Capítulo 3

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Seguí caminando cuando vi a un grupo de personas. Suspiré, sin saber qué hacer. Mi primer instinto fue irme en dirección contraria a ellos. El sol de la tarde brillaba sobre sus cabezas, iluminando sus rostros sonrientes y despreocupados. Familias con niños, parejas de la mano, amigos riendo juntos. Una escena cotidiana que, para mí, se sentía como un mundo ajeno y distante.

— ¿Y ya vieron el nuevo videojuego? — pregunto uno de ellos, los otros contestaban alegremente.

El murmullo de sus voces y risas me provocaba una ansiedad que no podía explicar. ¿Por qué me sentía así? Eran solo personas normales, disfrutando de un día en el parque. Pero para mí, representaban un mundo al que ya no pertenecía, o quizás nunca había pertenecido realmente. Cada carcajada, cada gesto de afecto, era como un recordatorio punzante de mi soledad y desconexión.

"¿Crees saber lo que realmente es sufrir?"

Mi pecho se apretaba. Sentía como el lugar se hacía pequeño, las sombras de los árboles parecían alargarse, opacando la luz del sol. Me sentía nervioso, tenso. Era como si de repente estuviera dentro de un cuarto sin ventanas, con solo una puerta por la cual había entrado. Las risas se transformaron en un zumbido amenazante en mis oídos, y el aire se volvió denso y difícil de respirar.

Cerré los ojos, intentando calmar mi respiración. "No es real", me repetía. "Estás en un parque abierto, no en un cuarto cerrado". Pero la sensación de claustrofobia persistía. Podía sentir el sudor frío en mi frente, y mis manos temblaban ligeramente. ¿Cuándo había empezado a tener estos episodios? ¿O siempre habían estado ahí, acechando en los rincones de mi mente?

—La verdad ya no se que pasa conmigo, estoy muy... roto... —  murmure.

¿Acaso es real lo que creo?

¿Todo lo que me dijiero, cómo se que es real? 

Abrí los ojos de golpe cuando sentí una mano en mi hombro. Por un momento, pensé que era ella, la misteriosa pelirroja. Mi corazón dio un vuelco, una mezcla de esperanza y temor. Pero al girarme, me encontré con el rostro preocupado de una mujer mayor. Sus ojos, enmarcados por arrugas de preocupación, me estudiaban con una mezcla de compasión y curiosidad.

— ¿Estás bien, jovencito? — preguntó con voz amable, su mano aún en mi hombro como un ancla a la realidad, la mujer me recordo a mi abuela.

— Yo... sí, estoy bien — mentí, forzando una sonrisa que no llegó a mis ojos. Podía sentir lo falsa que sonaba mi voz, como si viniera de alguien más.

¿Quíen soy en realidad?

La mujer me miró con escepticismo, sus ojos entrecerrados como si pudiera ver a través de mi fachada. Finalmente, asintió y retiró su mano. 

— Si tú lo dices, querido. Pero recuerda, no hay vergüenza en pedir ayuda cuando la necesitas — dijo sonriendo.

Con esas palabras, siguió su camino, dejándome con una sensación de pérdida que no podía explicar. Me quedé allí, sintiéndome tonto y expuesto. ¿Tan obvio era mi malestar que hasta los extraños lo notaban? La idea de que mi lucha interna fuera visible para todos me hacía sentir aún más vulnerable.

—  Bueno... 

Estaba molesto conmigo mismo. La ira burbujea en mi interior, una emoción familiar que a menudo surgía cuando me enfrentaba a mis propias limitaciones. ¿Por qué no podía ser normal? ¿Por qué no podía simplemente disfrutar de un día en el parque como todos los demás? Las preguntas daban vueltas en mi cabeza, cada una un recordatorio punzante de mi incapacidad para encajar.

— Esa pelirroja acaba de dejarme todo tonto, ¿Por qué? v me cuestione, las dos jovenes no salian de mi cabeza.

Siempre que las recordaba las recordaba con ropas diferentes, como si fuera una epoca mediabal fusionada con ropa actual, colore vividos como el fuego y la luz. 

Miré a mi alrededor, observando a las personas que pasaban. Una pareja joven caminaba de la mano, riendo de algún chiste privado. Un grupo de amigos jugaba frisbee. Un padre enseñaba a su hija a andar en bicicleta, su paciencia y amor evidentes en cada gesto. Escenas de una vida normal que parecían estar fuera de mi alcance.

Papá...

¿Por qué no recuerdo como luce el?

¿Por qué tiene un casco?

Después de unos minutos, suspiré profundamente y tomé una decisión. No podía seguir así. No podía dejar que mis miedos y dudas me controlaran. Era hora de enfrentar lo que fuera que me estaba pasando. El peso de la soledad y la confusión se había vuelto demasiado para soportar.

— Es el momeno que debo calmarme —  musite.

Pero sin saber volvi a mirar el cuarto, ahora tenia un entorno japones de las eras antiguas, acogedor pero aterrador. 

Salí del "cuarto" imaginario en el que me había encerrado mentalmente. Era como emerger de aguas profundas y oscuras, tomando una bocanada de aire fresco. El parque volvió a enfocarse a mi alrededor, los colores más vívidos, los sonidos más claros.

Miré alrededor, buscando... ¿qué exactamente? ¿A la pelirroja? ¿A mis supuestos amigos del pasado? ¿O simplemente una señal de que no estaba perdiendo la cabeza? Mis ojos escaneaban cada rostro, cada figura, esperando encontrar algo, cualquier cosa, que pudiera darle sentido a mi confusión.

— Ni idea,pero ¿qué sigue? 

Fue entonces cuando la vi. Estaba sentada en un banco a unos metros de distancia, leyendo un libro. Su cabello rojo brillaba bajo la luz del sol, como una llama viva que desafiaba la realidad misma. Esta vez, estaba seguro de que era ella. No era una alucinación, no era un truco de mi mente agotada. Era real, tan real como el banco en el que estaba sentada, como el libro en sus manos.

— Desvelarme a la 1:00 am no es bueno —  murmure otra vez mirando a la chica la cual me miro por el rabillo del ojo. 

Con el corazón latiendo fuertemente, me acerqué. Cada paso se sentía como una eternidad. El crujido de la grava bajo mis pies parecía ensordecedor. ¿Qué le diría? ¿Me reconocería? ¿O desaparecería como una ilusión más, dejándome aún más perdido y confundido?

¿Acaso estaba ebrio o por que empece a tambalearme?

— Disculpa — dije cuando estuve lo suficientemente cerca, mi voz apenas un susurro.

Ella levantó la vista de su libro con una gracia casi etérea. Sus ojos, de un color rojo imposible, se clavaron en los míos. Por un momento, el mundo pareció detenerse. El ruido del parque se desvaneció, y solo existíamos ella y yo en este instante congelado en el tiempo.

— Te he estado buscando — dije, sorprendiéndome a mí mismo con la seguridad de mis palabras. Era cierto, me di cuenta. Toda mi vida había sido una búsqueda, aunque no supiera exactamente qué estaba buscando hasta este momento.

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, una sonrisa que parecía contener secretos y promesas. — Lo sé — respondió simplemente, su voz como música en mis oídos.

Senti la cabeza arder de no entendr que pasaba, quize sentarme a su lado aun asi.

Perdi la conciancia.

Fin del Capíulo 3

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