con más fuerza, acercándolo aún más a su pecho.

-¿Qué está pasando aquí? -preguntó el jefe de Mercedes, llamando la atención de los presentes.

Hasta ese momento, Checo no se había dado cuenta de todas las personas que los rodeaban, murmurando y tomando fotos. Esto le provocó una gran vergüenza y aumentó su deseo de alejarse del joven alfa. Y, aunque aún no había una marca de enlace, Franco podía percibir sutilmente las emociones negativas de su omega, por lo que lo apretó más contra sí, como si de alguna manera pudiera calmarlo solo con su cercanía.

Mientras Franco se sentía en una burbuja, solo con ese precioso omega de pecas, Toto Wolff seguía buscando una explicación que pudiera aclarar lo que estaba sucediendo con su nuevo piloto. No fue hasta que Carlos Sainz apareció de la mano de su destinado para explicar lo que él sabía que estaba ocurriendo.

-Franco ha encontrado a su destinado -aclaró el piloto español, provocando exclamaciones y una nueva ronda de murmullos entre los presentes en el evento.

Nadie se atrevía a contradecir a Carlos, ni siquiera Max Verstappen, que ardía de ira al ver a su omega en brazos de otro alfa. Todos sabían que Carlos no mentiría sobre un tema tan delicado, y mucho menos cuando él mismo conocía bien la situación, siendo hijo de padres destinados y habiendo encontrado a su propio destinado unos años atrás.

-¿Y qué deberíamos hacer ahora? -preguntó Lewis, visiblemente preocupado por su compañero.

-Es su primer encuentro. Sus lobos no querrán separarse en ningún momento -empezó a explicar Charles, apretando la mano de Carlos y esbozando una pequeña sonrisa al recordar el momento en que había conocido a su alfa-. Literalmente, podrían pasar todo un día sin poder vivir sin la cercanía del otro.

-Deberían llevarlos a un lugar estéril, donde no haya aromas externos, solo el de ellos dos -propuso Carlos, mirando seriamente al jefe de Mercedes.

-¿Un hotel? -preguntó Lewis, algo confundido.

-Podría ser en alguna de sus casas o departamentos, siempre y cuando mantengan el aroma de uno de ellos, pero sin que haya olores de otras personas -explicó el monegasco.

-No sé si sea lo mejor dejarlos solos -mencionó Max, dolido por lo que escuchaba.

Charles lo observó con compasión, entendiendo en parte cómo debía sentirse el piloto al saber que su novio estaría a solas con otro alfa. Mientras tanto, Carlos lo miraba con cierta irritación; su lado humano quería empatizar, pero su lobo solo sentía molestia al ver cómo otro alfa pretendía interferir con el destinado de otro.

-Debemos llevarlos a otro lugar -decidió Wolff, dirigiéndose hacia su primer piloto.

-De hecho, debería hacerlo un beta. Si otro alfa se acerca, tenga pareja o no, Franco lo verá como una amenaza -dijo Carlos, deteniendo al jefe de Mercedes.

-Yo puedo hacerlo -ofreció Charles, provocando que su pareja lo mirara con preocupación-. Soy un omega marcado. Franco no me verá como una amenaza, y Checo tampoco.

Tras un largo intercambio de miradas, donde Carlos se resistía a dejar ir a su omega, finalmente cedió.

Mientras tanto, Sergio y Franco, que seguían abrazados, marcándose inconscientemente con sus aromas, habían escuchado todo lo que los demás decían sobre ellos. Franco ya sabía la mayoría de lo que la pareja destinada había explicado, algo que sus padres le habían enseñado desde pequeño, por lo que no le daba mucha importancia. Por otro lado, Checo, que no era hijo de padres destinados, no sabía nada de eso, y aunque se sentía extremadamente cómodo en los brazos del alfa, un sentimiento de culpa no lo dejaba en paz al ver la mirada cargada de emociones de su novio.

-Franco, soy Charles, piloto de Ferrari -dijo el monegasco, acercándose con sumo cuidado al argentino y al mexicano.

Franco emitió un sonido suave, confirmando que lo escuchaba.

-Sabes que ahora debo llevarte a un lugar donde puedas estar a solas con el omega, ¿verdad? -preguntó Charles, posicionándose al lado de la nueva pareja destinada.

El argentino asintió sin apartar su rostro del cuello de Checo.

-Muy bien, entonces yo los llevaré, ¿estás de acuerdo? -continuó el omega con una voz tranquila, dirigiéndose a Franco.

Franco volvió a emitir un sonido afirmativo, sin querer despegarse ni un centímetro del omega.

-¿Y tú, Checo? ¿Estás de acuerdo? -preguntó Charles, ahora mirando al mexicano.

Checo no pudo evitar sentir una ligera incomodidad ante la idea de otro omega interviniendo de alguna manera entre él y el alfa que lo abrazaba tan posesivamente. Sin embargo, el hecho de que Charles estuviera marcado le daba una pequeña sensación de tranquilidad.

-Sí -respondió en un susurro el mexicano.

-Muy bien, síganme -dijo el omega de Ferrari, abriendo paso entre la multitud que se había formado alrededor de la escena.

Sin previo aviso, Franco cargó a Checo al estilo nupcial, tomándolo en brazos con facilidad. A pesar de su reticencia a admitirlo, Checo se sentía increíblemente bien en los brazos fuertes del argentino.

Mientras se alejaban, Checo finalmente buscó la mirada de su novio, Max, que estaba cabizbajo, con una mueca en los labios y un evidente sonrojo fruto de su reciente rabieta al saber que su pareja estaría lejos de él. Checo sintió un inmenso remordimiento, pero las emociones que brotaban al estar tan cerca de Franco no le permitían pensar con claridad. Instintivamente, el mexicano escondió su rostro en el cuello del alfa, provocando que Franco se estremeciera y esbozara una sonrisa al sentir al bello omega tan cerca.

La escena fue capturada por las cámaras de los medios presentes en el evento. Aunque en ese momento Checo no le dio demasiada importancia, sabía que sería un problema cuando las emociones que sentía en ese instante comenzaran a disiparse. En un intento por escapar de la realidad que lo rodeaba, cerró los ojos y se concentró en el aroma reconfortante de tierra mojada con un toque de coco que emanaba del alfa que lo sostenía con firmeza.

Mañana será un nuevo día, mañana podría pensar con claridad.

La Regla de Colapinto | Checo & FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora