2. Atracción Inexplicable

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—¿Qué ha pasado exactamente? —preguntó Luz, apresurando el paso para no quedarse atrás.

Marta se detuvo por un momento, dándole una mirada que parecía atravesarla.

—Es peor de lo que imaginaba —dijo Marta en voz baja, casi un susurro, como si las paredes pudieran oírla— Jesús ha vuelto a actuar.

Luz se quedó inmóvil, sus ojos abriéndose con una mezcla de sorpresa y temor. Jesús era una figura de la que nadie hablaba abiertamente en el hospital, pero todos conocían su influencia. Era alguien que traía problemas, sombras, un peligro que preferían no mencionar. Y si Marta, siempre tan controlada, mostraba señales de preocupación, era porque la situación era realmente grave.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Luz mientras reanudaban la marcha.

—Lo sentí al ver a la chica —dijo Marta, acelerando el paso, como si de repente fuera incapaz de caminar lo suficientemente rápido— Su estado... es exactamente lo que él deja a su paso. No hay duda.

Llegaron a la sala donde la joven había sido ingresada. El caos se había apoderado del lugar, el personal médico corría de un lado a otro intentando estabilizar a la paciente. Marta se detuvo al borde de la escena, sus ojos observando cada detalle.

El cuerpo de la joven estaba cubierto de su propia sangre, su piel pálida y fría. Los médicos hablaban en términos técnicos, pero Marta no necesitaba escuchar para saber que estaban perdiendo la batalla.

—¿Cuánto tiempo lleva aquí? —preguntó Marta a uno de los médicos, su voz firme pero controlada.

—Diez minutos, doctora De la Reina. Perdió mucha sangre antes de llegar. Estamos haciendo todo lo que podemos, pero... no sabemos si sobrevivirá.

Marta observó la escena con una mirada calculadora. El olor a sangre llenaba el aire, pero para ella, había algo más, el rastro de un aroma que reconocía. Sabía que la sangre de la chica estaba marcada, vinculada a algo oscuro y antiguo, algo que solo podía haber sido causado por Jesús.

Luz, por su parte, trataba de asimilar lo que veía. A pesar de su experiencia, aún no se había acostumbrado a la brutalidad de los casos en los que Jesús estaba involucrado. Y lo que más la perturbaba era que, hasta el día de hoy, nadie había sido capaz de detenerlo.

—Tenemos que hacer algo —murmuró Luz, incapaz de apartar la vista de la joven.

—Lo sé —respondió Marta, su voz baja pero firme. No era solo una declaración, era una promesa. Pero sabía que no sería fácil.

Mientras los médicos seguían trabajando frenéticamente, Marta comenzó a retroceder hacia la puerta. Ya había visto suficiente. Luz la siguió, todavía confundida y preocupada por lo que había presenciado.

—¿Vas a hablar con él? —preguntó Luz en voz baja mientras ambas se alejaban de la sala.

—No tengo otra opción —respondió Marta sin mirar atrás— Jesús ha cruzado una línea que no puedo ignorar.

Caminaban por los pasillos vacíos del hospital, donde las luces de emergencia parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras irregulares en las paredes. A medida que avanzaban, el peso de la conversación entre ambas parecía acrecentarse.

—¿Cómo piensas manejarlo? —preguntó Luz, consciente de la gravedad de la situación— Sabes lo que significa enfrentarse a Jesús.

Marta no respondió de inmediato. Sus ojos azules, tan fríos como el hielo, estaban fijos en un punto distante, como si intentara ver más allá del hospital, más allá del presente. Sabía que enfrentarse a Jesús significaba mucho más que resolver el caso de una joven herida. Era un desafío a una fuerza que había estado en la penumbra durante demasiado tiempo. Pero no había vuelta atrás.

Herencia de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora