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Tres semanas después...

Ravenna Scott de Makris.

—¿Cómo te llamas?—le pregunto al guardaespaldas cuando salgo al balcón y lo encuentro hablando por teléfono.

Él apaga la pantalla inmediatamente y yo enarco una ceja, ignorando el hecho de que lo hizo demasiado rápido.

—Daniel Prior, señora—contesta por décima vez porque siempre olvido su nombre, y mis ojos lo detallan de nuevo.

Su piel es dorada, como la de alguien que pasa tiempo bajo el sol, sus brazos son grandes, musculosos, y la camiseta negra debajo de la chaqueta se le ciñe al pecho como anillo al dedo.

Sus facciones son duras, marcadas, pero es jodidamente atractivo. Una belleza dura que sin duda hace que a muchas mujeres se le mojen las bragas, eso es más que claro.

Incluso si el hombre siempre está serio. Creo que es intimidante de cierta forma, pero nada que no haya visto antes o que pueda hacer retroceder mi valentía.

—Mmm, Daniel. —Pruebo el nombre y él respira profundo. Sonrío—. ¿De dónde eres? ¿Ruso? ¿Ucraniano?

Sus ojos se dirigen a mi muñeca cuando me aparto el cabello de los hombros, y es entonces cuando me fijo en la marca de la que no me di cuenta esta mañana. Un moretón generado por la soga con la que Ares ató mis manos mientras me follaba con demasiada rudeza contra el capó de su auto.

El recuerdo me revuelve el estómago, pero me obligo a sonreír divertida como si no fuera nada.

—Alemán. —Niega, pero hay un leve surco en sus cejas como clara señal de que algo no le agrada—. Nací y crecí en Alemania. —Mira sobre mi hombro y suspira—. Con permiso, requieren mi presencia.

El hombre me evita cada vez que puede. Se desaparece cuando debería estar vigilándome, y eso no me gusta para nada.

—¿Ah si?—Me giro cuando pasa junto a mi y mis ojos se posan en Andrea, la bonita Colombiana amante de nuestro jefe de seguridad—. ¿Y qué es eso, Daniel? Eres mi guardaespaldas, tu trabajo es cuidarme.

—Y usted está en casa, señora—me dice—. Pero dijo que más tarde iría de compras. Tengo que organizar el equipo que nos acompañará.

Excusa barata, pero le sirve esta vez porque no quiero que Andrea vea algo que no debe y termine contándoselo a Ares como la maldita oportunista que es.

—Claro. Por supuesto. —Lo veo alejarse mientras Andrea se acerca, prácticamente tropezando por estar babeando sobre mi guardaespaldas—. A Tanner no le va a gustar que sigas teniendo los ojos sobre él—le advierto y ella ríe, encogiéndose de hombros.

—Tanner no hará nada si me escudo en ti—bromea, apoyando su mano en mi abdomen mientras se inclina a besar mi mejilla—. ¿Cómo estás?

La mano en mi abdomen hace que el moratón que tengo ahí cobre vida, obligándome a morderme la lengua para no estremecerme del dolor.

Otra de las creaciones de Ares. Esa por empujarme con demasiada fuerza contra el mesón de la cocina, dejándome completamente sin aire.

—Cansada. —Exhalo, tomando el trago que me ofrece—. Ares tiene una reunión esta noche y tengo que salir a comprar unas cosas.

Ella ríe, lanzándome una mirada coqueta a la que correspondo con una pequeña sonrisa, levantando mi mano para apartar el cabello de sus hombros.

»No estoy segura de si querrá compañía pero ¿vienes?—pregunto suavemente y ella sonríe complacida.

—Quisiera, pero la esposa de Tanner probablemente esté ahí y esa mujer me detesta. —Me quita el trago de la mano cuando termino de tomar—. ¿Por qué no logra entender que no es mi culpa que su esposo se busque amantes?

Pieces of Me [Dominick Parker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora