Checo no había asistido al GP de Australia. Hace una semana, había tenido una pelea con Max. De alguna manera, el idiota de su novio se había enterado de que se encontraría con Franco, y el neerlandés se tomó la libertad de entretenerlo para que no llegara a su destino, a pesar de que la cita era en su propio hotel.
El mexicano recordaba aquel suceso como si hubiera sido ayer.
[...]
Checo se había metido al baño, dispuesto a tomar una ducha relajante, pero no salió agua de la regadera. Fue al teléfono de la habitación, pero tampoco funcionaba. Intentó salir, pero la chapa de la puerta parecía estar trabada. Al principio, Sergio pensó que todo era solo una serie de coincidencias desafortunadas. Pero los problemas solo empeoraron.
No pudo ponerse ropa limpia porque su ropa había desaparecido misteriosamente de la habitación. No pudo llamar a nadie porque, al igual que su ropa, su celular también había desaparecido. Esto definitivamente iba más allá de la mala suerte.
Incluso las ventanas parecían estar pegadas con algún tipo de pegamento. Y aunque al principio no había considerado saltar por la ventana, llegó a un punto en el que pensó que esa era su mejor opción.
Sabía que no podía golpear la puerta como un loco desesperado, aunque así se sentía, porque causaría una escena y su madre lo reprendería por la mala publicidad. ¿Pero qué se suponía que debía hacer? ¿Quedarse sentado y esperar a que alguien lo liberara?
Finalmente, eso fue lo que terminó haciendo. De vez en cuando revisaba si el teléfono volvía a funcionar o si la puerta se podía abrir, pero después de tres horas, se dio por vencido.
Lo que más le dolía no era estar encerrado en pijama, sino saber que Franco lo estaba esperando abajo para hablar con él... ¿Lo estaría esperando? Checo comenzó a dudarlo.
Pasada la una de la tarde, la puerta de la habitación finalmente se abrió, revelando a Max con una maleta en una mano y el celular de Checo en la otra.
El mexicano no perdió el tiempo y se acercó rápidamente a él, dándole pequeños golpes en el pecho del alfa.
-¿Qué chingados te pasa, cabrón? ¿Acaso estás pendejo, Emilian? ¡Estuve encerrado por más de dos horas en esta habitación! -reclamó el omega-. ¡Sabes que odio estar encerrado, que me da pavor estar solo en espacios reducidos! ¡Eres un pendejo!
-¿Puedes parar? -Max sujetó las muñecas del omega, deteniendo los golpes-. ¿Por qué estás tan enojado? Yo no soy el que iba a ponerle los cuernos a su novio.
Ahora era el turno del alfa para reclamar. Su enojo era tan evidente como el del omega.
-No te iba a engañar, cabrón.
-Oh, ¿en serio? ¿Y entonces por qué mierda quedaste con el jodido argentino ese?
-¡Para hablar, neandertal! La gente civilizada también se reúne para hablar, pinche pendejo.
Ambos estaban tan enojados que decían lo primero que se les pasaba por la cabeza, sin siquiera considerar si sus palabras herían a su pareja.
-¿Hablar? No me jodas, Sergio. El argentino no aceptó solo hablar contigo, es un alfa. Lo único que buscan es un omega fértil para procrear, ¡nada más!
-Tú eres un jodido alfa, idiota. ¿Tú también solo me buscas para eso? ¿Para cargar con tu cachorro y ser tu estúpida esposa trofeo? "La perfecta WAG del tricampeón" -dijo Checo, imitando la voz de Max en una de sus últimas entrevistas.
-Si tanto querías hablar, ¿por qué mierda no me lo dijiste a mí? ¿Por qué no me dijiste que te ibas a reunir con ese alfa?
-Porque siempre que lo intento, me ignoras -respondió el mexicano, acercándose al alfa, con una mirada más enfadada de lo que Max había anticipado-. Porque siempre que menciono cómo se siente mi lobo, cambias de tema.
Con cada paso que daba el omega, Max retrocedía. No entendía cómo un pequeño omega como Sergio lograba intimidar tanto a su lobo.
-Porque cada vez que menciono, aunque sea la mínima oportunidad de hablar con Franco sobre el tema de ser destinados, parece que te estoy diciendo que te voy a dejar -Checo se detuvo, viendo a Max arrinconado contra la pared-. Porque parece que lo único que te importa en esta relación es lo que tú quieres, y no ves que esto me está afectando mucho más de lo que te das cuenta.
Max tragó saliva con dificultad. Su novio nunca le había hablado de esa manera en toda su relación.
-He bajado siete kilos, Max. Mi cabello ha dejado de ser rizado y comenzó a secarse. Mi lobo aúlla todas las noches, y al no poder consolarlo, lo único que hace mi cuerpo es temblar -Checo tomó aire antes de continuar-. ¿Acaso te disté cuenta de que comencé a tomar medicación porque mi cuerpo ya no produce los anticuerpos necesarios para mantenerme de pie?
Y fue entonces, con sus propias palabras, cuando Checo entendió lo que Franco había querido decirle aquella vez: "Me gustaría que, a partir de lo que ahora sabes, tomes las mejores decisiones, no por mí, sino por ti."
Fue por eso que, desde que su estado de salud empezó a decaer, Checo decidió acercarse a Franco. Los doctores le habían recomendado estar cerca de su destinado, pues sabían que la distancia era la principal causa de su deterioro. Sus lobos, aunque separados, siempre buscarían la presencia del otro.
-No tengo la intención de dejarte, Max, pero si tu egoísmo no te deja ver más allá de tus propios deseos, tal vez lo mejor sería darnos un tiempo.
[...]
Hasta ese momento, esa había sido la peor pelea en su relación.
Y, en ese momento, Sergio se sentía demasiado triste. Quería fingir que era por la pelea con Max, pero la realidad era otra.
Su lobo se había entusiasmado con la mínima oportunidad de establecer algo con el argentino. Sabía que, si el neerlandés no estuviera en su vida, todo sería diferente.
Pero el mexicano tampoco podía mentir, aún amaba a Max. Su relación había sido preciosa y muy sólida. Aún le impresionaba cómo las cosas podían cambiar en un solo instante.
Ahora, desde su cómoda residencia en Beverly Hills, Checo veía la transmisión en directo del GP de Australia. Sentía pena por Max y su cuarta posición, pero su lobo y él no podían evitar emocionarse al ver que Franco había ganado.
Sin embargo, su felicidad no estaba completa. Le dolía profundamente ver cómo el alfa era abucheado. El mexicano sabía que, de alguna manera, él era el culpable de aquello.
Su lobo lloraba desconsolado, pidiéndole a Checo ir a consolar a su alfa, aunque tuvieran que viajar horas solo para estar a su lado. Su lobo se lo exigía, y Checo quería sucumbir a sus deseos. Después de todo, él también lo quería.
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La Regla de Colapinto | Checo & Franco
FanfictionTener un destinado o encontrar a tu alma gemela es un regalo que, en sus orígenes, solo se otorgó un omega valiente y audaz. Fue una sorpresa para muchos que este don se transmitiera a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y así sucesivamente, gene...