contrarreloj

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No me di cuenta de lo roto que estaba, hasta que me encontré a mi mismo llorando en silencio durante la madrugada.

Fue triste, fue agobiante, algo que no había sentido jamás. Al menos no conciente. Pero en el fondo, en lo más profundo de mi ser, había una parte de mi, que se cubría de felicidad, por el simple hecho de volver a llorar después de tantos años, luchando solo contra la tormenta. Un momento de alivio que se hizo presente tan fugaz.

Y después de todo ese tiempo conteniendo la respiración, sabía que me quedaba pocos minutos para despedirme. Para despedirme de mi mismo, porque no había nadie quien pudiera salvar lo poco que quedaba en mi.

El arte de escribir en soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora