three

351 35 7
                                    

Ni Carlos ni Charles habían mentido. Los lobos del piloto y el joven influencer no querían alejarse. Después de unas pocas palabras de Charles para Checo, el monegasco los dejó solos, en el pequeño departamento de Franco. Habían pasado ya dos horas, y desde ese momento hasta ahora, ni Checo ni Franco habían dicho una sola palabra. Aunque el silencio alteraba un poco a Checo, Franco, por su parte, estaba completamente fascinado con su rostro enterrado en el cuello del mexicano.

-Franco -habló Checo, alejándose unos centímetros del alfa.

Ambos se encontraban sentados en el suave sofá del argentino, y aunque al principio habían mantenido una distancia prudente, en ese instante Franco estaba prácticamente encima de Checo. Aunque el mexicano quisiera decir que se sentía incómodo, la realidad era que no lo estaba, y eso solo lo hacía sentir peor, porque, aunque estaba con Franco, no podía dejar de pensar en Max.

-¿Franco? -volvió a llamar la atención el omega.

El argentino finalmente se apartó del omega al percibir un atisbo de preocupación en su voz.

-¿Estás bien? -preguntó el alfa con rapidez.

-Sí, yo... uh -Checo se aclaró la garganta antes de continuar-. Estoy bien, solo que...

No pudo terminar de hablar, porque no encontraba las palabras para expresar todos los pensamientos que lo mantenían inquieto.

-¿Qué sucede, omega? -preguntó con dulzura el alfa, colocando suavemente una mano en la mejilla de Checo.

El mexicano, casi sin darse cuenta, se inclinó ante el contacto firme de la mano de Franco, provocando una sonrisa en el argentino. Checo se permitió entonces apreciar la belleza del alfa frente a él, porque, ¡mierda!, claro que era ridículamente atractivo.

-Dime qué te atormenta y lo solucionaremos -volvió a hablar Franco.

Pero como un balde de agua fría, los pensamientos que lo angustiaban regresaron con fuerza a la mente de Checo, justo antes de perderse en esa sonrisa encantadora enmarcada por los esponjosos y tentadores labios del alfa. Asustado por esos detalles que lo distraían, se levantó de un salto del sofá y retrocedió unos pasos, buscando claridad mental.

Franco se alarmó al ver la reacción del omega, así que se levantó de inmediato y se acercó a él. Sin embargo, por cada paso que daba hacia Checo, el mexicano retrocedía otro.

-¡No, espera! -exclamó Checo, señalando al alfa con un dedo-. ¡Detente ahí!

Y, como si se tratara de una orden dada a un perrito, Franco simplemente obedeció.

-Omega...

Franco quería acercarse, pero temía perturbar al omega. Checo, por su parte, solo deseaba que mantuvieran distancia. Cerca del alfa, no podía pensar con claridad.

-No, de verdad, quédate ahí -suplicó el mexicano.

Franco levantó las manos en señal de rendición, dejando claro que estaba a disposición de Checo. El omega se mordió el labio inferior, intentando organizar sus pensamientos desordenados.

-No nos conocemos -comenzó a hablar Checo, mirando directamente a los ojos del alfa frente a él.

-Mi nombre es Franco Alejandro Colapinto, soy de Argentina, tengo 21 años y soy segundo piloto de la escudería Mercedes -dijo Franco, extendiendo su mano hacia el mexicano.

Checo dudó en tomarla. Sabía que incluso un simple apretón lo afectaría, pero al ver el atisbo de tristeza en los ojos del alfa por el rechazo, terminó extendiendo su mano y aceptando el gesto.

-Sergio -dijo, sintiendo la firmeza y suavidad con la que Franco sujetaba su mano-. Sergio Michel Jenner-Pérez. Nací en México, pero he vivido casi toda mi vida en Norteamérica.

