El asesino de la cuarta dimensión

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(escrito en una sola madrugada de febrero de 2023)

Cuando Joshua terminó de reírse de mí debido a mi comentario, el cual hacía mofa acerca de la imposibilidad de llevar a cabo viajes transtemporales sin la ayuda de psicoactivos, y de las personas que pretendían hacerlo de esa manera; los dos nos detuvimos en seco; antes poner un paso fuera de la universidad, a través del estacionamiento de la facultad de informática.

Algo, no supimos que, nos obligó a cubrirnos los ojos, y seguidamente, a agacharnos para esquivar un objeto verde que se esfumó tan pronto como se materializó frente a nuestros cuerpos. Recuperados tan solo un segundo después, nos miramos boquiabiertos.

-¿Tú lo viste también? - me preguntó estupefacto.

-¡Sí! ¿Qué fue eso? - respondí completamente desconcertado. -Yo lo percibí... como si fuera una gran masa, alargada, de color verde espectral, extendiéndose y flotando veloz, como intentando golpearnos- dije.

-Justo así lo vi y sentí - contestó Joshua al cabo de un breve momento de desconcierto.

Ambos caminamos de regreso a la facultad, al percatarnos de que de repente todo había quedado vacío.

Todas las personas, comenzando por el guardia en la caseta de vigilancia, incluyendo aquellas que caminaban afuera sobre las banquetas, hasta los alumnos que antes deambulaban sobre el atrio de la facultad; habían desaparecido.

-No lo puedes hacer sin los gránulos de la droga de Liao... -murmuré incómodamente como para tratar de calmar nuestros nervios, y acallar el silencio sepulcral del cambiado ambiente. Joshua se molestó, pero al mismo tiempo temió. Yo lo noté enseguida.

-Son patrañas Leonardo; ahora, caminemos hasta los salones para averiguar qué fue aquello - me regañó.

La biblioteca lucía vacía, y, más adelante, nos dimos cuenta de que todos los edificios parecían tener una fachada ligeramente diferente a la que nos era sobradamente familiar.

Cuando por fin llegamos al jardín central, nada vino a proporcionarnos alivio.

Todo, la palapa, la cafetería, los salones y el mismo jardín, estaban abandonados. Transcurrido un minuto, sin embargo, en el rostro de Joshua se esbozó una sonrisa, pues, desde nuestra posición en lo alto de una jardinera, atisbó una lívida sombra asomándose desde la ventana de uno de los salones en el segundo piso; que más tarde se convirtió en la silueta de Juan Malda, sentado sobre un escritorio.

Joshua fue corriendo hasta allá sin pensarlo. Pero a mí me pareció extraño, puesto que la forma de Malda permanencia inmóvil, y luego, cuando Joshua ya subía la rampa hasta allá, esta desapareció.

Troté aceleradamente hacia donde Joshua, para tratar de advertirle, aunque con cierto repelús de lo que pudiera encontrar tras girar a la izquierda en el pasillo de aulas.

Respiré aliviado cuando Joshua salió del respectivo salón, en el que el fantasma se nos había aparecido, diciendo, resignado:

-No hay nadie aquí. Juraría que el doctor Juan Malda nos estaba saludando desde lejos, invitándonos a venir-.

-Espera... ¿Tú lo viste saludar?-

-Allí está - gritó de sobresalto, haciendo que yo también me asustara.

-¡Es él, es él! - afirmó dos veces con el tono emocionado que lo caracterizaba, para dejarme e ir ahora al edificio de salones de enfrente.

Un escalofrío recorrió mi espina. Allí estaba Malda, efectivamente, dentro de una de las aulas, con las ventanas abiertas, sobre el escritorio; aunque igualmente quieto, y con una espeluznante mueca sonriente sobre su rostro.

-¡No! ¡No vayas!- exclamé en vano, cuando él ya ascendía por las escaleras hasta el aula 15.

Creyendo que ya sabía lo que iba a pasar, dudé acerca de ir nuevamente tras él, solo para presenciar lo abominable. Lo acababa de realizar todo demasiado tarde.

Finalmente lo hice, porque, conjeturé, quizás, sería capaz de disuadir a Joshua para retroceder del falso Malda; y hacerlo caer en cuenta de que teníamos que regresar para volver a la realidad.

Subí las escaleras frenéticamente, pero me paré cuando escuché los gritos. Luego fui hasta la entrada del salón.

Creo que estaba lo suficientemente preparado para vislumbrar el horror: allí, sobre uno de los rincones del aula, yacía el cuerpo seco y marchito, como una cáscara arrugada, del doctor Juan Malda. De su boca, horrendamente abierta y deformada, se despegaban los hilos de baba azul de un rastro gelatinoso, que guiaban sobre el piso hasta donde un monstruo invisible, que, con feroz furia paciente, devoraba a mi amigo.

Sus fauces dentadas luchaban por engullir a Joshua, que suplicaba desesperado, al tiempo que dos probóscides alargadas se ocupaban en intentar penetrar la piel de su torso para chupar sus fluidos.

Afortunadamente, una vez recobrado del espanto, pude actuar lo suficientemente rápido... Luché con fuerza, golpeando la faz sin ojos de la bestia; y finalmente, sacudí los hombros de mi amigo para despertarlo, al ver que lo estaba perdiendo, y que una huida iba a ser inútil.

Cuando nos incorporamos, Joshua me volvió a preguntar:

-¿Qué más viste?

-Solo eso... una masa translúcida de gelatina verde moviéndose frente a nuestras miradas... Ah, y a una criatura interdimensional tratando de asesinarte para hacerse de tus fluidos corporales. Yo te salvé - agregué en tono irónico, sabiendo que no iba a creerme.

-Si claro, tú salvándome del ataque de un ser invisible venido de la cuarta dimensión... aunque debo admitir que esa visión instantánea de hace un segundo fue extraña.

-Si no me crees, mira- y señalé sobre nuestros brazos.

Los dos habíamos quedado impregnados por una sustancia viscosa de color azul, que se desvaneció al contacto con nuestras manos, dos segundos más tarde.


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