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Dahyun respiraba ferozmente y movía sus piernas desesperada al ver a su amiga salir de la alcoba. Empezó a sudar frío cuando escuchó los pasos acelerados afuera, indicando la llegada de sus esposas.

Miró otra cosa que no fueran ellas cuando estuvieron adentro.

—Dahyun, amor, ¿qué tienes? —Le preguntó Momo.

—¿Alguien te hizo algo? —Sana también preguntó, pero ésta con un toque de rabia.

Dahyun se mordió el labio y negó con la cabeza.

—¿Entonces qué te pasa, cariño?

Las dos se hincaron frente a ella y cada una tomó cada mano. Miraron más preocupadas al ver otra vez brotar lágrimas.

—T-Tengo miedo... —Confesó ahogadamente.

Las mayores interpretaron esta confesión como alguien más amenzando a su mujer.

—¿De quién, hermosa? —Cuestionó cuidadosamente Sana.

Dahyun sorbió y finalmente las miró. —De ustedes.

Fue una respuesta que las desconcertó y sorprendió. —¿D-De nosotras? —Momo repitió aún procesando todo.

La menor asintió, haciendo que amabas la miraran atentamente por una explicación.

—¿De nosotras? ¿Por qué? —Sana apretó su mano.

—P-Porque... —El llanto de la coreana no la dejó seguir.

Se veía tan vulnerable que las japonesas reflexionaron y se cuestionaron de sus acciones para encontrar la respuesta coherente.

—Dahyun, nos puedes decir todo. Somos tus esposas y siempre estaremos para ti.

—Y-Yo... —Volvió a hablar la coreana. —Estoy embarazada.

A pesar de que Dahyun lo dijo en un susurro fue lo suficientemente claro para llegar hasta los oídos de las japonesas, quienes se quedaron en silencio y sus cuerpos se tensaron. El silencio profundo y cruel se extendió más de lo que Dahyun esperaba. Chilló en sus adentros cuando dejó de sentir el agarre seguro en sus manos y no puedo retener nuevas lágrimas.

—¿Que tú qué? —Preguntó Sana al borde de la locura.

Fue un choque para ambas. Era lo que menos se esperaban.

—E-Estoy esperando un bebé. —Reafirmó entre lágrimas.

Las japonesas de miraron entre sí y luego miraron a la mujer frente a ellas.

—¿Y por qué tienes miedo de nosotras, Hirai Dahyun? —Preguntó Momo dulcemente.

Dahyun la miró.

—Querrás decir: MINATOZAKI Dahyun. —Bromeó Sana.

La menor miró la sonrisa de ambas. —¿No están enojadas? —Preguntó tímidamente.

—¿Por qué estaríamos enojadas, cariño? Es la mejor noticia de nuestras vidas, princesa.

—Sólo nos tomó desprevenidas.

Momo retiró las lágrimas delicadamente en su mejilla.

—¿E-En serio?

—¡Claro! —Sana besó la palma de su mano. —Nunca esperé un hijo, pero si es contigo todo es bonito. Si quieres una familia grande, te la daremos, Dahyun. Tú eres nuestra esposa y, ahora, la madre de nuestro hijo.

—No vuelvas a temer de nosotras, cariño. Sabes que te amamos mucho y nunca te haríamos daño.

—¿Ustedes quieren ser madres?

—Por supuesto que sí, amor. Cuando nos casamos contigo iniciamos una nueva familia.

Las niponas se sentaron a cada lado de la menor y le sonrieron con ternura.

—Pero la pregunta más importante es: ¿tú quieres ser madre? —Dahyun asintió.

—¡Entonces eso significa que tendremos un hijo! —Gritaron al unísono.

Atrajeron a la coreana consigo y se recostaron, dejando en medio a ésta. Momo la tomó del rostro y le plantó un lindo beso.

—No nos gusta que llores, Hyun.

Sana asintió de acuerdo. —Y mucho menos si es por nosotras. —También besó los labios de la menor.

La japonesa menor, juguetona, se removió inquieta hasta llegar al abdomen plano de Dahyun. Alzó la camiseta y metió su cabeza allí, besando el abdomen y dejando tallado su labial. Dahyun rio y trató de alejarla, pero ésta se rehusó.

Mientras tanto, Momo acarició su mejilla rojiza y besó todo su rostro.

—Oh, por Dios, ahí se está creado un nuevo Minatozaki.

—Quisieras. Ese es un Hirai.

—Ambas sabemos que mis genes son más fuertes que los tuyos, Hirai.

Dahyun rio por la nueva pelea entre sus esposas.

—Ya basta de pelear. —Ordenó y así se cumplió.

—Lo que usted diga, señora Hirai Minatozaki Dahyun.

Soltó un gritito cuando Sana mordió su abdomen antes de sacar su cabeza. —¡Sana!

—Sana y yo modificaremos nuestros horarios laborales para que no te quedes sola, Hyun. Es mejor que nos turnemos entre el día.

Sana asintió de acuerdo.

—¿Dejarán de trabajar tanto?

—Claro que sí. Tú no te puedes quedar sola mientras llevas a nuestro hijo. Es mas, tendremos las vacaciones que hablamos ayer, junto Chaeyoung y Mina.

—¿En serio? —No ocultó su emoción. Siempre deseó tener más tiempo con ellas, pero nunca se los dijo.

—Por supuesto. Tenemos que pasar más tiempo juntas.

—Las amo. Muchas gracias.

—No tienes que agradecernos, princesa. Eres la prioridad para nosotras.








𝔒𝔫𝔱𝔬 𝔜𝔬𝔲 ❚ 𝙈𝙞𝘾𝙝𝙖𝙚𝙣𝙜 (ᵍ!ᵖ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora