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Ravenna Scott de Makris.

—Vasílissa mou. —La voz masculina que conozco bien resuena en el vestidor mientras me ajusto el corsé negro.

—Cariño. —Le extiendo la mano a Ares, ofreciéndole una sonrisa cuando la toma y la lleva a sus labios para dejar un beso en ella—. Creí que llegarías más tarde.

—Mmm, no. —Sus manos se deslizan hacia mi cintura, tirando de mi para apretarme contra su pecho y restregar su erección en mi trasero—. Llegó tu nuevo guardaespaldas. Ven a conocerlo.

—¿Ahora mismo?—Hago un puchero, pasando mis dedos por el escote del corsé bajo su atenta mirada a través del espejo.

—Si, Vasílissa. Ahora mismo. —Su voz se vuelve grave, baja, y la mirada que me da deja claro que no es una opción ni una pregunta. Es una orden y tendré consecuencias en caso de no acatarla.

—Por supuesto. —Tomo mi albornoz, agachando la cabeza cuando paso por su lado para tomar la bata de seda que está colgada en el armario.

Lo paso rápidamente por mis brazos, haciéndole un nudo a las tiras que lo sujetan antes de darme la vuelta y fijar mis ojos en mis pies, tal como le gusta a Ares cuando entra en su estado de sádico autoritario.

Él se acerca a mi a paso lento y tranquilo, el cosquilleo en mi cuerpo indicándome que sus ojos están sobre mi, estudiándome, con cada paso que da hasta estar justo frente a mi, obligándome a ver sus pulidos zapatos negros.

—Pequeña, te ves hermosa esta noche. —Sus manos toman las tiras que sujetan el albornoz y las afloja, dejando que la parte superior se separe lo suficiente para mostrar mis pechos elevados por el corsé—. ¿No quieres mostrarlo al mundo? ¿No quieres que vean lo que me pertenece?

—Si eso deseas—contesto en voz baja, entrelazando mis manos frente a mi mientras las suyas suben por mi torso, subiendo por el corsé hasta la piel desnuda de mis pechos. Exhalo.

—Eso deseo. Y mi pequeña me va a complacer, ¿no es así?—Una de sus manos se desliza por mi cuello y ya estoy preparada cuando aprieta con la fuerza suficiente para cortarme el aire—. Serás una buena niña hoy, Ravenna—advierte y asiento, manteniendo mis ojos en el piso a pesar de que su mano empuja mi mandíbula hacia arriba—. Vas a sonreírle al hombre y ser la dulce niña buena que conocí en el teatro, ¿verdad?

—Seré una buena niña, amo—contesto, cerrando los ojos para dejar que me sostenga—. Lo complaceré y atenderé. Quiero que usted sea feliz.

—Eso es. —Se inclina y muerde mi labio inferior, obligándome a permanecer quieta mientras el dolor me recorre el labio hasta que el sabor metálico explota en mi boca.

Su lengua sale disparada para lamer mi sangre y mi estómago se aprieta, viendo la expresión de placer que pone mientras cierra los ojos y saborea el líquido rojo que escurre de mi labio mientras late y arde.

»Sabes deliciosa. Como siempre. —Deja un casto beso en mis labios que me hace obligarme a no soltar un quejido por la brusquedad que me lastima—. Ahora, baja y saluda a tu nuevo guardaespaldas. Hazlo sentir bienvenido.

Asiento.

Parker.

—Señor Makris, mucho gusto. —Estrecho la mano del rubio que se acerca con una sonrisa de placer que me asquea.

Esa es su personalidad. Ares Makris finge ser encantador, por eso decidió ir por este lado del negocio.

Sus primeras mujeres fueron turistas a las que envolvió con su encanto y luego vendió por un par de miles al mejor postor en el bajo mundo. Esa es la forma en la que sus hombres actúan también.

Son encantadores, les sacan información a las turistas sobre su estadía. Se ofrecen a llevarlas y luego les recomiendan algún lugar para ir en la ciudad. De camino a este, ya hay hombres siguiéndolas y logran secuestrarlas antes de que lleguen al lugar.

Pero su sonrisa asquerosa no engaña a nadie. Todos sabemos que es un depravado sexual y que parte de sus placeres es hacer sufrir a las personas. Es un psicópata, de los que tienen más suerte en la pirámide, el más grande en el mundo del tráfico humano.

—Daniel, ¿cierto?—pregunta y yo asiento—. Mi hombre me dió una muy buena recomendación. ¿Fuiste militar?

Asiento.

—Cuatro años en Afganistán, señor—contesto—. Me retiré hace poco.

Parte de este trabajo es saber cuando inventar una historia desde cero. Y debido al poco tiempo para aprendérmela como si fuera verdad, decidí mezclar verdades y mentiras para hacérmelo más fácil.

—Eso es bueno. Significa que eres capaz de mantener a salvo a mi esposa. —Asiente, apretando mi mano antes de soltarla—. Es mi objeto más preciado, debes cuidarla con tu vida.

¿Se está refiriendo a su esposa como un objeto? ¿En serio?

—Por supuesto, señor. —Asiento en lugar de decirle lo asqueroso que es por referirse a un ser humano como un objeto. Como una joya a la que puede presumir.

—¿Cariño?—La voz femenina mas suave y sexy que he escuchado en mi vida resuena en el lugar seguido de unos taconeos.

Pronto veo a una mujer entrar a la sala, y juro que me aguanto un gruñido de desaprobación cuando la veo.

Y no por como se ve, sino porque la mirada complacida de Ares me deja claro que todo esto es obra suya.

La mujer es hermosa. Como... sin duda hermosa. Pero no es algo que pueda distinguir mucho por la cantidad de exagerado maquillaje que la oculta. Con pestañas postizas muy largas, labios muy rosados y mejillas tan rosadas que podría creer que son bofetadas en lugar de rubor.

Incluso con ese extravagante y exagerado maquillaje de ojos ahumados, es muy hermosa. Pero sus ojos... esos ojos.

Ojos grises como los rayos en una tormenta. De un gris tan claro y brillante que es un espectáculo para la vista.

Y su cuerpo... joder. Ese corsé está haciendo maravillas por ella, resaltando sus pechos llenos y su cintura pequeña. Las piernas firmes y esa piel bronceada... es muy hermosa. Más hermosa que cualquier otra mujer que haya visto alguna vez.

—Tú debes ser mi nuevo guardaespaldas. —Ella se acerca a mi, contoneándose ligeramente como una modelo, recta y con la barbilla levantada. Me ofrece su mano—. Soy Ravenna.

—Un gusto, señora. —Estrecho su mano, sin pasar por alto como sus ojos me recorren de pies a cabeza antes de girar a ver a Ares, que le da un asentimiento y una sonrisa.

—El gusto es mío. —Toda su actitud cambia y se vuelve sonriente, con una mirada dulce que me sorprende—. ¿Te traigo algo de tomar? Que no sea alcohol ya que, ya sabes, estás trabajando.

—No, muchas gracias. —Aparto mi mano sintiendo como su suave piel se roza contra la mía antes de que me deje con absolutamente nada.

—Oh, que lástima. —Hace un puchero, acercándose para apoyar su mano en mi abdomen—. Aunque es temporada de calor aquí, deberías mantenerte hidratado. Sobretodo si vas a cuidarme, ¿cierto, cariño?

Mira a Ares y él asiente, mirándola solo a ella mientras la mano de su mujer acaricia suavemente mi abdomen. Y todo mi cuerpo se tensa cuando mi piel se calienta, como si respondiera al tacto de la mujer.

Me aparto. «Joder, no»

Pieces of Me [Dominick Parker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora