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No nos quedamos mucho después de que Wanda y los chicas se fueron. El camino a su casa en el auto fue ligeramente incómodo y lleno de nervios. La atmósfera tensa entre nosotros. Mientras conduce, los dedos de Steve golpetean el volante de manera sistemática, no rítmica, como si tratara de calmar sus nervios. Su cuerpo irradia tanto calor como ansiedad, evidenciado por el hecho de que continua remojándose los labios con la lengua. Yo no estoy diferente. Estoy tan nerviosa como el, probablemente por la misma razón: las cosas van a cambiar esta noche. Nuestra relación dará un nuevo paso. A pesar del claro nerviosismo que compartimos, la tensión sexual forma un aire espeso a nuestro al rededor. Los dos sabemos que algo va a pasar esta noche y estamos hambrientos de ello. Tenerlo concentrado en el camino me dio tiempo de apreciar la belleza del chico a mi lado. No se puede negar que Steve lució increíble esta noche, y las depredadoras miradas que le dieron otras personas en el club me confirmaron que no solo yo pensé eso. Toda la noche me concentré en sus toques, la suavidad de sus dedos y la delicadeza de su tacto. Observo su piel, sus tonificados biceps y muslos. Saber que hay algo más debajo de su ropa me recuerda que no es solo ternura lo que el puede darme, su crudo magnetismo sexual será algo enteramente nuevo. Mientras soy consumida por lujuria y afecto hacia el, veo que no ha parado de golpetear el volante con sus dedos, nervios todavía evidentes. Elevo una mano y acaricio su muñeca derecha, silenciosamente animándolo a que suelte el volante. Lo hace, entrelazo mi mano con la suya y la llevo a mi boca para besar suavemente la punta de sus dedos. Cada vez que nos hemos besado ha sido muy especial, pero nunca tan íntimo como este momento. El me ofrece una sonrisa con sus mejillas sonrojadas. Aprovecho que está relajado y no concentrado en mí para admirarla un poco más. Cuando mis ojos caen a su entrepierna, no me da tiempo de reprenderme antes de que el auto se detenga y el anuncie que hemos llegado. El suelta mi mano, sale y rodea el vehículo para abrir mi puerta, luego me guía a la entrada principal. Dios, espero que no haya notado dónde lo estaba mirando. Realmente nunca pensé en cómo sería su casa, pero estar aquí y verlo yo misma es placenteramente sorprendente. Es completamente Steve. Está claro que el diseñó el lugar. Es bastante grande para una sola persona y todo es moderno con un toque de retro en la decoración.

— Tu casa es hermosa. —Le digo mientras me da un tour.

Pronto llegamos a su habitación y yo admiro cada cosa de su cuarto, esperando descubrir hasta el más mínimo detalle de su personalidad. Me suelta la mano y me da la libertad de ver fotos enmarcadas, libros y CDs que tiene por ahí. Volteo a verlo con una sonrisa en mi rostro al ver una foto de el y quienes obviamente son su familia. El ya me estaba mirando a mí. Está mirando mi cuerpo, hambre en sus ojos mientras observa mis curvas y el largo de mis piernas. De pronto me siento débil ante su mirada, pero recupero mi confianza al darme cuenta de cuánto la he afectado.

— ¿En lugar de desvestirme con tus ojos, por qué no lo haces con tus manos?

Mi tono suena casi inocente a pesar de la sugerencia. Mis ojos rogándole que haga algo. Camino hacia el y asumo que su silencio se debe a sus nervios. Pongo sus manos en mi cadera y acuno su mandíbula, la punta de mis dedos alcanzando su nuca.

— Está bien. —Beso sus labios delicadamente—. Puedes tocarme, está bien. —Cuando finalmente asiente, me doy la vuelta, dándole la oportunidad de empezar el proceso de quitarme el vestido.

Steve aprieta mi cintura suavemente y sube a mis hombros para desabrochar el vestido. La tela ahora solo me cubre de la cadera para abajo. Steve desliza sus dedos por mi columna, haciéndome temblar con su tierno tacto. La forma en que mi cabello está sujetado, permite que mi espalda se convierta en lienzo para su trabajo, sus dedos acariciando con suavidad y la ternura de sus besos en mis omóplatos completan el toque mágico. Pasa algunos minutos dibujando en mi espalda hasta que sus manos se mueven hacia mi cadera y lentamente remueve el vestido de la curva de mis nalgas, dejando que caiga a mis pies. Mi respiración se detiene cuando lo siento acariciar mi trasero como si estuviera apreciando algo delicado. La tanga negra que estoy usando le permite explorar cada centímetro de la amplia curva, su tacto dejando mi piel caliente y desesperada. Cuando sus movimientos dejan de dudar y entra en confianza, llevo mis manos hacia atrás para tomar las suyas y llevarlas al frente, roza mi centro cubierto e ignorando la sensación, las subo más y las dejo sobre mis senos desnudos. Aunque lo haya esperado, nada me preparó para Steve tocándome tan íntimamente. Temblé con deleite al sentir sus cálidas manos en mi pecho, la torturadora fricción contra mis pezones causando que me recostara contra el suyo, empujando mis senos por completo a sus manos. Steve enciende algo en mí al empezar a darme besos húmedos en mi cuello, succionando la piel mientras masajea mis senos con seguridad, forzándome a liberar gemidos lujuriosos. El momento termina muy rápido cuando Steve libera mi pecho de su agarre y se mueve hacia mis costado y mi abdomen. En lugar de gemir, me río suavemente y el rompe todo contacto conmigo y da un paso atrás. De inmediato me doy la vuelta, dando un paso para liberar mis pies del vestido, y sostengo su rostro en mis palmas.

El donador-RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora