Capítulo 31

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Anylen

—¿A dónde me llevas? —Un pañuelo rojo cubría mis ojos.

—Es una sorpresa —Thiago me susurró al oído.

La última semana fue estresante, los exámenes y proyectos nos quitaron el sueño. Solo quedaba una más para darnos las calificaciones, muchos regresaron a sus ciudades, algunos se quedaron para estar en la fiesta de Kenia.

Thiago me quitó el pañuelo. Mi vista borrosa se acopló poco a poco al lugar. La pequeña reja se encontraba abierta mostrando las escaleras que llevaban a la playa, con una vela en cada extremo de los escalones. Sobre la arena donde meses atrás nos sentamos, enterradas cuatro antorchas que iluminaban una cobija.

—¡Es hermoso! —Mi voz se quebraba.

—Pisa con cuidado —Me susurró nuevamente en oído.

Me agarró del brazo para bajar juntos, las pequeñas velas doradas olían a lavanda. El mar tranquilo rodeado de una oscuridad profunda, el reflejo del cielo despejado, con algunas estrellas asomándose.

El sonido de una canción se empezó a reproducir en una bocina que estaba sobre la arena, atrás de la cobija. Miré a Thiago con una extensa sonrisa.

Un hormigueo se apoderó de cada rincón de mi cuerpo, en cualquier momento mis rodillas se doblarían y mi corazón se saldría.

Sin bandera —Susurré.

Sus manos me tomaron de la cintura, acercándome a él.

—Me he puesto a escucharlos.

Que me alcance la vida es de mis favoritas —Recargué mi cabeza sobre su pecho enrollando mis manos sobre su nuca—. Te quiero Thiago no parece humano lo que tú me das.

Nuestros pies se acoplaban al ritmo como aquella noche en la boda de mi hermana. Esta vez solo éramos él y yo con el suave sonido del mar, las chispas de las antorchas, el eco de los latidos de nuestros corazones y el aroma salado de la arena.

Apreté mis dedos entre sí, aferrándome a este momento, a este instante, a esta noche. Él era capaz de prestar la atención a cualquier palabra que pronunciara, era capaz de escuchar un nuevo cantante, de oír toda la playlist para escoger la canción más hermosa para una velada. Él no era amante de este género, pero estábamos aquí, bailando mientras me susurraba la canción al oído.

—Espero que me alcance la vida pelirroja —Me dio un sutil beso en los labios—. Te quiero.

Nos sentamos sobre la extensa cobija notando una botella de vino rodeada de hielo sobre un valde plateado, a un lado dos copas, a un lado una canasta con...

—¿Tacos? —Pregunté frunciendo el ceño.

No es que fuera una experta en vinos, pero nunca imaginé acompañarlo con tacos.

—Tú amas los tacos y aunque no lo creas hacen una buena combinación.

Abrió el vino y lo sirvió en cada copa.

—¿Por qué hiciste esto? —Pregunté un poco curiosa.

—Porque es tu no cumpleaños —Dijo riendo—. En realidad, porque sé que te gusta este lugar —Me dio una copa.

A veces sentía que vivía en un cuento de hadas, me daba miedo el pensar que algún día tendría que despertar. En cada momento Thiago me mostraba que era un excelente hombre. Nos entendíamos en todos los sentidos, era como si nuestras almas se conocieras a la perfección.

La semana pasada en los vestidores de natación me sorprendió, fue momento enardecido, más allá de mí sensates, me encantó.

¿Qué si lo pudiese repetir? Por supuesto, solo con él.

Todas las flores tienen espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora