(cuento perdido con fecha del 17 de diciembre de 2016; reescrito el 24 de diciembre de 2019. Inspirado en la canción del mismo nombre, por Major Organ and The Adding Machine)
El tictac del reloj del horno nunca molesta a Madam Truffle, mientras ella hornea sus famosas golosinas.
La multitud se alinea a las afueras de la puerta y deja escapar un rugido gigante, a medida que ella mira desde las persianas de las ventanas y luego las abre desde muy temprano.
En su interior, y en el fondo oscuro de la cocina, la encontramos a ella; siempre ocupada en la repostería mágica de todo tipo de pasteles y galletas exquisitos. Ahí la vemos, detrás del mostrador y siempre feliz, al filo de la fría pero cálida mañana soleada, horneando sus bien conocidos pasteles entre la ciudad.
Sus galletas y dulces coloridos son el furor entre la pequeña ciudad de sonrientes habitantes. Las tartas y pasteles de durazno, cereza y moras, son su especialidad.
Todos le compran por montones; e, inclusive, la hija del dentista local se complace, bajo su permiso, en llenar su carrito de delicias, tales como galletas en forma de tigres, que a ella le parecen que están rugiendo; y miniaturas que semejan al rostro de un Napoleón Bonaparte fruncido.
Y así termina una jornada por la mañana para Madam Truffle; y otra más por la tarde. Vendiendo sus agradables confites a cambio de sonrisas que llenan su alma. Y así hasta que se pone el Sol, y otra exhausta jornada termina para Madam Truffle.
Pero, he aquí tienes su pequeño y bien guardado secreto: que, a medida que cae la noche, y al final de cada día, Madam Truffle debe cumplir con una rutina que inquieta su corazón.
Allí, detrás de la cómoda a un lado de la cama, tiene escondida una opaca caja de zapatos. Es su único secreto hórrido, que guarda celosamente, y que nunca revelaría a nadie jamás.
Su contenido la llena de miedo, pero sabe que tiene que mirarla antes de ir a dormir, y que no puede deshacerse de ella.
Al día siguiente, los lindos pájaros azules en el alféizar cantan como cada mañana, para ayudar a despertar a Madam Truffle de otra noche descansadora.
Nuevamente, se prepara, frente a la abarrotada fila de compradores, apilando las golosinas en los estantes.
Los dulces maravillan a los niños, quienes imaginan a Madam Truffle siendo ayudada por graciosos elfos mágicos mientras cocina; según les han contado sus padres.
Todos los pueblerinos se forman a las entradas del negocio feliz de la señora, y, otra vez, la bella hija del dentista vuelve a llenar su cesto de los bizcochos de Madam Truffle.
Deliciosas tartas y pasteles de durazno, cereza y moras; hace de sus habilidades un arte. Y así transcurre otra jornada en el día, y otra más en la tarde.
Pero al descender el Sol, el temor vuelve a invadir el espíritu de Madam Truffle. Antes de ir a dormir debe echar un vistazo a la caja de zapatos que oculta detrás de la cómoda.
Y al observar dentro de la caja, se da cuenta de su terrible secreto: que jamás conocería el amor cálido de un hombre; o que, si lo hace, tarde o temprano, él encontraría la caja, y nunca lo entendería.
Madam Truffle se va a dormir y despierta para otro día más.
La miseria y la soledad rara vez suceden a Madam Truffle, mientras ella hornea sus famosas golosinas para los niños contentos durante el día.
ESTÁS LEYENDO
Alucinaciones, pesadillas y otras historias
TerrorEl título de esta colección lo dice todo. Cuentos de relleno, perturbadores y ciertamente extraños, escritos en diferentes tiempos. Algunos de ellos fueron enviados ingenuamente a diversos certámenes de escritura. Hoy entiendo que fueron desaciertos...