-Te conozco un poco. Mi... mi anterior pareja -Franco soltó su mano finalmente-. Ella es modelo y, bueno, te conocía. A toda tu familia, a decir verdad -dijo con una risita, acercándose de nuevo al sofá para sentarse-. Ella hablaba mucho de su reality y, ciertamente, eres un omega muy conocido.

El mexicano hizo una mueca. Quiso fingir que era por lo molesto que le resultaba ser tan fácilmente reconocido, pero la verdad era que la mención de la antigua pareja del argentino lo incomodaba. Se recriminó por ello; no tenía derecho a estar molesto. Además, él también tenía novio. La simple imagen de Max apareció en su mente y lo arrastró de vuelta a la realidad, haciéndolo hablar sin pensar.

-Tengo novio -soltó de repente el mexicano.

Ese comentario tan abrupto hizo que el alfa gruñera. Franco cerró los ojos, y fue en ese instante cuando sintió que el lugar a su lado en el sofá se hundía.

-Lo supuse -dijo el argentino-. Es Max Verstappen, ¿cierto? -preguntó, abriendo los ojos para mirarlo.

Checo simplemente asintió y apartó la vista. No podía soportar ver esos ojos tan hermosos sufrir.

-Eres mi destinado -dijo Franco, sin apartar su intensa mirada del omega.

-Lo supuse -replicó Checo con un toque de humor.

El argentino dejó escapar una pequeña risa antes de bajar la mirada a sus manos, que descansaban sobre sus muslos.

-No dejaste mucho a la imaginación después de decir más de cien veces "mío" mientras me marcabas con tu olor -agregó el mexicano, provocando que la risa del argentino aumentara.

-Lo siento por eso -dijo Franco, devolviendo su mirada al omega.

-No, no lo haces -replicó Checo, con una pequeña sonrisa en el rostro.

-No, tienes razón, no lo hago -confirmó el alfa, sin ser capaz de apartar la vista del hermoso omega frente a él-. Mi lobo pide constantemente marcarte con mi olor, tocarte, mantenerte cerca de mí. Hacerle saber a todos que eres mío.

El mexicano se estremeció, y aunque lo intentó, no pudo apartar la mirada de esos ojos profundos que lo observaban con tanta intensidad. Con un miedo inexplicable recorriendo cada rincón de su cuerpo, habló de nuevo sin pensar, intentando de alguna manera regresar a su realidad.

-No soy tuyo -dijo de golpe, esta vez logrando apartar la mirada.

El alfa gruñó de nuevo, cubriéndose la cara con las manos. No podía entender cómo unas simples palabras podían afectarle tanto.

-Lo sé -murmuró Franco, levantándose del sofá-. Ni siquiera quería conocer a mi destinado.

Esta vez fue Checo quien gruñó.

Franco inmediatamente volvió la vista hacia el omega, que aún estaba sentado, pero ahora con el ceño fruncido de una manera que lo hacía ver adorable.

-No quería ofenderte, es solo que... no me sentía preparado -dijo con sinceridad-. Además, siempre creí que saldría mal.

El argentino respiró hondo antes de dejarse caer dramáticamente en el sofá.

-Y creo que no me equivoqué del todo -dijo, mirando hacia el techo-. Mi destinado tiene novio.

Checo hizo una mueca y, sin pensarlo mucho, se acomodó sobre el pecho del piloto, rodeando su torso con los brazos y escondiendo su rostro en el cuello de Franco. El argentino, sin dudarlo, lo envolvió con fuerza, negándose a dejar que el omega se alejara de él.

-Sé que tenemos muchas cosas de las que hablar, ¿pero podemos hacerlo mañana? Ahora solo quiero que mi lobo deje de llorar por estar lejos del tuyo.

-Por supuesto -respondió el piloto, completamente de acuerdo con la petición del mayor.

Y sí, tal vez había muchas cosas que debían discutir, pero por ahora, al igual que Sergio, Franco solo quería sentirse cerca de su destinado, engañándose por unos minutos, fingiendo que todo estaría bien, aunque probablemente no fuera así.

La Regla de Colapinto | Checo & FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora